Mientras tanto, al norte de Irak, en Qadiya, una niña de doce años está siendo violada por un soldado de Estado Islámico (EI) mientras le explica que lo que le está haciendo, en realidad, no es pecado. Ella no entiende muy bien de disputas escolásticas suníes, wahabistas o takfiristas y le suplica que por favor pare de hacerle daño. Pero el “valiente” guerrero no se amedrenta ante los lamentos mundanos de la púber. Sabe que la pequeña es creyente de otra religión ajena al Islam, lo que según los “ilustrados” teólogos de EI le da derecho a violarla como “infiel”. ¿La recompensa prometida para el yihadista por los ideólogos financiados por los magnates saudíes y sus amigos occidentales? Acercarse a Dios.5 Y no nos referimos al que ellos adoran (el dinero) sino al que animan a venerar a los que no lo tienen.
Respiremos hondo, por favor.
Los orígenes de Estado Islámico se encuentran en la invasión
estadounidense a Irak en 2003. Fue allí donde nació lo que luego sería la
organización terrorista más brutal de los últimos tiempos. Después de que el
ejército norteamericano y sus aliados destruyeran el país para conseguir sus
objetivos de expolio petrolífero, privatizaran empresas públicas de los tiempos
de Sadam Husein y dejaran a millones de iraquíes sin prestaciones sociales y en
el paro con una mano delante y otra detrás, estaba cantado que surgirían grupos
de extremistas que en un mar de desesperación sólo podrían aferrarse a una
lectura extrema del Corán y a un irracionalismo a prueba de bombas (nunca mejor
dicho). Lo que por supuesto fue un objetivo estratégico de los ideólogos de la
guerra mucho antes de que ésta se desatara pese a las protestas de millones de
manifestantes alrededor del globo. Por eso una vez invadido el país, nada mejor
que dividir a la población iraquí. Fomentando el enfrentamiento entre chiíes y
suníes se dificultó la resistencia contra el enemigo invasor. Siguiendo con la
hoja de ruta de su agresiva política exterior, luego le llegaría el turno al
pueblo sirio que sufriría una terrible guerra civil impulsada por Estados
Unidos y sus aliados ávidos por manipular cualquier sentido liberador que
pudiera tener la llamada Primavera Árabe. Después de la destrucción del estado
iraquí y parte del sirio gracias a sus “archienemigos” occidentales, Estado
Islámico en la actualidad controla un territorio semejante a toda Gran Bretaña
con una población de entre 4 y 5 millones de personas.6 Desdichados seres
humanos que se han visto transformadas en súbditos con una vida en el interior
del Califato que mezcla el esclavismo, el feudalismo y el pillaje mercantil.7 Una
mezcla de modos de producción pretéritos que no puede tener otro futuro que el
expansionismo o la desaparición. El resto ya lo conocemos gracias al
interesado, parcial y acontextual retrato que nos sirven los medios masivos
todos los días: sádicas ejecuciones sumarísimas, persecución religiosa,
aniquilación de la libertad de la mujer, destrucción del patrimonio de la
humanidad, etc. Es triste pensar que en las tierras que otrora fueron cuna de
las civilizaciones de la Antigua Mesopotamia, cumbres de la cultura humana de
su tiempo, ahora se presencie la colisión entre lo peor de dos civilizaciones:
la decadente capitalista-imperialista del mundo desarrollado y la del
terrorífico pillaje irracionalista y patriarcal del subdesarrollado.
El desarrollo desigual ha sido una constante de la evolución
humana. No se alcanzó el Neolítico ni la Edad de Hierro en el mismo momento en
las diferentes regiones del mundo, tampoco el capitalismo se desarrolló al
mismo tiempo en Reino Unido, Alemania, Japón o China. Sin embargo, a partir de
que éste se transformó en el modo de producción hegemónico convirtiendo a la
Tierra en una economía-mundo capitalista, al desarrollo desigual de las
diferentes regiones se le agregó lo que en el marxismo se conoce como
desarrollo “desigual y combinado”.8 Esto significa que por primera vez en
la historia producimos bajo la lógica de un sistema que, al abarcar el globo
debido a las necesidades que el capital tiene de expandirse por nuevos mercados
para garantizar la acumulación ampliada, además de acentuar sin límite las
diferencias de clase, debe desarrollar la creación de riqueza en una
zona geográfica nutriéndose del expolio planificadode otras. Es la
conocida división internacional del trabajo. De ello resulta una simbiosis con
fecha de caducidad y final explosivo.
La violencia terrorista y profundamente salvaje de los
reaccionarios de EI nos enseña el camino hacia un futuro posible. Una distopía
que puede dejar de serlo para transformarse en una lúgubre cotidianidad donde
las zonas más desarrolladas se enfrenten en una guerra permanente contra las
más subdesarrolladas y, por eso mismo, explotadas. Un mañana donde los
enriquecidos del sistema mundial gestionen/sacrifiquen a la mayoría empobrecida
como animales de granja para mantener sus privilegios y los empobrecidos más
incultos y extremistas asesinen, una vez reducidos a la animalidad más
desesperada, a los obreros de las zonas “ricas” y a la mayoría que encuentren
en su camino en las zonas pobres. Fronteras y ejércitos regulares perpetrados
con sofisticados drones frente a terrorismo yihadista diseminado más allá de
sus fronteras gracias, entre otros factores, a los petrodólares de anónimos
jeques y a las facilidades que ofrece una economía-mundo donde los flujos de
capitales nadan más rápido que los inmigrantes muertos en las costas y los
jueces que intentan en vano descubrirlos tras las múltiples caretas que
permiten los paraísos fiscales y la contabilidad “creativa” de las
corporaciones multinacionales.
El único sistema que puede acabar con el poso de
desesperación, sufrimiento e ignorancia que produce un monstruo como Estado
Islámico (y los que vendrán si no reaccionamos) es el socialismo. El único que
puede acabar con un Frankenstein integrista que no es capitalista sino escombro
del capitalismo. Un socialismo planetario que aproveche la interconexión global
que nos permite el capitalismo bajo un único gobierno internacional sometido a
una democracia participativa que ponga fin al desarrollo desigual y combinado.
Un sistema-mundo socialista que al acabar con las fronteras nacionales y
regionales impida la existencia de “no ciudadanos” y acoja a la humanidad como
una única familia condenada a entenderse. Sólo así se podrá garantizar la
coexistencia en un planeta maltrecho que afronta desafíos imposibles de
resolver desde una pléyade de estados-nación con intereses excluyentes en la
jungla interestatal capitalista: cambio climático, hambre, guerras,
migraciones masivas, etc. Un socialismo universal que poco a poco
vaya ayudando con recursos económicos y culturales para que las zonas más
retrasadas y vilipendiadas del planeta se desarrollen hasta que alcancen un
nivel que permita a sus gentes un proyecto de vida digno en sus propios
territorios. Donde tengan aseguradas los recursos para alcanzar el bienestar
material y la felicidad bajo el amparo de la libertad y la seguridad personal.
Donde la libre circulación de capitales sea substituida por la libre
circulación de personas en un mundo en que nadie necesite emigrar para ganarse
la vida. Donde los niños vayan a jugar al parque y no acaben siendo el juguete
sexual de integristas religiosos que antes fueron parias de un sistema que los
ignora cuando no los aplasta.
El capitalismo puede servirnos de trampolín para construir
esa sociedad superior que sólo puede ser mundial, pero si nos dormimos en los
laureles quizás su lógica depredadora en busca del máximo beneficio también
pueda traernos al presente formas de explotación y esclavitud que pensábamos
enterradas en las páginas más oscuras de los libros de historia. ¿Qué futuro
mereceremos como especie? ¿Uno donde vivamos en igualdad y armonía
desarrollando lo mejor de la humanidad u otro donde las violaciones de niñas y
la destrucción de lo mejor de nuestro pasado sea moneda de cambio por los
servicios prestados?
Notas
1. EL HUFFINGTON POST (2015), “Bill Gates a Pikkety: “Me
encanta tu libro, pero no quiero pagar más impuestos””. En El Huffington
Post, el 5 de enero de 2015. [Consultado el 25 de agosto de 2015].
2. RT (2014), “Para el año 2035 en el mundo ya no habrá casi
países pobres”. En RT en Español, el 22 de enero de 2014. [Consultado el 25 de agosto de 2015].
3. BLANCHAR, Clara (2014), “85 ricos suman tanto dinero como
3.570 millones de pobres en el mundo”. En El País, el 20 de enero de 2014.
[Consultado el 25 de agosto de 2015].
4. GÓMEZ V. y FERRER, Laura (2013), “El yate de 224 millones
en el que no navegó el jeque del Málaga”. En La Opinión de Málaga, el 9 de
julio de 2013. [Consultado el 25 de agosto de 2015].
5. CALLIMACHI, Rukmini (2015), “ISIS Enshrines a Theology of
Rape”. En The New York Times, el 13 de Agosto de 2015. [Consultado el 25 de agosto de 2015].
6. MÁIQUEZ, Miguel (2015), “Estado Islámico: el ‘califato’
del terror cumple un año”. En 20 Minutos, el 28 de junio de 2015. [Consultado el 25 de agosto de 2015].
7. Ibídem.
8. DAVIDSON, Neil (2013), Transformar el mundo.
Revoluciones burguesas y revolución social. Madrid: Pasado y Presente
[2012], pp. 417/450.
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