México recibió con brazos abiertos a colonos estadounidenses
que ocuparon Texas, y perdió la mitad de su territorio. Recibió Palestina
amorosamente a hebreos que fueron a colonizar, y perdió el país entero. Bolivia
empleó en su Cancillería brasileños con doble nacionalidad, y perdió un tercio
de su territorio a favor de Brasil. Venezuela acogió con brazos abiertos a todo
el mundo, y perdió más de un tercio de su territorio sin disparar un tiro. No hay conflicto que respete fronteras, a menos que éstas se
hagan respetar. El conflicto de Vietnam se extendió a Laos y Cambodia, y se
peleó en Estados Unidos con símbolos y manifestaciones.
El doloroso conflicto de la Hermana República lleva más de medio siglo, y oligarquías que no han podido vencerlo en su propio territorio quieren expandirlo a toda América Latina.
Bienvenido quien entre en son de paz, venga de donde
viniere. Quien venga en son de guerra no puede esperar que lo reciban con
pétalos de rosa.
El presidente Nicolás Maduro declara que son 5.600.000 los
colombianos que viven entre nosotros. Ello significaría que casi uno de
cada cinco habitantes del país es o fue colombiano. No los obligamos a
venir: lo hicieron por propia voluntad. Nadie les impide regresar: si
permanecen en Venezuela es porque lo encuentran ventajoso.
Esta situación es irreversible. No entran en nuestra
legislación ni en la generosa manera de ser del venezolano la deportación en
masa ni la discriminación. Lo único que se pide a los habitantes del
territorio, sea cual sea su nacionalidad, es que cumplan con la ley. La
excepcional y necesaria devolución de algunos delincuentes jamás será
norma aplicada a la mayoría laboriosa y honrada.
Sobre esos 5.600.000 faltan ante todo
informaciones. La cifra sólo ha sido revelada recientemente. Queda por saber
cuántos se han nacionalizado; dónde residen, qué edad promedio tienen, cuáles
son sus profesiones, cuántos tienen empleo, en qué sectores de la
economía, cuántos estudian y qué, cómo se organizan, cuáles son sus
actitudes políticas, cuantos son beneficiarios del sistema de salud,
seguridad social y servicios públicos de Venezuela. Es inconcebible que un
fenómeno migratorio tan importante haya evolucionado con tan poco conocimiento
de parte de las autoridades.
Algunas informaciones dan idea de la situación. El 85% de
los colombianos que han dejado su país huyendo del conflicto interno y de la
mala situación económica residen en Venezuela; el 15% en otros países. El
gobierno venezolano ha construido y asignado en los últimos años unas 800.000
viviendas para necesitados; 25% de ellas han sido entregadas a
colombianos. (Carlos Aznárez: Entrevista a Tarek William Saab, Defensor del
Pueblo venezolano: “Felipe González fue y
es un agente del franquismo, y además el creador del GAL" or,
30-8-2015). Todos los beneficios sociales acordados a venezolanos se otorgan
asimismo a colombianos. Conocemos casos de algunos que viajan expresamente para
recibirlos, sobre todo operaciones y cuidados médicos.
Parece razonable la hipótesis de que un quinto o más
de los recursos de Venezuela deben entonces ser aplicados para proporcionar
educación, salud, seguridad social, vivienda, servicios públicos, trabajo y
pensiones a personas que no los encontraban en su lugar de origen. Es admisible
solicitarles que no hagan tales bienes inaccesibles para quienes los acogen.
Y justamente es ésta la situación que hace indispensable el
cierre temporal de la frontera. Venezuela dedica el 60% de su ingreso público a
la inversión social. Ésta incluye importantes subsidios para que los bienes
básicos de primera necesidad estén al alcance de la población. En parte gracias
a ello, el índice de Gini la señala como el país con menor desigualdad social
de América Latina, mientras que categoriza a Colombia como uno de los más
desiguales. En Venezuela se vende la gasolina más barata del mundo e
innumerables productos, desde alimentos hasta medicinas, pasando por artículos
de aseo personal, se expenden a precios subsidiados. Ello hace muy lucrativo un
contrabando de extracción hacia Colombia en el cual, según el presidente
Nicolás Maduro, se pierde cerca del 40% de todo lo que Venezuela produce o
importa. Al respecto comenta el neogranadino Andrés Gil, vocero de Marcha
Patriótica:
En el Táchira, departamento fronterizo con Colombia, circulan 160.000 vehículos pero ¡ahí se consume más gasolina que en Caracas! Un millón diario de galones de gasolina sale de Venezuela hacia Colombia, ¿pueden creerlo? ¿Y quiénes se nutren del meganegocio de traer clandestinamente gasolina a $200 galón (la más barata del mundo) a Cúcuta donde el galón vale de 4.000 a 5.000? ¿Los pimpineros? No, hablamos de un negocio más rentable que el mismo narcotráfico y que obviamente controlan las mafias que el gobierno llama ‘bacrim’, es decir, bandas paramilitares.
Pero el contrabando de gasolina es apenas un problema. Táchira posee el 4,5 % de la población venezolana pero “consume” el 8,5 % del total de alimentos de este país; es decir, prácticamente la mitad de lo que llega a esta región sigue derecho hacia Colombia como contrabando, hagan cuentas: mientras un litro de leche subsidiado por el Estado Bolivariano cuesta en 200 bsf, en Colombia lo venden a 14 mil bsf. (Andrés Gil:“Venezuela- Colombia ¿Y si Maduro tiene razón?” Las2Orillas. Resumen latinoamericano/ agosto 30, 2015 )
Agrava la situación el hecho de que las autoridades
colombianas no sólo la permiten, sino que pretendan consagrarla mediante
decretos:
Afirma Paravisini que en 2004, ante la declinación en la producción de crudo en Colombia (por debajo de 400.000 BDP), Ecopetrol determinó que Colombia dejaría de autoabastecerse de combustibles a partir de ese año. Bajo esta presión, el entonces presidente Álvaro Uribe desconoció los acuerdos firmados con el Comandante Chávez y emitió los decretos 2337, 2338, 2339 y 2340, claves para legalizar el ilícito fiscal y apropiarse sin pagar de cuantiosos volúmenes de gasolina y diésel venezolanos. (Anncol: “Gasolina y energía, cuestiones a fondo sobre el cierre fronterizo”, 30-8-2014).
Otras fuentes confirman la magnitud del desangramiento:
"Se estima que alrededor de 100.000 barriles diarios de productos derivados del petróleo se van diariamente de Venezuela hacia Colombia, lo que genera pérdidas al país por el orden de los 3,5 millones de dólares. A esa fuga se suman otros 6,5 millones de dólares en alimentos, para un total de 10.000.000 millones de dólares anuales, equivalente a más del 62% de las reservas internacionales del país" ("Colombia propone a Venezuela eliminar inversión social como solución al contrabando". AVN, Sábado 05/09/2015)
El mismo Andrés Gil denuncia que quienes se ocupan de éste y
otros negocios ilícitos son bandas paramilitares, por el estilo del MAS, las
AUC, las CONVIVIR, el BACRIM, las Águilas Negras, los Rastrojos y otras. Su
última hazaña fue el atentado en agosto de 2015 contra un grupo de militares
venezolanos en uno de los estados fronterizos.
Estas pandillas siguen activas, y extienden su actividad
hacia países vecinos. Hace más de una década que un grupo de venezolanos
advertimos infructuosamente sobre la infiltración de paramilitares en nuestro
país, su suplantación del hampa común vernácula, su progresivo dominio del
comercio informal, de prostíbulos, casinos, empresas de transporte y de
producción, su cobro de vacunas, instalación de alcabalas y su ascenso
hacia la parapolítica mediante complicidades con la oposición golpista en
acciones terroristas y crímenes horrendos.
Nunca el Estado colombiano ha publicado una lista de
paramilitares buscados. O no los busca, o los esconde.
Todo país revolucionario o simplemente progresista es
sometido a incesante agresión a través de sus fronteras.
Venezuela no tiene una frontera, sino una herida
La última estrategia de los imperios es pelear sus
conflictos mediante bandas de mercenarios genocidas que penetran las
sociedades, las dividen, las desbaratan y las arruinan desde adentro.
Quien se sirve de delincuentes termina sirviéndolos.
Conmovedoras voces se han levantado para exigir que no nos
defendamos contra extranjeros armados que delinquen y dañan al país
y a sus ciudadanos. Semejante estatuto sólo lo pretenden soldados de
Estados Unidos que ocupan con bases militares un país vecino, son inmunes a las
leyes y tribunales del país ocupado y en virtud de ello asesinan y violan
impunemente a los ciudadanos de éste.
Venezuela no es ni será nunca un país ocupado.
Estamos todavía a tiempo de evitar ser regidos por una
parapolítica, una paralegislación, una parajusticia, una paraeconomía, una
parafinanza, una parasociedad, una paracultura donde sicarios elegidos por
nadie tendrán todos los poderes y el ciudadano ninguno.
Para que sigamos siendo independientes, cabe formular
algunas recomendaciones urgentes:
– Actualizar leyes y políticas de fronteras y extranjería para adaptarlas a la delicada situación actual.– Estrechar la colaboración entre autoridades y movimientos sociales para aplicar dichas políticas y normas y localizar y neutralizar la infección paramilitar en curso.– Coordinar todos los institutos académicos del sector público para realizar un estudio continuo, integral y actualizado sobre los aspectos jurídicos, geográficos, económicos, culturales, políticos y sociales de la situación colombiana y su incidencia en el país y en el resto de la región.– Articular una política cultural, educativa y comunicacional basada en la integración y asimilación de los contingentes inmigratorios, con énfasis en las semejanzas y no en las diferencias, inspirada siempre en la atracción y la seducción y nunca en la reprobación y la aversión.– Rediseñar nuestro sistema educativo y cultural para reforzar el sentimiento de nacionalidad y la conciencia de las gestas que forjaron la Patria. Colombia insiste en la formación sobre la Historia y Geografía de ese país. Gracias al presidente Rafael Caldera, en Venezuela esas materias fueron desacertadamente eliminadas del Pensum de Educación Primaria.
En La Grande
Illusion, de Jean Renoir (1937), dos prófugos de una prisión militar
alemana huyen por el bosque nevado. Uno pregunta si ya han cruzado
la frontera, porque todo parece igual. No sé, contesta el otro: las fronteras
las inventaron los hombres.
Habrá un mundo sin fronteras, después de que desaparezcan
las que separan las clases sociales y la propiedad privada de los medios de
producción.
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