@ Francesco Chiacchio |
Especial para La Página |
De qué hablamos exactamente? ¿De la moralidad de cazar elefantes u otros animales, algunos de ellos en extinción? ¿De la falta de información sobre las actividades del primer cazador del Reino? ¿De si tocan o no tocan estas prácticas en momentos de evidente desasosiego (pluri)nacional? ¿De conocer quienes somos los que pagan los caprichos del suegro del yernísimo? ¿De si el gobierno dio o no dio su visto bueno a una salida al exterior en la que algunos empresarios acompañaron felices y contentos y hablando de negocios y asuntos de “personalidades” a la primera autoridad del estado? ¿De si son en broma o en serio las declaraciones del príncipe Felipe al salir de la clínica sobre el no “poder parar quieto” del Rey de España, su padre? ¿De la afición compartida, meméticamente inculcada, de abuelo y nieto mayor, quien probablemente y a pesar de su tierna edad no es la primera vez que participa en concurridas cacerías organizadas en la finca familiar de Soria? ¿De que ambos, abuelo y nieto, seguían ingresados y restableciéndose en el momento en que su abuela y esposa se iba de viaje a Grecia, a despejarse y a pasar el fin de semana? ¿Hablamos entonces de la “visita de doctor”, apenas veinte minutos, de la Reina Sofía a su marido? ¿De las contradicciones entre las afirmaciones de la Casa Real y las del principal partido institucional, el PPSOE? ¿El Rey tiene que abdicar y así poder cazar elefantes sin problemas, o lo que le venga en gana, como ha indicado el “izquierdista” Gómez, o de esto mejor no hablar como ha señalado el felipista Rubalcaba? ¿Y don Felipe-Gas Natural sin decir nada?
Sea como fuere, el diario monárquico-matutino (El País, desde luego, no ya el ABC) abre portada con titular tamaño 60 u 80: “La Zarzuela asegura que informó a Rajoy del viaje del Rey a Botsuana”. El letra más pequeña: “La Moncloa solo admite que sabía que el Monarca viajaría al extranjero”. Además, todo en primera página, una foto esencial, absolutamente imprescindible: la de los Príncipes de Asturias y las infantas saliendo de la clínica madrileña (privada por supuesto) San José tras visitar al operado.
Pero
eso sí, cambiando de foco y de tema pero permaneciendo en los alrededores de la
Familia Real, en páginas interiores [1], aparece un análisis de Yoldi en el que
vale la pena detenerse.
Seguramente,
se sostiene en la nota, “el nombre de Ana María Tejeiro no les dirá nada”. Nos
dice algo: es la esposa de Diego Torres, el socio del yernísimo en el Instituto
Nóos. Tejeiro figuraba como “administradora de una de las entidades del
entramado societario”, en gran parte sin actividad, que profesor y ex alumno de
ESADE, utilizaban - presuntamente desde luego- “para emitir facturas falsas y transferir
fondos para desviarlos a paraísos fiscales”.
Tejeiro
no realizó acto de administración alguno. Empero, se encuentra imputada en el
caso Urdangarín desde mediados de 2011. No sólo eso: el juez Castro ha
rechazado dos veces, la última recientemente, “levantarle la imputación y
archivar la causa para ella”. La alegación del magistrado: “la esposa de Torres
se ha acogido a su derecho a no declarar y hay que esperar a que avance la
investigación”.
El
punto no es éste, sin embargo, es otro muy relacionado. La participación de
Tejeiro en “las actividades de la trama societaria es muy parecida a la de la
infanta Cristina”. La hija del Rey figuraba –nada menos- en el consejo de
administración de Nóos: el centro neurálgico del entramado. Su marido, el duque palmesano, era presidente
de la “ONG”. Por ello, el yernísimo “está imputado por posible fraude a la
Administración, malversación de caudales públicos, falsedades documentales y
blanqueo de capitales de unos 17 millones de euros”. Además, vale la pena recordarlo,
doña Cristiana “era titular del 50% de la sociedad patrimonial familiar
Aizoon”, una de las empresas del entramado UTB “que supuestamente se utilizaron
de forma instrumental para desviar fondos públicos”. Ni el fiscal Horrach ni el
juez Castro han estimado oportuno “no ya imputarla, sino ni siquiera llamarla a
declarar en calidad de testigo”. Sería “estigmatizarla gratuitamente”. Y eso ni
se dice ni se hace.
Sin
embargo, prosigue el periodista del diario conservador monárquico, “la Sala
Segunda del Tribunal Supremo, en su sentencia de 22 de julio de 2011, castigaba
como cómplices de blanqueo de capitales a dos cónyuges”. No habían tenido
ninguna participación en el delito. El argumento esgrimido: “se tenían que
haber dado cuenta de que sus parejas habían acumulado grandes sumas de dinero
en poco tiempo y sin justificación”. Parece razonable, parece lógico, parece
incluso prudente.
Y
hay más. En un curso de la Escuela Judicial sobre corrupción se aconsejaba a
los magistrados no sólo “la incautación de todos los bienes de aquellos
acusados de blanqueo sobre los que no pudieran justificar su origen” sino
también que “se condenase como cómplices a los consortes aunque no hubieran
tenido protagonismo en el delito”. ¡Aunque no hubieran tenido ningún protagonismo!
Por
consiguiente, infiere Yoldi, y no parece inferir mal, caben dos opciones en el
monárquico y declarado supuesto de que la justicia sea igual para todos: o se
llama a declarar a la infanta Cristina en calidad de imputada o, por el mismo
razonamiento de la estigmatización, se levanta la imputación y se archiva el
caso de Tejeiro, la esposa de Torres. Lo curioso del caso, otro nudo singular,
es que la defensa del aristócrata Urdangarin, que desde luego se había opuesto
a la imputación o comparecencia de su esposa, la infanta Cristina, se ha
opuesto también a que “se levante la imputación de la pareja de su socio”. ¿Han
leído bien? Seguro que sí. Y no sólo eso: ejerce “un papel de acusación cuando
en realidad su función es la de defensa en el proceso”. En A, rige B; en A’,
idéntica a A, no rige, y, además, por si acaso, la mejor defensa es un feroz
ataque.
Yoldi
apunta finalmente que todo lo que no sea alguna de las dos opciones apuntadas
–o Cristina dentro o Tejeiro fuera- “constituiría probablemente el grueso de la
doctrina Cristina, que como en el caso de la doctrina Botín, sería justicia de
caso único, con el consiguiente deterioro del principio de igualdad”. ¿Y si es
como en el caso Botín? ¿No son notas de la misma sinfonía en el poder?
“Si
lo dijera yo, se podría tachar, /mas lo dice un filósofo, no se me ha de
culpar./ De lo que dice el sabio no debemos dudar,/ pues con hechos se prueba
su sabio razonar”, escribió el arcipreste. Tampoco he dicho yo lo anterior,
aunque ciertamente algo ya señalé en su momento. Lo dice Yoldi, ningún
extremista antimonárquico, y lo publica el diario global, monárquico, imperial,
conservador, punto nodal del “establecimiento”. Y, por tanto, no es cosa de
dudar.
Eso
sí, mientras tanto, mientras siguen las inconsistencias y dos cazadores reales
se recuperan, dos estudiantes barceloneses de izquierda y de origen obrero
siguen en prisión punitiva (¡llevan ya más de 15 días!: Estudiantes: 16;
Millet: 0) como potenciales causantes de males innombrables y temibles, y, por
su parte, Josep Antoni Duran i Lleida [2] demuestra una vez más su gran
patriotismo (español por supuesto) declarando: “No seré yo con la que está
cayendo y ante la necesidad de presentar una fortaleza ante el exterior, quien
se dedique a desestabilizar una institución [3], esté de acuerdo o no con
ella”. El lobbista pro-nuclear Duran no se dedica a eso: se puede mofar de
campesinos andaluces que están en el paro desde una habitación de lujo del
Palace o en un encuentro de su democristiano y financiado partido, pero a los
poderes de “España” y de “Catalunya” que no se los toquen. Está a su servicio.
PS.
Impropiamente en una persona de su inteligencia y sensibilidad poliética, Cayo
Lara habló el lunes 16 del mal momento de la “marca España” al referirse al elefantino
asunto monárquico. Pero no se trata de eso en mi opinión, en absoluto.
Sea
como fuere, sobre este nudo vale la pena recordar las recientes declaraciones
del embajador estadounidense, Richard A. Boucher. El secretario general adjunto
de la OCDE [4] acudió el pasado 11 de abril en Marsella a un seminario sobre la
primavera árabe organizado por la Asamblea Parlamentaria de la OTAN (todo es
uno y lo mismo: OTAN, OCDE). Allí afirmó como el que no quiere la cosa: “Nadie
quiere ser hoy como España. España solo vale para el flamenco [5] y el vino
tinto”. ¡Y Mister Boucher es un diplomático! ¡Imagínense lo que dirán en
privado!
Eso
sí, había un representante español en este insigne foro de parlamentarios
otánicos. ¿Quién? Lo han adivinado, el ex de IU, el diputado “socialista”, el
ex secretario de Estado para la UE, Diego López Garrido, quien ni corto ni
perezoso –le llaman “el valiente Diego sin miedo”- pidió la palabra para exigir
al señor embajador que retirase “unas declaraciones tan injustas e irresponsables”.
Mister Boucher tembló, estuvo a punto de esconderse, pero, finalmente, se
repuso y se limitó a señalar que no era su intención insultar a nadie (¡por
supuesto!) y que solo “había querido decir que a ningún país le gusta tener el
desempleo que padece España”. López Garrido no enmudeció, no calló. ¡Faltaría
más! Ha remitido una carta al ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel
García-Margallo, y ha pedido que “el embajador español ante la OCDE, en París,
presente una queja formal por las “intolerables palabras” de Boucher”. ¡Dicen
que están aterrorizados, muertos de miedo! ¡No es la Roja, es la escuadra
invencible quien ataca de nuevo!
Notas
[1]
José Yoldi, “Distintas ante la ley”. El País, 16 de abril de 2012, p. 19.
[2]
C. E. E., “Respaldo o silencio en público, pero inquietud en privado”. Ibidem,
p. 11.
[3]
Las siguientes declaraciones de Elena Valenciano están tan próximas como la uña
y la carne: “El PSOE nunca comenta la agenda privada de jefe del Estado, ni
cuando nos gusta ni cuando no nos gusta. Y por responsabilidad institucional
tampoco vamos a hacerlo ahora”. ¡Y olé!
[4]
Efectivamente, ¡la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico
que agrupa a 34 países industriales desarrollados!
[5]
¡Que sabrá mister Boucher de flamenco! ¿Desde qué pozo de tópicos e ignorancia
insondable habló?