El gobierno de Mauricio Macri gira en torno a la concreción de una tarea primordial: lanzar un nuevo ciclo de acumulación de capital, superando el estancamiento de los últimos cuatro años mediante una recuperación de la inversión y de la tasa de ganancia. Este, y no otro, es el contenido del “ajuste”.
Para llevar a su propósito, el macrismo está obligado a lanzar una ofensiva sobre el movimiento obrero, para lograr que éste acepte una reducción de salarios y el empeoramiento de las condiciones laborales. El núcleo del Plan Macri es una ofensiva directa contra los ingresos de los asalariados (la terapia de “shock”), para de ese modo generar “confianza” entre los inversores (los capitalistas) y así lograr que inviertan, dadas las perspectivas de mayores ganancias.
Es evidente que el macrismo
no puede decir la verdad respecto al ajuste. La burguesía suele tener claro que
en materia de negocios cuentan los resultados y no la pureza de los principios.
El macrismo, primera fuerza política
declaradamente de derecha en acceder al poder en Argentina por la vía
electoral, se encuentra obligado a combinar la defensa de la valorización del
capital con la construcción de una hegemonía que haga su proyecto político
tenga continuidad en el tiempo. Es muy pronto para examinar cuáles son los
medios que utilizará para dicha construcción, pero estamos en condiciones de
analizar los primeros pasos de la misma a través de la línea política esbozada
por los intelectuales orgánicos más lúcidos de la burguesía argentina, entre
los que se destaca Carlos Pagni, editorialista político del diario LA NACIÓN.
Pagni dedicó un par de artículos al tema de la composición
del gabinete ministerial del macrismo
(“Un
perfil gerencial y un plan político”, 26/11/2015; “Seis
cambios que auguran un nuevo orden político”, 30/11/2015). En ellos
desarrolla dos ideas principales. En primer lugar, sostiene que la irrupción
del macrismo marca el cierre
definitivo de la etapa iniciada con la caída del gobierno de De La Rúa en 2001.
En segundo lugar y acorde con el inicio de esta nueva etapa histórica, Macri
viene a inaugurar una nueva forma de gestión de los asuntos públicos, basada en
el saber gerencial. Para Pagni, la gran cantidad de funcionarios provenientes
del ámbito empresarial imprimirá la impronta de la “cultura gerencial” al
funcionamiento del aparato estatal, volviéndolo más eficiente. Subyace la idea
de que Macri elaboró su gabinete con el criterio de que estén los “mejores”, es
decir, los “técnicos”.
“En la selección de los ministros y funcionarios sobresale un rasgo: el profesionalismo, entendido como capacidad gerencial. Ese criterio no debe sorprender en alguien que, como Macri, se formó en una empresa.” (LN, 26/11/2015).“Al seleccionar a estos gerentes generales Macri se propone infundir en su gobierno los criterios de eficiencia, innovación y marketing que dominan la racionalidad empresarial. Para comprender sus movimientos será más útil consultar en las escuelas de negocios que en las de ciencias políticas.” (LN, 30/11/2015).
Pagni, habitualmente lúcido en sus análisis, se ve obligado
aquí a forzar las cosas. Hace falta mucha ingenuidad para pensar que
Sergio Bergman es especialista en temas de Medio Ambiente; mucho candor
para imaginar que Patricia Bullrich conoce los temas de Seguridad como la palma
de su mano; o un optimismo incurable para pensar que Juan Cruz Ávila, el
productor de “Animales Sueltos”, tiene la formación necesaria para conducir la
Secretaría de Políticas Universitarias. Seguir con esta enumeración sería
fastidioso. Los funcionarios del futuro gobierno de Macri combinan aptitud en
algunos casos con la más crasa ignorancia en otros, más o menos en la misma
proporción en que se ambos factores se han combinado en otros gobiernos. Este
no es el problema de fondo. Al plantear el tema de la capacidad técnica de los
ministros, se pretende desviar la atención de la cuestión principal, que es el
contenido de las tareas que debe emprender el inminente gobierno macrista.
El kirchnerismo se mostró ineficaz para relanzar la
acumulación de capital. No es necesario profundizar aquí esta afirmación, basta
con señalar los últimos cuatro años de estancamiento económico. El kirchnerismo
cumplió la función de recomponer (en colaboración con el duhaldismo) la
mencionada acumulación luego de la crisis de 2001. Pero el contexto de
movilización popular de esa etapa y el debilitamiento del sistema de partidos
políticos, obligaron a Néstor Kirchner a armar una construcción política que
incluyera algunas concesiones a los sectores populares y las capas medias. Ahora
bien, esa construcción mostró ser altamente ineficaz para resolver la nueva
crisis, aún cuando sus dirigentes estaban (están) de acuerdo en la necesidad
del ajuste en los mismos términos propuestos por Macri.
El macrismo llega
al gobierno con plena consciencia de su tarea y con un diagnóstico de cuáles
han sido los errores económicos del kirchnerismo. La preeminencia de “técnicos”
en el gabinete está en relación directa con su decisión de emprender el ajuste
cueste lo que cueste y con la confianza de la clase dominante en que será
posible doblegar cualquier resistencia popular. Doce años de kirchnerismo
generaron la domesticación de la inmensa mayoría de las organizaciones sociales
que participaron en las grandes movilizaciones de 2001 y 2002. El movimiento
obrero se encuentra controlado por la burocracia sindical. El macrismo confía en que estas condiciones
le permitirán pasar la prueba sin demasiados sobresaltos.
Los “técnicos” del gabinete de Macri expresan la decisión
del nuevo gobierno de lanzar el ataque sobre la clase obrera y relanzar un
ciclo de acumulación de capital. La burguesía siente que ha llegado la hora de
avanzar. Como siempre, la velocidad y los alcances de ese avance
dependerán de la resistencia ofrecida por los trabajadores. En definitiva, se
trata de la política y no de la “técnica”.
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