El Grito ✆ Oswaldo Guayasamín |
I. La confrontación entre valor de uso y valor, o “forma natural” y “forma de valor”, recorre toda la obra de Bolívar Echeverría; en última instancia, parece estar siempre en el fondo de sus indagaciones y en sus asertos. Esta tensión productiva para su trabajo teórico es manifiesta en muchas ocasiones y, en otras, sólo se encuentra como un presupuesto de las tesis que alcanza sobre una gran diversidad de campos. En este sentido, para la comprensión de la obra de Echeverría es necesario realizar una genealogía y proyectiva del trabajo que Echeverría realiza sobre la “forma natural”, específicamente, en el despliegue reprimido de ésta ante la “forma de valor”. Este estudio, me parece, debe basarse en sus interpretaciones críticas de El capital y en el estudio que hace de un sujeto histórico determinante, el trabajador y la trabajadora, el llamado “sujeto del proletariado”, como el principal portador y recreador de la “forma natural” a partir de la puesta en escena de los valores de uso.
Bolívar Echeverría |
El problema de la continuidad de su obra, por ejemplo de
esta hipotética propuesta que hago sobre la misma, tiene dos aristas muy
claras. Por un lado, Echeverría no realiza, muy probablemente ni siquiera
creía en esto, una obra magna. Él se entrega a una dimensión mucho más
pragmática de la teoría y más acorde con las formas en que el español se
desenvuelve; básicamente su trabajo teórico está estructurado dentro de una
compleja y poderosa estructura ensayística. Tiende al fragmento, a la
reelaboración de sus escritos, al remontaje de sus ideas. Práctica el robo de
ideas en el mismo sentido que lo hicieran los antiguos, en el mismo sentido que
lo hace Borges o Beckett, esto es, trabaja una idea hasta que la vuelve parte
de su obra y le da una dimensión nueva y una potencia desconocida, sólo
revelada en el interior de su corpus. Esto puede verse con las ideas seminales
de Marx, Sartre, Heidegger, Jakobson, Benjamin, Sarduy, Borges o Monsiváis,
para mencionar las que son más obvias, pero una investigación detallada puede
mostrar la reelaboración de muchas ideas de la inteligencia moderna.
El problema, pues, es que al no tener una obra de referencia
en torno a la cual hacer girar todo su trabajo ensayístico, nos vemos obligados
o a realizar una reducción del mismo o, lo que posiblemente a él le hubiera
agradado, a hacer un uso hereje de su obra, a utilizarla en tanto sirva para un
proceso de transformación social que implique el derrocamiento del capitalismo.
En este sentido, es una obra que se resiste a ser tratada como tal, a ser
colocada dentro de las coordenadas del museo académico y que demanda, por su
misma estructura, el uso revolucionario y crítico de la misma.
El segundo problema es más sencillo y con un estudio sistemático
de su trabajo se deberá, progresivamente, resolver. Echeverría no parecía
tener ninguna prisa por publicar y, menos aún, tener reconocimientos académicos.
Los que alcanza llegan tarde y el reconocimiento y diálogo con su obra es, en
muchos sentidos, póstumo. Él mismo no potencia, sino sólo bajo ciertas, llamémosle
“estrategias barrocas”, la discusión con su obra y con su teoría. Uno de los
principales problemas de esta actitud es que su teoría está yuxtapuesta en el
momento en que se publica y no podemos deducir, al referirnos a su trabajo
publicado, cuál es la línea de formación de su pensamiento. Pese a los
esfuerzos, cada vez mayores, por armar y aportar datos a su biografía
intelectual, hay huecos fundamentales. Él insistía en señalar que su formación
se da en los años que pasa en Alemania y, al no tener datos certeros sobre esa
formación, esta afirmación más bien ayuda a oscurecer los elementos de su
formación previa, en Ecuador, y posterior, en México. Mientras más datos hay,
más clara parece ser la conexión de algunas propuestas de su teoría con otras
raíces, allende las de su tiempo en Alemania; por ejemplo, hay variaciones
importantes al contextualizar su obra en el clima posterior a la violenta y
criminal represión del gobierno priista de Díaz Ordaz en el México de 1968, o
en torno a sus primeros años en las facultades de Economía y Filosofía de la
UNAM.
Su obra, pues, aparece publicada, prácticamente en su
totalidad en la difícil década de 1990, pero los libros remiten a trabajos realizados,
en buena medida, en los años setenta y a sus elaboraciones de los años ochenta
y principios de los noventa. De esta forma, visto a la distancia, tenemos una
serie de trabajos sobre temas muy diversos y no conmensurables en una primera
observación, si no se hace un estudio complejo del desarrollo de su
pensamiento. Podemos en cierto sentido decir que su obra aparece de forma
espontánea en los noventa, sin que exista un lector paradigmático que haya
acompañado todo ese trabajo a través de un conocimiento detallado de sus obras.
¿Por qué? Porque gran parte de esas obras habían sido publicadas como ensayos
en las dos décadas anteriores; otras no se habían publicado; otras aparecían
por primera vez, ya sea creadas en los noventa o no publicadas previamente,
finalmente, y quizá lo más importante, porque su obra republicada en diversos
libros tiene otra dimensión, que la de la publicación en revistas, al entrar en
sintonía con los otros ensayos recopilados.
¿Cómo enfrentar estos problemas? En primer lugar, me parece
que la obra de Echeverría debe de seguir siendo un corpus, como él lo pensó,
con una finalidad diferente de la que traza el círculo reproductivo y cada vez
más endógeno de la academia. Su obra tiene una función vital y política y es
una herramienta para potenciar, aún desde estos lugares claramente marginados
en la sociedad capitalista —el pensamiento, la reflexión y la imaginación— la
posibilidad de una sociedad post-capitalista. Y, sin embargo, esto no sólo no
se contrapone, sino que demanda un trabajo sistemático sobre sus escritos. El
mismo Bolívar Echeverría es un buen ejemplo de este comportamiento que encierra
una compleja dialéctica. Fue ortodoxo, como pocos y pocas, en la lectura
rigurosa y sistemática de la obra de Marx, a la vez, fue hereje en su
tratamiento. Realizó críticas radicales, reescrituras de la teoría marxiana,
montajes y traducciones que tenían como finalidad el reactualizar la teoría
marxista para su uso pragmático en las luchas contemporáneas. Habría, pues, que
intentar este mismo tipo de acercamiento a su obra, riguroso, crítico,
sistemático pero, a la vez, hereje y utilitario. Esta actitud implica más
riesgos que certezas pero, frente a la crisis civilizatoria de la modernidad
capitalista, ése y muchos otros riesgos, de mayor envergadura, se deben
correr.
Señalo todo lo anterior por dos motivos: el primero, para hacer
una hipótesis de lectura y fijar mi posición sobre la obra de Echeverría; el
segundo, para introducir uno de los elementos más crípticos de su obra, los
esquemas, elementos que deben de ser tratados de forma sistemática y rigurosa a
la vez, como decía, que pragmática, pues es necesario la combinación, el montaje
y el desarrollo crítico de muchos de los esquemas y diagramas que ensayó el
marxista latinoamericano.
II. Bolívar Echeverría trabajó siempre con esquemas y diagramas. Su reflexión, en gran parte de su obra, está plagada de figuras. No son un ejercicio de juventud o de formación. Hasta el final de su vida como maestro utilizó esquemas para explicar su interpretación sobre Marx y el proceso semiótico en la Modernidad. Existen muchos diagramas de este tipo en sus libros y ensayos, en diferentes grados de desarrollo y en diversas versiones. Son deudores, como él lo señala, fundamentalmente de dos autores, de Marx y de Jakobson 2 pero, a partir de una serie de elementos novedosos que aporta, Echeverría logra un total remontaje de los mismos. Además, como las partituras de música, transmiten una especie de magia, por su proceso de simplificación y su ejercicio de encriptación del mundo; y por la sorpresa que nos depara su comprensión, muestra del movimiento secreto de cada diagrama, similar a la escritura de la partitura al interpretarse.
De las decenas de diagramas sólo quiero mostrar cinco piezas
que, a su vez, enmarco en tres secciones. En primer lugar, dos esquemas
metafísicos que intentan mostrar la relación primordial del ser humano con la
naturaleza y la materia. A partir de estos esquemas, podemos entender toda la
idea de la cultura que desarrollará Echeverría. Una teoría de la cultura que
se plantea como una erótica y política de trans-naturalización formal que
precisa de una dialéctica en la que la naturaleza, y el hecho material, siempre
juegan un papel determinante frente al artificio de lo humano.
En segundo lugar, sus esquemas sobre el proceso de
producción de la riqueza, en los que Echeverría desarrolla la forma de socialización
mercantil del capitalismo y se muestra con mucha claridad cómo, en ese
universo, opera la idea especular de la libertad subjetiva que constituye a
los actantes, tanto en su carácter de productores como de consumidores. Se
trata, en el montaje de Echeverría, de un sujeto siempre enfrentado al proceso
de valorización abstracto del capital. Estos esquemas son extremadamente
sutiles al plantear las fugas y representaciones que encuentran las formas de
valor y las formas naturales a través del proceso de valorización y del uso que
se da a las mercancías.
Por último, quiero mostrar, con el esquema final, cómo Echeverría
traduce su diagrama básico de la forma de producción de la riqueza en un
diagrama sobre el proceso de comunicación, esto es, sobre la riqueza de producción
y consumo del acto semiótico.
Notas
1 Este trabajo es derivado de la estancia sabática realizada con
apoyo del PASPA-DGAPA-UNAM.
2 Las fuentes primarias de los diagramas que realiza sobre el
proceso de reproducción de la riqueza y la socialización son El capital y
los Grundisse. El artículo donde Jakobson realiza los esquemas que
Echeverría retomará y utilizará como base de su esquema sobre la circulación
semiótica, “Closing Statement: Linguistics and Poetics”, se encuentra en Style
in Language (Thomas Sebeok (ed), Nueva York, MIT, 1960, pp. 350-377.) Gran
parte de los primeros esbozos de estos diagramas se encuentran en el libro de
Echeverría, El discurso crítico de Marx.
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