Una
salida capitalista de la crisis sólo puede ser socialmente regresiva. El
sistema no tiene nada que ofrecer para legitimarse. La cuestión de la
automatización puede ayudar a denunciar la irracionalidad del capitalismo. La
llamada crisis de gobernanza internacional se refleja, con rasgos particulares,
en diversos países. Y ¿cuáles son los mecanismos de las políticas de Angela
Merkel, Paolo Gentilloni o el Eurogrupo y el BCE? Henri Wilno entrevistó al
economista francés Michel Husson para la revista suiza A l’encontre.
El mundo se recompone. Los economistas han analizado la crisis actual también (además de otros factores) como una crisis de la gobernanza capitalista. ¿Habría llegado la hora del declive de la hegemonía estadounidense sin que ninguna potencia sea capaz de sustituirla, ni siquiera China? ¿Qué podemos decir de estas tesis?
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Tomemos el ejemplo de los Estados Unidos: algunos sectores capitalistas pueden celebrar las medidas proteccionistas que Trump tiene intención de adoptar, pero también están en contra de los intereses de otros sectores. México se ve afectado especialmente, porque parte de las importaciones de México a EEUU corresponden a la producción de capital estadounidenses invertidos en ese país. La pareja formada por EEUU y China, “Chinamérica”, ha sido positiva para ambas potencias: crecimiento financiado con crédito en los Estados Unidos, crecimiento impulsado por las exportaciones a China. La importación de bienes de consumo de bajo coste de producción permite reducir el precio de la fuerza de trabajo en los Estados Unidos y / o inflar los beneficios de WalMart [que tiene su base de producción en China y comercia, desde 2016, con JD.Com, firma china]. Todo el mundo sale ganando.
Pero
“Chinamérica” está a punto de romperse y, en general, es como si la
globalización hubiera llegado a su límite. En décadas anteriores, el comercio
mundial creció dos veces más rápido que el PIB (Producto Interno Bruto) en todo el mundo; ahora aumenta
en el mejor de los casos a la misma velocidad. La expansión de las cadenas
globales de valor ha entrado en la fase de rendimientos decrecientes e incluso
vemos fenómenos de relocalización. La reorientación de la economía china hacia
el mercado interno también contribuye a este fenómeno. En este sentido, China
no es una candidata al papel de potencia hegemónica y el período no se puede
interpretar como una transición entre dos potencias dominantes, sino, de hecho,
como una crisis de gobernanza capitalista cuyos resortes no son exclusivamente
económicos.
La crisis dura. ¿Quién la paga y cómo, más allá de las fórmulas generales acerca de 1% frente al 99%?
La
primera respuesta obvia es que esta crisis la pagan las víctimas de las
políticas de austeridad. Es importante entender por qué no puede ser de otra
manera. La razón principal es el agotamiento de las ganancias de productividad
que produce un trabajador promedio en una hora de trabajo, que tienden a
estancarse o a crecer muy débilmente. Pero también significa el agotamiento del
dinamismo del capitalismo: puede mantener o aumentar su tasa de ganancia sólo
si bloquea o reduce lo que llama el coste de la mano de obra. Esto significa
austeridad salarial, pero también la reducción del Estado de bienestar, la
protección social y los servicios públicos. En otras palabras, una salida
capitalista de la crisis sólo puede ser socialmente regresiva. El sistema no
tiene nada que ofrecer para legitimarse.
Esta
crisis no es una crisis financiera: es una crisis sistémica que hunde sus
raíces en las relaciones de producción capitalistas. Esta es una de las tesis
esenciales del libro de Attac [1] (al que he contribuído), que articula un
análisis del capital ficticio. Este concepto, que se encuentran en Marx, ha sido
reevaluado por François Chesnais [2] y Cédric Durand [3]. Define la acumulación
de valores financieros que son también “derechos de giro” sobre la plusvalía.
[4]
Este
enfoque en el capital ficticio permite apuntar a una contradicción importante
en la gestión capitalista de la crisis. Por un lado requeriría una devaluación
masiva de capital para poner a cero los contadores, y restablecer la tasa de
ganancia. Esto no es sólo una manía marxista: es también el punto de vista de
la OCDE, que se refiere a las “empresas zombie” [5] como responsables de los
bajos aumentos de productividad y los fracasos de acumulación. Pero esto
significaría que los poseedores de este capital ficticio están dispuestos a
“aceptar sus pérdidas”, a lo que, obviamente, se niegan. Y las políticas
aplicadas especialmente en Europa siguen una lógica de validación de estos
derechos de giro adquiridos antes de la crisis, aunque su crecimiento es el
resultado de la crisis y, en cualquier caso, un obstáculo para salir de la
crisis. Esto es lo que sustenta la validez de la oposición entre el 1% y el
99%, por que la concentración de la riqueza financiera es mucho mayor que la de
los ingresos. Y eso es lo que permite pronosticar que la austeridad seguirá
siendo aplicada y la regresión social.
Hace unos años, las nuevas tecnologías aparecían en el discurso oficial como la “nueva frontera”, que alentarían una fase de expansión larga. Ahora el debate es acerca de su impacto destructivo sobre el empleo y la desigualdad. ¿Qué es el “estancamiento secular”? ¿Qué se puede decir sobre él? A la luz de esta tesis,¿cuáles son las perspectivas para el capital?
Todas
estas preguntas se refieren en el fondo a una pregunta: ¿qué determina las
ganancias de productividad? Esta es de nuevo una cuestión clave para la dinámica
de los beneficios y la acumulación. Pero, en realidad, no sabemos nada. En el
pasado esto dio lugar a la paradoja de Solow, por referencia a un breve
artículo de prensa donde se preguntaba por qué las nuevas tecnologías están por
todos lados, menos en las estadísticas de productividad. Eso fue en 1987 y se
podrían contar las historias de las esperanzas y decepciones de los economistas
que predijeron una nueva fase de expansión ( “un nuevo Kondratiev”). Este
debate ha sido particularmente intenso en los Estados Unidos, donde los
defensores de la revolución tecnológica se han opuesto sistemáticamente a los
“tecno-pesimistas”, que no ven más que un auge temporal sin futuro. Son ellos
los que estaban en lo cierto, sobre todo Robert Gordon, que es el principal
defensor de la tesis de un “estancamiento secular”.
Pero,
por otro lado, se multiplican los discursos sobre el “fin del trabajo”. Los
robots y la economía de “plataforma” conducirían inexorablemente a la
destrucción masiva de puestos de trabajo, del orden de uno de cada dos puestos
de trabajo en los 10 o 20 años próximos. Este es el principal argumento a favor
del establecimiento de una renta universal que hay que rechazar, a menos que
aceptemos resignarnos a la idea de que la tecnología debe dictar la
organización de la sociedad. Pero las cosas no están funcionando bien y no
funcionan de esa manera: la tecnología no lo decide todo. Los nuevos métodos de
producción, los productos nuevos, todo esto deben integrarse en la lógica del
mercado. Y esto es quizás la explicación de fondo de la paradoja de Solow: para
simplificar, la automatización no es suficiente, también tiene que haber un
poder adquisitivo para comprar lo que produzcan los robots y un modelo social
adecuado.
Esta
cuestión de la automatización permite denunciar la irracionalidad del sistema
capitalista. Admitamos que se van a producir enormes ganancias de
productividad: esto debería ser una buena noticia, ya que los robots van a
trabajar para nosotros. Pero en la lógica capitalista, es en cambio una
catástrofe social: la pérdida masiva de empleos. Por lo tanto, la reducción del
tiempo de trabajo es la respuesta racional y es la base de otra sociedad, una
sociedad ecosocialista. El objetivo de garantizar un ingreso digno para todos
es obviamente legítimo y hay una acción urgente en esta área, pero no se debe
renunciar al derecho al empleo.
Un debate entre economistas críticos acerca de las políticas de austeridad: ¿son absurdas o racionales? Para circunscribirse a la Unión Europea, parece difícil pensar que Draghi, Merkel, Juncker, o Hollande, son idiotas: ¿cuáles son las razones de estas políticas y de su perpetuación?
Es un
verdadero debate que hemos tenido en la “Comisión de la Verdad sobre la deuda
griega.” Los planes de ajuste impuestos a Grecia claramente no podían
funcionar. Era fácil predecir que los recortes masivos generarían una recesión
profunda y que en última instancia la carga de la deuda aumentaría, en lugar de
disminuir. El FMI también ha sido más o menos auto-crítico en este punto [Olivier
Blanchard admitió un “error” en relación con el “multiplicador fiscal”, ver Working Paper Nº 2013/1, Enero 2013].
Hay una primera lectura: las políticas de austeridad son absurdas y quebraron la recuperación que comenzaba en 2010 en Europa, son necesarias por lo tanto otras políticas. Pero, es evidente que existe otra lectura. Los líderes europeos saben lo que hacen y aplican una terapia de choque para reducir significativamente las ganancias sociales que son un obstáculo para la competitividad.
El problema
es que hay algo de verdad en ambos argumentos o, más bien, hay que combinar los
dos discursos. Por ejemplo, en el caso de Grecia, no podemos renunciar al
argumento de que las condiciones impuestas a Grecia son no solo absurdas, sino
demenciales, porque se le exigen excedentes presupuestarios del 3,5% antes del
pago de intereses de la deuda. [5] Y al mismo tiempo es posible demostrar que
el objetivo real nunca ha sido reactivar la economía griega, sino salvar los
bancos europeos, desalentar toda política unilateral y garantizar el pago del
servicio de la deuda.
La
tensión entre estos dos discursos nos retrotrae básicamente a una dificultad
programática y estratégica: ¿cómo construir un proyecto de transición o de giro
hacia otro funcionamiento de la economía? Lo que a veces llamo el “cretinismo
keynesiano” no es capaz de abordar este desafio [6]. Pero la lógica
“ultimatista” de decir que nada es posible sin destruir antes el capitalismo no
nos permite avanzar. Para Bernard Friot, por ejemplo, “lucha por el empleo, es
un tiro en el pie” [7] y la lucha por un mejor reparto del valor equivale a
“evitar la lucha de clases.” Está claro que las coordenadas del período actual
son favorables a inventores de sistemas y a los gurús. Llevará tiempo
reconstruir un verdadero horizonte de transformación de las luchas y las
resistencias sociales.
Notas
[1] Attac,
Par ici la sortie. Cette crise qui n’en finit pas, Les Liens qui Libèrent,
2017.
[2] François Chesnais, Finance Capital Today, Brill, 2016.
[3] Cédric Durand, Le capital fictif, Les prairies ordinaires, 2014.
[4] Ernest Mandel desarrolló este aspecto en 1972 en El capitalismo tardío, escrito en 1972, subrayando “la hipertrofia financiera”. Jesús Albarracín y Pedro Montes hicieron hincapié, en una contribución sobre los escritos de Mandel, en el interés de este sobre la categoría de “capital ficticio”, desarrollada por Marx en el tomo III de El Capital (Capítulo 29). (Nota de A l’encontre)
[5] El gobierno griego anunció el jueves 27 de abril de 2017, la conclusión de un acuerdo con los acreedores, poniendo de relieve, a través del Ministro de Economía (Tsakalotos) que los sacrificios de la mayoría de la población serían grandes, incluso en el ámbito de las pensiones, los impuestos directos sobre la renta para la supervivencia, etc. A raíz del anuncio de la Comisión y el Mecanismo Europeo de Estabilidad, el Ministerio alemán de Finanzas (Wolfgang Schäuble) calmó las aguas señalando que el acuerdo no entraría en vigor hasta el 22 de mayo de 2017 y que estaba previsto un “paquete de medidas de austeridad” para 2019-2020, después de lo cual se podrían aplicar “contra-medidas sociales”, a condición de un superávit primario (antes del servicio de la deuda) de hasta el 3,7%. La tortura sigue. (Nota de A l’encontre)
[6] Michel Husson, « Optimisme structurel à l’OCDE », Alternatives Economiques, 9 mars 2017.
[7] Bernard Friot, Emanciper le travail, La Dispute, 2014.
[2] François Chesnais, Finance Capital Today, Brill, 2016.
[3] Cédric Durand, Le capital fictif, Les prairies ordinaires, 2014.
[4] Ernest Mandel desarrolló este aspecto en 1972 en El capitalismo tardío, escrito en 1972, subrayando “la hipertrofia financiera”. Jesús Albarracín y Pedro Montes hicieron hincapié, en una contribución sobre los escritos de Mandel, en el interés de este sobre la categoría de “capital ficticio”, desarrollada por Marx en el tomo III de El Capital (Capítulo 29). (Nota de A l’encontre)
[5] El gobierno griego anunció el jueves 27 de abril de 2017, la conclusión de un acuerdo con los acreedores, poniendo de relieve, a través del Ministro de Economía (Tsakalotos) que los sacrificios de la mayoría de la población serían grandes, incluso en el ámbito de las pensiones, los impuestos directos sobre la renta para la supervivencia, etc. A raíz del anuncio de la Comisión y el Mecanismo Europeo de Estabilidad, el Ministerio alemán de Finanzas (Wolfgang Schäuble) calmó las aguas señalando que el acuerdo no entraría en vigor hasta el 22 de mayo de 2017 y que estaba previsto un “paquete de medidas de austeridad” para 2019-2020, después de lo cual se podrían aplicar “contra-medidas sociales”, a condición de un superávit primario (antes del servicio de la deuda) de hasta el 3,7%. La tortura sigue. (Nota de A l’encontre)
[6] Michel Husson, « Optimisme structurel à l’OCDE », Alternatives Economiques, 9 mars 2017.
[7] Bernard Friot, Emanciper le travail, La Dispute, 2014.
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