Oscar-René Vargas
“La vida sólo puede ser comprendida mirando hacia atrás,
pero ha de ser vivida hacia adelante”: Kierkegaard, 1813-1855
La profundización de la crisis del euro, y de su sistema
bancario, preanuncia que una nueva etapa de la crisis mundial se está
incubando. Tal como señalaba hace menos de tres años en mi libro La tormenta
perfecta. Crisis económica global (septiembre 2009), cuando la crisis del dólar
era la que salía a escena, los coletazos de la crisis en los países centrales
afectan a los periféricos, como a Nicaragua, por el lado comercial o el lado
financiero, o por una combinación de ambos. La política de comercio exterior
fue tomando los recaudos para prevenirse de esos impactos, el incremento con su
comercio con Venezuela, aunque mantiene, hasta ahora, la política comercial de
ingresos ilimitados de productos importados; pero en materia financiera las
prevenciones fueron llegando con demora y en cuentagotas.
Frente a un ataque financiero, señalaba en mi último libro, Economía
mundial: una nueva recesión (enero 2012), que Nicaragua tiene, al menos, tres
flancos débiles. Uno, padecer de un sistema excesivamente abierto, en el que se
permiten las operaciones domésticas en moneda extranjera con una facilidad que
puede verse en muy pocas otras partes del mundo. Y una permisividad para sacar
fondos del país que se prestan para hacer operaciones a las que no están
autorizadas, ligadas a la narcoactividad. Por último, los principales bancos
están manos del capital extranjero, lo cual no impulsa el mercado interno como
estrategia de desarrollo.