“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

25/11/12

La bofetada que la geopolítica le ha dado al Estado colombiano

[Ampliar la imagen]
Alfredo Portillo

Especial para La Página
La palabra geopolítica está asociada a las rivalidades de poder en el territorio por el control de sus recursos y sus habitantes. Puede ser tomada como la expresión de una realidad concreta o como el estudio de esa realidad.  Ayuda en gran medida a la compresión de los acontecimientos sociopolíticos a escala local, regional, nacional, continental o mundial.

Léala al final
A propósito de ello, quiero referirme en este corto escrito, a la bofetada que la geopolítica le ha dado al Estado colombiano. Me explico: resulta ser que la clase política dirigente del Estado colombiano, siempre ha sido percibida como muy ilustrada y formada en el campo jurídico-político. Sus presidentes, cancilleres y ministros, han dictado cátedra en ese sentido. Un buen ejemplo es la dulce y cándida María Ángela Holguín, actual Canciller del gobierno que preside Juan Manuel Santos.

El caso es que, la dirigencia política del Estado colombiano, muy especialmente la de los dos períodos de gobierno de Alvaro Uribe, nunca quiso  reconocer plenamente el carácter beligerante de las fuerzas insurgentes colombianas FARC-EP, como expresión de una realidad geopolítica concreta, es decir, como expresión de las rivalidades de poder por el control del territorio colombiano. Al día de hoy, la realidad geopolítica ha llevado a la dirigencia del Estado colombiano, a tener que sentarse en la mesa de negociaciones, para decidir con las FARC-EP, el futuro de la sociedad colombiana.

Simultánea e irónicamente, ante el fallo de la Corte Internacional de Justicia, que otorgó soberanía a Colombia sobre un territorio archipielágico lleno de gente y sin recursos, mientras que a Nicaragua le concedió soberanía sobre un territorio marítimo inmensamente rico en recursos, la dirigencia política del Estado colombiano se ha olvidado de lo jurídico y se ha colocado en el plano del razonamiento geopolítico, para desacatar el fallo de la máxima instancia de aplicación del derecho internacional. Es decir, la geopolítica le ha dado una bofetada y le ha dicho: tómenme en cuenta, porque la realidad sociopolítica es dinámica y cambiante, y se dilucida en el territorio.


Nota del Editor

En uno de los apartes del fallo, la Corte ha considerado que Colombia, a diferencia de Nicaragua, ha ejercido soberanía administrativa, jurídica y política sobre los territorios marítimos en disputa. Por lo tanto, determinó que este país tiene soberanía sobre los siete cayos del archipiélago. El fallo de la CIJ, que es inapelable, puso fin a una controversia jurídica de once años pero que diplomática y políticamente se remonta a 1980, cuando Nicaragua dio por inválido el Tratado Esguerra-Bárcenas de 1928-1930. En ese Tratado, los dos países firmaron un acuerdo que establecía el meridiano 82 como frontera marítima entre Nicaragua y Colombia, cuyas costas están separadas por una distancia aproximada de 400 millas. 

Pulsar en en enlace que se indica a continuación para ver el video, con la opinión de un experto: