Hace cerca de una década, la bandera del arco iris ondeó en
Beirut en una manifestación ciudadana. Era el 23 de marzo, tres días después
del primer bombardeo sobre Bagdad, y Leil-Zahra Mortada y cinco personas más
salieron a la calle a denunciar la invasión de Irak reivindicando su identidad
sexual y bajo su propia enseña. Marcaron un hito histórico: fue la primera vez
que alguien se atrevió a hacerlo en público en el mundo árabohablante. De ahí
nació Helem (Sueño), la primera organización LGBT (lesbianas, gays, bisexuales
y personas transgénero) de la región, que al año siguiente osó exigir el
reconocimiento público de las autoridades de su país. Leil-Zahra y unos pocos
más se personaron en el ministerio del Interior y entregaron los formularios.
No pasó nada.
Helem, cuyas siglas corresponden al acrónimo en árabe
Protección Libanesa para lesbianas, gays, bisexuales y transexuales, dio
esperanzas a la comunidad LGBT del mundo árabe. Fue la primera organización que
reivindicó su derecho a ocupar el espacio público y la primera en publicar, en
2005, una revista para el colectivo, Barra (Afuera). Poco después, en 2004, se
creó el grupo de apoyo a las lesbianas palestinas Aswat (Voces), que aunque
está basado en Haifa, en territorio israelí, trabaja también en Cisjordania y
Gaza. Ese mismo año nació en Marruecos el portal Gay Maroc que se transformaría
en 2005 en la asociación Kif Kif, que significa iguales en amazigh. Kif Kif
lanzó en 2007 la revista digital Mithly, el término que usa el discurso
contemporáneo gay en árabe, que se publica en papel desde hace dos años. En
2007, también en el Líbano, surgió Meem, una suerte de escisión de Helem
integrada por lesbianas y personas transgénero.