Foto: Luis Britto García en su hamaca |
La selección de Luis
Britto García como “el escritor homenajeado” de la novena Feria Internacional
del Libro Venezuela 2012, es al mismo tiempo un reconocimiento a su valor
intelectual como la confirmación de que estamos ante un personaje de época.
Nacido en
Caracas en 1940, doctorado en Derecho, profesor universitario, narrador de
cuentos, relatos y novelas, dramaturgo, ensayista político, dibujante,
humorista de oficio, columnista y conferencista. Luis Britto tiene el extraño
rasgo de ser destacado en cada una de esas disciplinas. Es de difícil
cuantificar su obra escrita, por lo extensa, más aún por la variedad temática,
por la policromía literaria de su tratamiento y por la combinación de recursos
ficcionales con ensayísticos. Eso no es fácil.
Según el
registro confeccionado por el departamento de publicaciones del Ministerio del
Poder Popular para la Información, el homenajeado publicó 13 obras de
narrativa. En ella destacan libros como Rajatabla, Abrapalabra, Los Fugitivos o
Piratas.
Sin embargo,
la versatilidad de Luis Britto permite recordar cuentos o narraciones suyas
relacionadas con las más inesperadas circunstancias.
El año 2010,
en el Centro Cultural de la Cooperación, en Buenos Aires, cuando terminó de
conferenciar, una docente argentina que había vivido años de exilio en Caracas,
le recordó con admiración el cuento “La bomba” leído por ella a mediados de la
década de los 70, una breve narración experimental por la que desfilan
militantes clandestinos, diputados corruptos y un muerto que no encuentra
sepultura.
Luis Britto
la miró, expandió sus ojos pequeños entre los anteojos, sonrió con modestia y
le dijo con su voz suave de cura pueblerino bueno, “cierto, claro chica”, volvió a sonreír y continuó.
Aunque su
ensayo más ponderado ya es un clásico en el tema, La máscara del poder: del
Gendarme Necesario al Demócrata Necesario (y sus variaciones bibliográficas),
su producción reflexiva reúne 30 libros y folletos de crítica social y
cultural, análisis políticos, estudios históricos y del lenguaje.
América
Nuestra: Integración y Revolución, por ejemplo, una publicación reciente,
supera trabajos previos de compendio americanista, como La Nación americana,
del argentino Jorge Abelardo Ramos; con una diferencia, Luis Britto cita
fuentes verificables, Ramos plagiaba sin escrúpulos, como lo demostró su
connacional Milcíades Peña, entre otros. Escribir, como cualquier acto
humano noble, pierde su mérito si no se asienta en una ética.
Otro libro
insoslayable de su obra, mezcla de ensayo, recensión y periodismo, pero en
clave de humor agudo, es Venezuela: investigación de unos medios por
encima de toda sospecha. Junto con el texto de R. H. Montoya y otros, invoca el
je acusse, de Emile Solá contra la hipocresía “democrática” en la Francia burguesa
del amanecer del siglo XX.
Luis Britto
García continúa por los caminos más impensados. De él se han escenificado 16
escritos de dramaturgia y 6 guiones para películas. Como humorista es
inconmensurable, habría que clasificar sus conferencias, dibujos y escritos
polémicos.
Parte de
ello se puede apreciar en su blog personal y en las publicaciones de El Gallo
Pelón, La Pava Macha o Coromotico o en sus sabrosas charlas, piezas
epigramáticas balanceadas entre conocimiento y sátira.
Sus columnas
en el diario Últimas Noticias son seguidas por decenas de miles cada semana.
Algún ocioso creativo acuño el apelativo “Librito García” para referirse a su
cuantiosa producción literaria.
El autor
mereció más de 10 premios dentro y fuera del país. Ya era hora que tan vasta
creación intelectual tuviera un reconocimiento más allá de lo individual y lo
intelectual.
El poeta
Ricardo Romero, conocedor de la bohemia caraqueña cuenta que Luis Britto el
único de nuestros intelectuales de izquierda “que no sufrió la guillotina
crítica de Argenis Rodríguez” en su columna viperina Escrito con odio. Casi
toda una generación perdió su ilustrada cabeza, menos el autor de Abrapalabra.
Es que Luis
Britto García no padeció del síndrome de conversión ni de otras secuelas que
dejaron tan mal parada a la mayoría de los excelentes creadores literarios y
políticos sesentistas. Sin proponérselo, él se convirtió en la expresión más
integral y compleja de aquella generación romántica, la penúltima del siglo.
Recuerdo que
en Buenos Aires hicimos el año 2000 un ejercicio de ociosidad necesaria.
Dibujamos en un papel dos columnas, como si se tratara de dos bodegueros sin
power point: “los que se fueron” y “los que se quedaron”.
En una
apuntamos a quienes no soportaron el cambio social porque no se parecía al
modelo canónico que cargaban en el bolsillo, lo que hemos denominado
“revoluciones de bolsillo”; en la otra columna, aquellos creadores
intelectuales que acompañan este proceso sin veleidades personalistas, ni
autoengaños palaciegos.
El resultado
fue pavoroso. Él y una decena más resistieron sin ambigüedad los jugosos
oropeles de la IV República, su Conac (con whisky y coñac), las lupanares
asesorías parlamentarias y las bien pagadas columnas semanales.
Hoy es, y no
encuentro una duda racional, el intelectual más completo que tiene Venezuela y
uno de los más brillantes del continente. Pero claro, Luis Britto es un
“escritor moral”, como reclamaba Tolstoi cuando hablaba de coherencia entre lo
que se hace en la vida y lo que se escribe en el papel. Y eso, como se sabe, no
gana rating en las cadenas comerciales ni en las agencias internacionales de
información tarifadas.
Con la misma
ética que cuestionó la era adeco-copeyana, es capaz de criticar las
purulencias, heredadas y propias, del tipo de régimen conformado en el país
desde 1999.
Eso tiene
costos. Pero en nuestro proceso político están atenuados, no constituyen un
sistema de persecución. La “revolución bolivariana” se diferencia de todos los
movimientos nacionalistas conocidos por la amplitud de su democracia social y
la tolerancia hacia la crítica política e intelectual. A pesar de las
desviaciones y errores conocidos que comprometen su destino.
Luis Britto
no es un intelectual solitario. Pertenece a un proceso social que lo reclama
como suyo por su valor literario e integridad, no por su cercanía al poder o a
la fama, ambas cosas bien merecidas. La suma de su trayectoria más la
integridad de su conducta social y política, lo ubican en el lugar del
intelectual de su época.
Modesto Emilio Guerrero es analista
internacional, periodista y escritor venezolano.