“Hoy, aturdidos después de varios siglos por el orgullo de la técnica, hemos olvidado que existe un orden divino del universo. Ignoramos que el trabajo, el arte, la ciencia, son tan sólo diferentes modos de entrar en contacto con ese orden. Si la humillación de la desgracia nos despertara, si encontráramos esta gran verdad, podríamos borrar lo que constituye el gran escándalo del pensamiento moderno: la hostilidad entre ciencia y religión.”: Simone Weil, 1934
Mailer Mattié
El rumbo que tomó la civilización industrial durante el
siglo XX demandó ignorar los valores y la concepción del mundo implícitos en el
legado de NiKola Tesla,1 representado, no obstante, en prácticamente todos los
ámbitos de la tecnología actual; se afirma, inclusive, que hasta los ingenieros
que egresan de las universidades lo desconocen. Afortunadamente, creamos o no,
hemos iniciado un prometedor período de recuperación del conocimiento a todos
los niveles, cuya característica principal es la tendencia cada vez mayor a
buscar la unidad posible entre modernas y antiguas sabidurías: un camino
indispensable para hallar soluciones permanentes al futuro de la humanidad. En
este contexto, emerge con toda su lucidez la amplitud y profundidad del
pensamiento de Tesla cuya vertiente social, inseparable de su carácter
científico y técnico, constituye un aporte insustituible en nuestro convulso
tiempo.
En 1900, Tesla escribió el ensayo titulado “El problema de
aumentar la energía humana”, publicado originalmente en CenturyMagazine.2 Un
siglo después, su inspiradora lectura nos permite divisar con abrumadora
claridad los hilos invisibles que tramaron la continuación del itinerario de la
sociedad moderna y el origen, sin duda, de muchos de sus errores, consecuencias
y atrocidades que hoy día afectan a todos los pueblos y naciones del planeta.
Su propia visión de la realidad y sus propuestas destinadas a transformar el
mundo ofrecen no sólo una original perspectiva crítica: también -y sobre todo-
nos revelan la alternativa científica de imaginar la construcción razonable de
una nueva sociedad. En el pensamiento de Tesla, en efecto, son imprescindibles
la armonía, la reciprocidad y la complementariedad entre las leyes que ordenan
la naturaleza y aquellas que deberían ordenar la vida social. Trabajó pues,
suponiendo que era posible dirigir las fuerzas económicas y políticas del
momento hacia la solución de problemas que consideraba “infinitamente más
importantes para la humanidad que el mero desarrollo industrial”, incapaz de
aceptar que el esfuerzo humano –y el suyo propio, absolutamente desmesurado- se
dedicara a auspiciar otros objetivos. Renuente a la codicia y al interés del
poder económico que crecían en su entorno como semillas sembradas en tierra
fértil, su posición expresa -más que la simple apariencia de una extrema y
dudosa ingenuidad- la convicción absoluta que nace al comprender la coherencia
que dirige el rítmico movimiento de la naturaleza. La convicción, sin duda, de
no contribuir a los errores que seguramente veía multiplicar amenazantes por
doquier en aquella sociedad neoyorquina recientemente iluminada por la
aplicación de sus propios descubrimientos, pletórica ante la aparición de
infinitas posibilidades para el éxito del crecimiento económico y la
acumulación sin límites.
En su ensayo, Tesla parte de una noción esencial de la vida
como guía para describir la trayectoria y los objetivos de algunos de sus
principales descubrimientos realizados hasta entonces. A tal efecto, aseveró
que toda representación de la vida humana, sin importar su complejidad (un
individuo, una familia, una comunidad, una nación) constituye en primer término
una masa movida por una fuerza, a la que, por tanto, es posible aplicar las
mismas leyes generales sobre el movimiento que actúan en el universo. Además,
somos parte de un todo, afirmó –“todos somos uno”-: algo que en principio es un
“hecho físico”, tal como mantienen las enseñanzas ancestrales desde hace miles
de años, aun cuando –sostuvo- la ciencia moderna no haya desarrollado
suficientes experimentos que permitan confirmarlo, básicamente por falta de
medios y métodos de investigación adecuados. Una verdad, por lo demás, en sí
misma demoledora de los paradigmas que identifican a la sociedad moderna,
fundamentada en la inversión de medios y fines, la separación, el
enfrentamiento y la dualidad donde uno de los polos prevalece siempre sobre el
otro: norte/sur, moderno/primitivo, hombre/mujer, economía/naturaleza,
ciencia/cosmovisión, etcétera.
La mitad de la masa
por la velocidad al cuadrado (½MVxV)
Si la humanidad es una masa impulsada por una fuerza, es
posible entonces calcular su energía de acuerdo con las leyes generales del
movimiento mecánico. Siguiendo a Tesla, el cálculo vendría dado por la fórmula:
½MVxV (la energía humana es el producto de la mitad de la masa humana M,
multiplicada por el cuadrado de una velocidad hipotética V); M está en
constante transformación, puesto que los seres humanos somos capaces de alterar
su volumen y la velocidad de movimiento al disponer de cantidades determinadas
de energía proveniente de fuentes diversas. En consecuencia, el gran problema
de la ciencia será siempre aumentar la energía disponible para la humanidad.
Una lectura social de este razonamiento permite deducir la equivalencia entre
energía y bienestar humano, donde V es la calidad de la vida; en tal caso,
sería posible afirmar que el gran problema de la ciencia -y también de la
sociedad- será siempre aumentar el bienestar humano. Un problema cuya solución
supone aceptar que el movimiento de M depende de una fuerza determinada F, a la
que presenta resistencia otra fuerza antagonista R -integrada en parte por
fuerzas de rozamiento y en parte por fuerzas negativas-; la diferencia entre F
y R será, al final, la fuerza efectiva de la que dependerá la velocidad del
movimiento de M. Aumentar la energía humana, por tanto, equivale a elevar el
producto ½MVxV, lo cual, según Tesla, puede lograrse sólo de tres maneras: 3
1. Aumentando M, sin alterar F y R;
2. reduciendo R, sin alterar M y F; y
3. aumentando F, sin alterar M y R
El aumento de M y la reducción de R presentan límites; no
obstante, F podría incrementarse indefinidamente. Las opciones anteriores
suponen tres aspectos diferentes del mismo problema, aunque cada una es a su
vez un problema distinto: la sociedad enfrenta, pues, tres problemas
fundamentales diferentes.
Aumentar la masa
humana (M). La alimentación
Para desafiar el primer problema, Tesla propuso dos
soluciones: estimular las fuerzas que tienden a aumentar M ó reducir aquellas
que tienden a disminuirla. En el primer caso cita, por ejemplo, la alimentación
sana, el cuidado de la salud, la atención a la infancia, la higiene y el agua
pura,4 a lo que podríamos agregar hoy día el aire que respiramos. En pocas
palabras, podemos referirnos a la satisfacción plena de lo que Simone Weil
llamó, casi medio siglo después, “las necesidades terrenales del cuerpo”.5
Tesla advirtió, sin embargo, que al agregar nueva masa
humana a la antigua es de gran importancia que la primera sea de una velocidad
–calidad- mayor, tomando en cuenta la educación como el factor primordial. De
esta manera, la nueva masa mejor educada añadiría energía de forma considerable
a la suma total de la energía humana, cuyo aumento sería proporcional al
crecimiento de la población. Citando de nuevo a Weil, el bienestar humano
podría incrementarse notable y constantemente si, además, las nuevas
generaciones vivieran sin la amenaza del desarraigo y en condiciones de
satisfacer las “necesidades terrenales del alma”; es decir, si vivieran en un
contexto social de igualdad obedeciendo jerarquías legítimas, con libertad y
acceso a la verdad, a la propiedad personal y colectiva y con seguridad e
iniciativa personal sin renunciar al riesgo.
Por otra parte, de los innumerables factores que reducen la
masa humana ninguno –sostuvo Tesla- es comparable a la falta de alimento y de
una nutrición adecuada, consecuencias de la pobreza y de la hambruna que
produce millones de muertes. Por tanto, la respuesta principal al primer problema
que plantea el aumento del bienestar humano es: cómo proporcionar alimento sano
y suficiente a la población. En este sentido, Tesla fue partidario de efectuar
un cambio radical en la alimentación a favor del vegetarianismo, objetando el
crecimiento del “bárbaro hábito” del consumo de carne de ganado, aludiendo que
la matanza de animales destruye, entre otras cosas, nuestra moral. Propuso así
hallar modos de aumentar la productividad natural del suelo, comenzando por la
preservación de los bosques y la utilización de fuentes de energía que
suprimieran la necesidad de quemar árboles -necesidad que un siglo después es
imperiosa-; aunque la clave para mejorar la fertilidad de la tierra –señaló-,
es la producción natural y barata de compuestos de nitrógeno -nada más alejado
de la supuesta solución que ofrece el modelo vigente de agricultura
industrial-.
Tesla, desde luego, intentó llevar a la práctica su
propuesta realizando diversos experimentos con electricidad, cuyo objeto era
disponer del nitrógeno de la atmósfera en cantidades ilimitadas mediante la
oxidación. Consideró que el bajo costo del proceso permitiría su libre
utilización en todo el mundo, la fertilización permanente del suelo y la
producción de comida saludable; es decir, el acceso a una nueva e inagotable
fuente de suministro de alimentos que se traduciría en un beneficio
incalculable para la humanidad. Confió en conseguir que la producción de
nitrógeno por esta vía pronto se convirtiera en una nueva industria, cuya
importancia comparó con la fabricación del hierro; sin embargo, las firmes
convicciones de Tesla no pudieron vencer los mezquinos intereses de la sociedad
industrial.
Reducir la fuerza (R)
que retarda a la masa humana. La paz
La fuerzas que retrasan el movimiento de la humanidad –es decir,
que limitan la calidad de la vida en el planeta- son, como se ha mencionado
antes, de fricción y negativas. Las fuerzas de resistencia –explicó Tesla-,
carecen de una dirección concreta, tal como sucede con la ignorancia o con la
estupidez; las fuerzas negativas, al contrario, sí tienen una dirección
definida como ilustra, por ejemplo, el fanatismo religioso –o la ideología, la
propaganda de todo tipo y en general los medios que ocupan el lugar de los
fines, podríamos añadir-. Las primeras, por tanto, implican siempre una pérdida
inevitable, mientras las segundas son fuerzas mal dirigidas que se pueden
transformar; así, para reducirlas es necesario emplear métodos radicalmente
diferentes que eliminen las fuerzas de fricción y reconduzcan las fuerzas negativas.
Tesla, efectivamente, definió la ignorancia como la principal fuerza de
fricción que actúa sobre la calidad de la vida de los seres humanos, a la que
sólo se podría minimizar mediante la ampliación del conocimiento y la
unificación de los distintos elementos que conforman la diversidad humana -en
consecuencia, la fragmentación, el desarraigo, la destrucción de las culturas y
la dualidad como lógica dominante de la sociedad moderna, son también fuerzas
principales que retrasan y limitan el movimiento de la humanidad-. No obstante
–sostuvo Tesla-, las fuerzas negativas tienen un efecto superior, entre las
cuales la de mayor alcance es la guerra organizada que destruye millones de
vidas, requiere inmensas sumas de dinero y consume una gran cantidad de energía
humana –convertida, además, en una de las más lucrativas industrias de la
modernidad-.
El aumento de la energía humana exigiría, entonces, la
abolición de todas las barreras que separan a los pueblos y el establecimiento
permanente de la paz; certeza que la Gran Guerra de 1914-18 reforzó en el
pensamiento de Tesla quien en 1919 escribió: “Lo que ahora más deseamos es un
contacto más próximo y un entendimiento mejor entre los individuos y las
comunidades de toda la Tierra, y la eliminación de esa devoción fanática por
los ideales exaltados del egoísmo y el orgullo nacionales que siempre son
propensos a zambullir al mundo en el barbarismo primitivo y la lucha”.6
Transformar la dirección de esa enorme fuerza negativa –siempre en crecimiento-
demandaría, en consecuencia, un conjunto de fases intermedias, cuyo paso
inicial consistiría en una hipótesis radical, un principio que evitara la
muerte: Tesla lo encontró al plantear la disminución progresiva del número de
personas que participaran directamente en un conflicto bélico; es decir,
prescindir de los seres humanos y sustituirlos por máquinas –autómatas- que se
enfrentaran entre sí, para lo cual contaba con el éxito de sus investigaciones
sobre el control remoto y la robótica. El “científico loco” en su esplendor.7
Aumentar la fuerza
(F) que acelera la masa humana. El aprovechamiento de la energía del sol. El
trabajo
Encontramos aquí la solución que Tesla consideró de mayor
importancia para enfrentar el problema fundamental de aumentar la energía y el
bienestar humano, porque la fuerza (F) que acelera el movimiento de la masa
humana (M) es la que determina siempre su dirección. La energía expresada en
trabajo es el mecanismo que mueve el mundo, no obstante es el sol el verdadero
“resorte” que lo maneja todo: preserva la vida y suministra la energía humana;
por tanto, aumentar F significaría en primer término derivar más energía solar
para uso humano. Tesla observó, asimismo, que la sociedad moderna se negaba
cada vez más a dar pasos radicales para aumentar la utilización de la energía
del medio ambiente; circunstancia que implicabaun gran despilfarro energético y
servía como fuente de alimentación para diversas fuerzas negativas y de
fricción (R). Tesla, además, consideraba “un proceso bárbaro contrario a la
civilización” centrar la generación de energía en la combustión de materia; hoy
sabemos que la sociedad industrial eligió multiplicar exponencialmente esta
tendencia y conocemos las consecuencias, sin obviar el incalculable riesgo que
constituye el uso de la energía nuclear y la función que el petróleo ha tenido
como instrumento para generar la fuerza negativa de la guerra. No obstante,
para aumentar la disponibilidad de energía solar Tesla pensó que el mejor
método podría consistir en utilizar los rayos del sol que suministran millones
de caballos de potencia por kilómetro cuadrado; descubrir cómo hacerlo
significaría, de hecho, encontrar una fuente inagotable –e inapropiable- de
energía. Sin embargo, el hallazgo de nuevas fuentes energéticas exigiría al mismo
tiempo –y sobre todo- la “radical innovación” de encontrar el modo de
transmitir la energía a cualquier distancia a través del medio: este sería, a
su juicio, el gran salto que permitiría finalmente unir los elementos diversos
de la humanidad, cuya “influencia moral” sería incalculable.
Tesla pues, resumió las tres posibles soluciones al gran
problema de aumentar la energía humana – y de cambiar el mundo- en tres
palabras: comida, paz y trabajo (energía); tres soluciones que –confesó- había
aprendido en la infancia en la tierra de sus padres. Emprender el camino hacia
la unidad de la diversidad humana comenzaría, entonces, por aprobar el consenso
sobre este fin común de la humanidad, como si hablásemos la misma lengua y
venerásemos juntos al mismo Dios.
Notas
1 NiKola Tesla nació en Smiljan, actual Croacia, el 10 de
junio de 1856, donde pasó la infancia con su familia en un ambiente rural; su
padre era sacerdote de la iglesia ortodoxa serbia y su madre inventaba objetos
y herramientas de uso cotidiano. Ingeniero y genial inventor, sentó las bases
sobre las que se asientan la electricidad y la tecnología moderna. Trabajó en
los campos del electromagnetismo y de la ingeniería electromecánica,
contribuyendo al desarrollo de las aplicaciones de la corriente alterna, la
robótica, el control remoto, el radar y la computación, entre otras novedades
científicas. En 1943 fue reconocido oficialmente en los Estados Unidos como el
descubridor de la radio, ya muerto Guillermo Marconi y una vez comprobado que
el inventor italiano había basado sus investigaciones en patentes de Tesla. A
finales del siglo XIX, sus aplicaciones de la corriente alterna sustituyeron a
la corriente continua de T. A. Edison, generando una innovación radical en el
uso de la electricidad en la vida cotidiana e industrial, lo cual le otorgó
prestigio y reconocimiento mundial. Trabajó siempre en función del servicio que
sus inventos pudieran dar a la humanidad, por lo que prestó poca atención a su
beneficio personal. Cultivó una excéntrica personalidad y su fama fue
interesadamente opacada, al punto de ser tildado como “científico loco” y
“soñador haragán” por sus entonces increíbles ideas, incluyendo su reiterada
afirmación de haber recibido señales de vida extra terrestre mientras realizaba
alguna de sus investigaciones. Uno de sus grandes sueños, sin embargo, fue
encontrar los modos de utilizar y transportar libremente energía del sol y del
medio ambiente, al declararse firme opositor de la combustión de materia,
proceso que consideraba bárbaro e irracional. No tuvo hijos ni pareja conocida
y murió en la soledad y en la pobreza en un hotel de Nueva York a los 86 años
de edad el 7 de enero de 1943, ciudad a la que había emigrado en 1884 después
de haber trabajado una temporada en París. Belgrado alberga el museo donde se
conserva su legado.
2 Tesla, NiKola. Yo y la energía. Presentación de Miguel A.
Delgado y traducción de Cristina Núñez Pereira. Turner Noema. Madrid, 2011; pp.
239-311.
3 Además de su amor por los animales y por las palomas en
particular, Tesla tenía una predilección especial por el número tres, un
simbolismo con el que impregnó su vida y su trabajo coincidiendo, por ejemplo,
con la fecha de los ensayos de algunos de sus más importantes experimentos.
4 Tesla propuso convertir en “ley inflexible” la
obligatoriedad de hervir o esterilizar el agua para consumo en cada casa o
lugar público y trabajó, incluso, en la utilización del ozono para tal fin.
Millones de personas en el mundo carecen aún del suministro mínimo para
satisfacer las necesidades de agua potable.
5 “Cada persona debería considerar su cuerpo como un regalo
inestimable de alguien que nos ama por encima de todo, como una maravillosa
obra de arte de una belleza indescriptible y de una perfección que está más
allá de la concepción humana, y como algo tan delicado y frágil que una
palabra, un suspiro, una mirada, más aún, un pensamiento, podría dañarlo”.
Tesla. Op. cit., p. 247.
6 Ibíd, p. 226
7 Hoy día, el costo ecológico de producir semejantes
artefactos sería, sin embargo, inaceptable y, en consecuencia, contrario a los
principios de Tesla. Mejor sería evitar cualquier excusa que incentive guerras.
Mailer Mattié
es economista y escritora. Este artículo es una colaboración para el Instituto
Simone Weil de Valle de Bravo en México y el CEPRID de Madrid.