Especial para La Página |
I. El 9 de Abril del año de gracia que
transcurre, se convocó a una movilización por la paz y en conmemoración de tan
dramático día. Fueron varias jornadas las que conmovieron a Bogotá, Barrancabermeja
y toda Colombia en 1948, a raíz del asesinato de Jorge Eliecer Gaitán.
El referente principal de la paz son los
diálogos de La Habana
entre el gobierno del presidente Juan Manuel Santos y la insurgencia armada de
las FARC, proceso que avanza con gran expectativa nacional e internacional en
medio de dificultades. Se trató con esta manifestación, al igual que con
distintos foros temáticos, de participar, de enviar un mensaje explícito a los
dialogantes, reclamando el derecho a vivir en PAZ. Ni más ni menos es la
convicción de una vasta audiencia nacional y crecerá más aún a medida que la
educación e información sobre los temas se intensifique. El mensaje de los
manifestantes del 9 de Abril es de estímulo, de optimismo, de luchar por la
paz. A esto se suma los pronunciamientos de dialogar de la insurgencia armada
del ELN y su propuesta de convención nacional.
La convocatoria inicial a la movilización fue
de Marcha Patriótica, que con Poder Ciudadano, mostraron una nutrida presencia
de adherentes, organizados y entusiastas. Múltiples movimientos y grupos de
distinta condición social, regional y política concurrieron a la movilización. En
primer lugar, hay que señalar el papel preponderante de las víctimas de la
violencia en esta movilización. La
Colombia profunda, la de las regiones y la ruralidad, la de
los bosques y ríos, estuvo representada en un paisaje clasista de indígenas,
negros, campesinos, pescadores, labriegos, obreros rurales. Pero también
núcleos urbanos de trabajadores, con una presencia erguida de MUJERES, de los
estudiantes universitarios y otros sectores de la juventud. Cada sector exhibió
sus pancartas, sus banderas, sus consignas, sus gritos, disfraces, danzas,
representaciones vistosas, máscaras. Además, el teatro callejero de zancos y
musagetas. Un rostro carnavalesco a la manifestación.
Las regiones vinieron con su largo pleito a
cuestas, visibilizándose, expresando sus deseos de unirse desde la periferia al
centro, de abajo hacia arriba. En términos históricos, es el asunto del
reordenamiento territorial: federalismo o Estado regional o de autonomía, que
se combina con la reforma agraria afroindocampesina[1].
Desde distintos sitios de la capital de la
república, las muchedumbres desfilaron hasta la Plaza de Bolívar, que fue
llenada varias veces. Cada contingente daba paso al siguiente y así
sucesivamente. La movilización tuvo la forma de un inmenso desfile y esta
singularidad le dio su dignidad. No fue una marcha del silencio, hubiese podido
serlo reeditando la convocada por Gaitán, como al comienzo se planteó. No fue
tampoco una manifestación ruidosa, con puños alzados, cerrados. Fue un desfile
con paso erguido.
II. En El Tiempo, diario por excelencia de la gran
burguesía y el establecimiento político, se convocó en su editorial del 9 de
abril a apoyar la marcha, en términos tan significativos como los siguientes:
“La invitación, pues, es a sumarse a esa masa crítica de origen ciudadano que
fije unas bases indispensables para garantizar la legitimidad de los eventuales
acuerdos que puedan alcanzarse en La Habana. Pero, más que esto, es a dejar
claro que los colombianos somos capaces de movilizarnos por una causa de cuyo
desenlace depende la nación que les quedará a nuestros hijos y nietos. Puesto
de otra forma, que somos capaces de marchar, incluso, sobre nuestras
diferencias hacia un nuevo objetivo común, que ya empieza a tomar forma”[2].
El gobierno nacional, con el presidente Juan
Manuel Santos, apoyó la convocatoria y participó con sus propios rituales. Reunión
con discurso a las Fuerzas Militares en el Monumento a los Caídos reafirmando
su política de paz y luego la siembra de un árbol (una palmera) junto con el
alcalde de Bogotá Gustavo Petro, en homenaje a las víctimas de la violencia.
Sobre la escena política en que se desarrolló
la manifestación, gravitó el propósito de lograr que el visto bueno a la
negociación en La Habana, y la exigencia de la paz como conquista democrática,
refrendara el apoyo a la reelección del presidente Juan Manuel Santos. El que
esto fracasara, es un síntoma de la noble conciencia de los manifestantes. Lo
que vino con la propuesta de que se ampliase el período presidencial por dos
años más, para el actual mandatario, fue una comedia de equivocaciones, con el
Presidente de la República dando palos de ciego.
El Distrito Capital apoyó la marcha y le dio
su propio sentido. Enfatizó la defensa de lo público y la democracia. El
discurso del alcalde se centró en su persona, en su familia, dejando el sabor
de una escenificación de su protagonismo caudillista. Como dice Mauricio
Archila: “Así todos aportaron su cuota de particularismo legitimado bajo el
discurso del bien común. A esos intereses particulares, no necesariamente
mezquinos, la opinión pública no les hizo mucho caso”[3].
III. Sobre las valoraciones cuantitativas de la
movilización, se han dado diferentes cifras, que incluyen el cálculo de un
millón de personas presentado por Alfredo Molano[4]. Mientras no haya
un estimativo técnicamente elaborado, prefiero aplicar el criterio del justo
medio: una cifra alrededor de 500 mil personas. Un número bastante grande y
significativo, que estimula el optimismo por la paz.
Nuestro admirado maestro Hector Osuna, que
oficia también de columnista en El Espectador con el seudónimo de “Lorenzo
Madrigal”, ha escrito que no se logró el objetivo de llenar la plaza[5]. En forma deliciosa, ironiza sobre la
participación e incluso afirma: “Si la gente se desplaza para votar, hablamos
de trasteo de votos; si la traen de otras localidades a desfilar en Bogotá,
llamémoslo trasteo de marchas. Sólo en un 16%, los capitalinos respondieron
haber marchado (Datexto, para la W)”. Lorenzo Madrigal me despertó la
curiosidad de transformar en cifras el porcentaje de participación de bogotanos
en la manifestación. Así, considerando que la población de Bogotá corresponde a
7.363.782 para el año 2010[6], el 16% equivaldría
a 1.178.205 ciudadanos. Hoy en día la cifra sería mayor. Como yo reverencio al
maestro Osuna, estoy tentado de acoger sus datos.
La Marcha Patriótica mostró reflejos adecuados
al convocar la movilización, cambió de enfoque sobre la coyuntura política,
dando nuevos brios a los deseos por la paz. Esto es satisfactorio en grado
sumo, dado el acto fallido de Marcha de haber convocado en el mes de octubre
del año pasado a un paro cívico nacional que no se realizó, y produjo el
natural desconcierto. Del vanguardismo a las masas, buena rectificación.
Una movilización de estas dimensiones es al
mismo tiempo una instantánea de la vida cotidiana de sus participantes, y
resulta del mayor interés la observación de la forma como ocupaban las calles y
los andenes para sentarse a descansar, los puestos colectivos de refrigerios y
de alimentación, la red organizativa. En la crónica fotográfica de Margarita
Bernal, Bocados y antojos de la marcha, se da un registro de los siguientes manjares:
alegrías, sandías, café con leche, canelazo, chicharrón con arepa, chontaduro,
chorizo antioqueño, papas chips y churros, coco fresco, agua de coco y coco
carmelizado, cucas, gelatina de pata y jugo de guanábana, mazorcas, pinchos de
carne, huevos de chocolate, jugo de mandarina, mangostinos, patacones,
chicharrón, dulces y obleas, mango biche, queso y bocadillo, uvas chilenas,
maíz pira, peras, agua y hasta un chef[7].
Se opusieron a la marcha: de un lado, la
ultraderecha del expresidente Álvaro Uribe, que busca sabotear los diálogos. Del
otro, el Polo Democrático, que tuvo una postura equivocada y sectaria,
estigmatizó a los que se movilizaron, señalando que esto significaba apoyar la
reelección del presidente Santos. Como lo escribimos antes, los miles de
manifestantes lo hicieron con el principio ético de adiós a la guerra y por una
paz duradera.
A lo que estamos asistiendo es a la exigencia
de la paz por parte de una vasta audiencia, no solo a la subversión
guerrillera, sino al Estado y al gobierno nacional.
Notas
[1] Ver: Sánchez, Ricardo. Estado y
planeación en Colombia. Bogotá: La Rosa Roja, 1984. Fals Borda, Orlando. La insurgencia de las provincias. Hacia un
nuevo ordenamiento territorial para Colombia. Bogotá: Instituto de Estudios
Políticos y Relaciones Internacionales Universidad Nacional de Colombia/Siglo
Veintiuno editores, 1988. Fals Borda, Orlando. Región e Historia. Elementos sobre ordenamiento y equilibrio regional
en Colombia. Bogotá: Tercer Mundo editores/ Instituto de Estudios Políticos
y Relaciones Internacionales Universidad Nacional de Colombia, 1996.
[2] Editorial: Una marcha, un
mensaje. El Tiempo, Abril 9 de 2013.
http://www.eltiempo.com/opinion/editoriales/una-marcha-un-mensaje-editorial-el-tiempo_12732118-4
[3] Archila, Mauricio. La marcha del
9 de abril. Pelando la cebolla. En: Razón Pública. Abril 14 de 2013. http://www.razonpublica.com/index.php/politica-y-gobierno-temas-27/3673-la-marcha-del-9-de-abrilpelando-la-cebolla.html
[6] Fuente: DANE, “Boletín Censo General 2005. Perfil Bogotá”. http://www.dane.gov.co/files/censo2005/PERFIL_PDF_CG2005/11000T7T000.PDF
[7] Bernal, Margarita. Bocados y
antojos de la marcha. Abril 9 de 2013. http://www.elcondimentariodemargarita.com/2013/04/bocados-y-antojos-de-la-marcha/.
Igualmente: Camacho, Hernán. 9 de abril
de 2013. Las alpargatas echaron a andar. En: VOZ. La verdad del pueblo.
Edición 2684, semana del 17 al 23 de abril de 2013. pp. 8-9.
Ricardo Sánchez Ángel es doctor en historia y Profesor de la Universidad Nacional de Colombia