Paula Bach |
La crisis económica mundial que estalló en 2008/9 y su curso
ulterior, pusieron de manifiesto distintas líneas de falla estructurales en el
equilibrio capitalista imperante durante el período de ofensiva neoliberal. A
saber: crisis de creación “exuberante” de capital ficticio;
desindustrialización norteamericana subproducto del proceso de deslocalización
productiva; límites a la prolongación del “círculo virtuoso”
chino-norteamericano y a la persistencia del desarrollo de Alemania como
potencia exportadora. Esas líneas de falla se encuentran a su vez atenuadas por
otros aspectos estructurales que se gestaron durante los
años neoliberales o dieron fundamento a nuevos factores actuantes. A saber: desarrollo de la mundialización financiera y en gran medida productiva del capital; intervención masiva del Estado capitalista como rescatista de última instancia; y herencia de fuertes elementos de crisis de subjetividad de la clase obrera1. La combinación particular del conjunto de estos aspectos estructurales contribuye en una parte importante a explicar los diferentes momentos de la crisis económica mundial. El actual reanimamiento parcial de Estados Unidos, combinado con las políticas monetarias que el año pasado implementó el BCE2 y la por ahora suave desaceleración de la economía china, dieron paso a una coyuntura de crisis no catastrófica, desigual y signada por un crecimiento débil de la economía mundial.
años neoliberales o dieron fundamento a nuevos factores actuantes. A saber: desarrollo de la mundialización financiera y en gran medida productiva del capital; intervención masiva del Estado capitalista como rescatista de última instancia; y herencia de fuertes elementos de crisis de subjetividad de la clase obrera1. La combinación particular del conjunto de estos aspectos estructurales contribuye en una parte importante a explicar los diferentes momentos de la crisis económica mundial. El actual reanimamiento parcial de Estados Unidos, combinado con las políticas monetarias que el año pasado implementó el BCE2 y la por ahora suave desaceleración de la economía china, dieron paso a una coyuntura de crisis no catastrófica, desigual y signada por un crecimiento débil de la economía mundial.
Crecimiento “modesto”
¿Por qué?
Uno de los interrogantes a resolver –que otorga valores
concretos a la mencionada desigualdad–, es la contradicción entre la
recuperación de la economía norteamericana y su debilidad, luego de tres rondas
de inyección masiva de dinero (QE)3 que triplicaron la base monetaria. Las
medidas de intervención estatal lograron detener la caída libre de la economía
que comenzó a fines de 2008 y consiguieron recomponer la cadena de crédito.
Junto con la destrucción (controlada) de capitales que la misma crisis provocó,
contribuyeron a alentar un crecimiento durante los últimos 3 años de aproximadamente
el 2,2%4, impulsando una reducción de la desocupación que había superado el 10%
y permitieron al sector financiero cambiar buena parte de títulos respaldados
en hipotecas, por dinero en efectivo. Como señala el economista norteamericano
R. Duncan, sin estas medidas “la economía estadounidense habría caído en una
nueva Gran Depresión, y con ella el resto del mundo”5.
A su vez la tasa de ganancia se recuperó y la productividad
se incrementó fundamentalmente como consecuencia de la mayor explotación del
trabajo debido a que la caída de la economía fue mucho menor que la caída del
empleo. El límite son masas de dinero que no logran reinvertirse
productivamente superando el crecimiento débil y permitiendo a la economía
retornar a los parámetros previos a la crisis. Como subproducto de esta
situación, parte del capital monetario acumulado alimentó el crecimiento de la
bolsa de valores y otros títulos y otra parte fue exportada, inundando los
mercados externos de dólares en busca de diferenciales de interés. Aspectos
importantes de la explicación de esta contradicción deben rastrearse en las
características del crecimiento de las últimas tres décadas, que combinó
desindustrialización en un polo y reindustrialización en otro. Este proceso
adoptó en Estados Unidos la forma de deslocalización productiva y tiene hoy en
la decadencia de Detroit uno de sus más claros exponentes. El economista
francés I. Johsua señala que a partir de los años ‘80 y ‘90: “Las empresas
multinacionales, las inversiones directas en el extranjero y las
deslocalizaciones han venido en realidad a coronar un proceso”6 que
expresa una mutación en las formas de la exportación de capital. Si a
principios del siglo XX dicha exportación adoptaba fundamentalmente la forma de
empréstitos estatales y financiamiento público o parapúblico para
infraestructura de transporte, el grueso de la exportación de capitales en la
actualidad adoptó la forma de capitales para la producción. Esta forma de
exportación de capital “penetrando los antiguos espacios sociales, destruyendo
las antiguas relaciones de producción (…)”7, estuvo asociada a la ausencia
de condiciones para la acumulación del capital en los antiguos centros
industriales y prefiguró la actual estructura productiva norteamericana. El
resultado de un proceso de deslocalización del capital hacia países de mano de
obra extremadamente barata que inauguró la “era Wal-Mart”8, se combina ahora
con la sobrecapacidad forjada por la burbuja inmobiliaria y del crédito que
siguieron a la crisis del 2001. A estos factores se agrega la tendencia al
desendeudamiento de los hogares norteamericanos y las señales de agotamiento
del “modelo exportador” chino. La propia lógica de “mundialización productiva”
del capital con las consecuencias que acarreó sobre la economía norteamericana,
aparece hoy como una nueva barrera a la acumulación ampliada y un límite para
la efectividad de los estímulos monetarios sobre la economía real.
¿Hacia un retiro de
las medidas de flexibilización cuantitativa?
Se implementaron hasta ahora tres rondas de flexibilización
cuantitativa desde 2008 y ante cada retiro, la economía comenzó a mostrar
peores guarismos lo cual siempre acabó en una nueva flexibilización. Pero las
consecuencias de la contradicción entre expansión monetaria y baja inversión
productiva, repercuten ahora sobre la propia efectividad de las medidas ya que
gran parte del dinero fluye hacia la bolsa y los mercados de commodities,
incrementando los precios de las acciones y de las materias primas. Mientras
todos los indicadores de la economía norteamericana señalarían la
“inconveniencia” de retirar las medidas monetarias, la Fed, cuyo funcionamiento
el economista norteamericano W. Greider denominó sugestivamente Secrets of
the Temple, está buscando el momento oportuno para retirarlas. Hay aquí una
contradicción lógica: el discurso oficial asocia el retiro de las medidas a una
recuperación sólida de la economía, a una disminución del desempleo por debajo
del 7% y a una inflación que supere el 2%. Ninguno de estos factores está en
escena. Es de sospechar que la contradicción entre grandes masas de capital
dinerario con escasos destinos de inversión que están calentando demasiado la
burbuja bursátil, habita los “secretos del templo”. Este asunto coloca a la
economía norteamericana entre dos fuegos y el fuego de la burbuja podría estar
más cerca de lo sospechado.
En este contexto el escenario más probable es un intento de
retiro progresivo de los estímulos manteniendo la tasa de interés oficial en
los reducidos niveles actuales. Una política tal, dependiendo de su magnitud,
amenazaría al crecimiento norteamericano. El valor de los Bonos del Tesoro se
contraería elevando la tasa de interés de mercado y el valor del dólar y
cambiando al menos en parte el sentido del flujo de capitales que se dirigirían
con más vigor hacia Estados Unidos. En consecuencia los precios de las materias
primas sufrirían una presión mayor a la baja y el retiro de capitales de muchos
países “emergentes” (ya hay síntomas en Brasil), agudizaría las presiones devaluatorias
y por tanto inflacionarias complicando la situación de desaceleración de esas
economías. Por supuesto el grado en que estos efectos se manifiesten, depende
tanto del nivel real del retiro de los estímulos como del estado de los
restantes sectores claves de la economía mundial. Pero la concreción de una
medida de este tipo estimularía una tendencia convergente hacia un ritmo menor
de crecimiento, minimizando las actuales desigualdades.
El compás de una tendencia tal depende del grado en que este
proceso se desarrolle. Hay que tener en cuenta que es altamente probable que de
presentarse una situación demasiado crítica, la Reserva retorne al 100% de los
estímulos. No obstante, incluso los “tanteos” pueden poner en coincidencia los
fenómenos coyunturales con los estructurales, en un panorama internacional
signado por grandes líneas de falla.
Alemania: demasiado
débil para dominar, demasiado fuerte para alinearse
Desde el principio del estallido de las crisis de
endeudamiento estatal en 2010, Ángela Merkel sostiene una política doble. Por
un lado un discurso “duro”, expresión de la ambición alemana de imponerse como
imperialismo fuerte liderando a Europa. Su concreción le sugeriría una política schumpeteriana (de
“destrucción creativa”) sobre los países de la Eurozona en estado crítico,
avanzando con un euro fuerte hacia una centralización de capitales. Pero
Alemania es demasiado débil y demasiado dependiente de la situación de la zona
euro, que a su vez es demasiado crítica, para que esta política sea posible. Y
sobre este talón de Aquiles machaca insistentemente Estados Unidos. La política
alemana, es en realidad una combinación de inyecciones monetarias (los
denominados “rescates”) y planes de austeridad avalados por la Troika9. Lo
cierto es que uno de los factores que contribuyeron al diseño de la coyuntura
actual, es en algún modo consecuencia de que Alemania –por necesidad– cedió al
menos en parte a las exigencias norteamericanas.
La promesa de intervención del BCE en casos críticos y de
inyección de liquidez a largo plazo en la Eurozona así como las sucesivas
reducciones de la tasa de interés, son síntomas de una subordinación relativa.
En parte puede considerarse esta política como resultado de la conjunción del
temor a una nueva catástrofe financiera y la disminución del crecimiento alemán
como consecuencia, fundamentalmente, de la situación recesiva en la Eurozona.
La combinación de esta concesión y la continuidad de los planes de austeridad
sobre los países de Europa Meridional e Irlanda, dio por resultado un contexto
en el cual el riesgo financiero fue temporalmente apartado del centro de la
escena, pero la situación recesiva en el conjunto de la Unión Europea pasó a
mostrar síntomas de japonización.
Dicho de otro modo, se está instalando en Europa una
tendencia al estancamiento de largo plazo que podría eventualmente alternar
años de recesión y años de crecimiento muy débil. Lo contradictorio es que si
por un lado las medidas de “flexibilización cuantitativa” debilitan al euro y
la posición alemana, por el otro, la solución “schumpeteriana” implicaría
quiebra de países, una diáspora del euro y un contagio internacional de
consecuencias varias veces superiores a la caída de Lehman, cuestión que en última
instancia haría aún más débil la posición relativa de Alemania. J. Habermas
señala que: “Luego de la fundación del Imperio en 1871, Alemania asumió una
posición hegemónica calamitosa y parcial, la cual, en palabras del fallecido
historiador Ludwing Dehios, era ‘demasiado débil para dominar el Continente
pero demasiado fuerte para alinearse’”10. Señala también que “Gracias a la
exitosa unificación europea de posguerra, tanto la Alemania dividida como la
Alemania unida evitaron tropezar con el mismo antiguo dilema”11. Pero se
pregunta si la situación de Alemania no está cambiando nuevamente luego de las
catastróficas consecuencias de su poderío a lo largo del siglo XX. Y la
situación de Alemania efectivamente está mutando porque la crisis de 2008/9
puso de manifiesto el agotamiento de las condiciones que le permitieron salir
de la crisis del ’70 y emerger como potencia exportadora. Proceso que tiene
múltiples antecedentes, como la deslocalización industrial durante años hacia
países asiáticos, luego hacia la absorbida RDA y los restantes países de Europa
del Este –con la consecuente degradación de conquistas de los trabajadores
alemanes– y la conformación de la Unión Europea y la Eurozona. La crisis de la
división del trabajo establecida al interior de la zona euro que se puso de
manifiesto a partir de 2008/9, se tradujo en un límite a la expansión alemana
que vuelve a ponerla en una condición en la que es demasiado débil para
dominar a Europa, pero demasiado fuertepara subordinarse a un Estados
Unidos declinante. Sin embargo este proceso se hace más crítico y máselástico debido
a que la internacionalización del capital financiero y la relativa
mundialización del capital productivo, retrasan el desarrollo de políticas
nacionales independientes. En todo caso, a esta altura parece un dato a tener
en cuenta el hecho de que una debilidad mayor de Alemania –dentro de ciertos
límites– así como el riesgo potencial de la desaparición del euro, más allá del
doble discurso y de su estrategia, tiende a impulsarla hacia una relativa
subordinación.
Los dilemas de la
desaceleración de la economía china
La economía china se encuentra en proceso de desaceleración
habiéndose reducido su crecimiento desde tasas de dos dígitos al actual
pronóstico que orilla el 7,5%, el ritmo más lento de expansión desde el año
1990. Con una inversión de capital fijo que ronda el 50% del PBI incluyendo una
gran inversión estatal en infraestructura, existe en China una pronunciada
tendencia a la sobreacumulación de capitales. El auge del crédito de los
gobiernos y prestamistas locales que contribuye a sostener el crecimiento,
genera a su vez una fuerte acumulación de deuda y agudas presiones sobre el
sistema financiero. Estos elementos que se ponen de manifiesto ya sea como
tendencias o como elementos actuantes en la coyuntura, son expresión de los
límites estructurales que el “modelo exportador” chino –basado en una
particular “división del trabajo” establecida con Estados Unidos–, enfrenta
desde el estallido de la crisis de 2008/9.
En este contexto la reconversión de
China hacia el mercado interno es una tesis que ya lleva varios años y está muy
asociada a las distintas alas de la burocracia más o menos ligadas al capital
extranjero.
Dicha reconversión como “modelo alternativo” (sin negar
incrementos del consumo interno que ya están produciéndose) permanece un
proceso de improbable ejecución –al menos sin grandes convulsiones internas y
externas– debido a que implicaría un incremento sustancial de los salarios que,
aún habiendo aumentado durante los últimos años, continúan siendo la ventaja
comparativa más importante de China.
La gran incógnita reside en la forma de manifestación de
esos elementos estructurales que va a marcar el ritmo al cual el proceso de
desaceleración de la economía china tenga lugar y que puede prefigurar en el
mediano plazo escenarios internacionales muy diversos. En este contexto se
puede definir que el ritmo de la desaceleración china está asociado
fundamentalmente a dos factores. El primero es el crecimiento de Estados Unidos,
cuestión que nos remite nuevamente al principio. El segundo está dado por las
medidas de estímulo interno del propio gobierno chino. En última instancia fue
la combinación del reanimamiento norteamericano luego de la caída 2008/9 y el
gigantesco plan de estímulo fiscal en 2008, lo que le permitió a China retornar
a tasas de crecimiento de dos dígitos en 2010, convirtiéndose en una
contratendencia fundamental a la crisis económica internacional.
Según los últimos datos disponibles la desaceleración de
China sería en el presente año, menor a la esperada. Que esta tendencia se
mantenga o se revierta, depende en gran parte –aunque no de manera lineal– de
la perspectiva de la economía norteamericana. Sin ser su intención inmediata,
el gobierno chino estaría preparado para actuar con poderosas medidas estatales
si la crisis se agudizara demasiado. Pero es difícil suponer que dichas medidas
resulten exitosas si van acompañadas de una caída abrupta de las exportaciones.
Breve reflexión final
La continuidad de un escenario de crecimiento débil con
desigualdades como el actual, en tanto el riesgo financiero esté relativamente
fuera de escena y dadas las fallas estructurales, no necesariamente prefigura
una situación poco convulsiva. Si el “momento Lehman” que implicó una pérdida
de control por parte de la burguesía, supuso tendencias defensivas hacia una
mayor coordinación de las políticas estatales, la continuidad de la situación
actual podría acelerar reposicionamientos y políticas tendientes a la formación
de bloques comerciales12 en el marco de crecientes tensiones geopolíticas como
se está viendo hoy en torno a Siria. A su vez los elementos estructurales que
en muchos países13 se manifiestan como desaceleración o como elementos de fin
de ciclo, en ausencia de crisis económicas catastróficas, dan lugar al
reanimamiento político de amplios sectores de masas, observándose en muchos
casos episodios iniciales de retorno a escena de la clase obrera. Aunque no
pueden descartarse como segunda posibilidad nuevos estallidos financieros, una
tercera posibilidad podría estar dada por el hipotético caso de una
convergencia hacia un crecimiento mundial extremadamente débil, cercano al
estancamiento, aunque sin colapso financiero. Una situación tal no plantearía
necesariamente una mayor cooperación interestatal. Se trataría en realidad de
un escenario económico mucho más crítico que el actual en el que probablemente
se acelerarían las tendencias al proteccionismo y a la formación de bloques
económicos así como las tensiones geopolíticas, dando nuevas formas a una lucha
de clases casi con seguridad más aguda.
Notas
1 Crisis que empieza a dar signos de reversión como puede
verse desde Sudáfrica, Túnez o Egipto –más allá de la compleja situación en
curso (ver artículo al respecto en esta misma edición)–, hasta América Latina.
2 Banco Central Europeo.
3 Acrónimo de Quatitative Easing. Puede traducirse como
flexibilización cuantitativa y es la operación mediante la cual la Fed inyecta
dinero en la economía, recomprando Bonos del Tesoro.
4 El promedio de décadas anteriores ronda el 3,3% y se
calcula que sería necesaria una tasa de crecimiento del 5% anual para recuperar
el nivel de la economía previo a la crisis.
5 Duncan, R., “¿Una nueva depresión mundial?”, New Left
Review 77, septiembre-octubre 2012.
6 Johsua, I., Une trayectoire du capital, París,
Éditions Syllepse, 2006, p. 140.
7 Ibídem, p. 132.
8 Sistema de ventas basado en importaciones baratas desde
China que contribuye a perpetuar la desindustrialización reduciendo el valor de
la fuerza de trabajo norteamericana.
9 Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario
internacional.
10 J. Habermas, “Merkel’s european failure: Germany dozes on
a volcano”, Spiegel on line International,9/8/13.
11 Ídem
12 El creciente interés norteamericano por la Alianza del
Pacífico en Latinoamérica o las iniciales negociaciones del Tratado
Transatlántico con la UE, son algunos síntomas.