En 2009 se anunció que el periodo de la política monetaria
flexible no duraría más de cinco años. Pero hoy los bancos centrales no
aciertan por dónde caminar y hasta se han introducido tasas de interés
negativas en la eurozona, Suecia, Suiza y Japón. El comportamiento de las
principales economías del mundo deja mucho que desear. Los niveles de desempleo
en la eurozona siguen estando altísimos y la recuperación en Estados Unidos es
muy débil. Por eso se intensifica el debate sobre la posible llegada de una
época de ‘estancamiento secular’ en el capitalismo contemporáneo.
La polémica sobre esta nueva era de letargo económico se ha organizado alrededor de dos polos. Por un lado se discute si ya se agotaron las posibilidades de una oleada de innovaciones técnicas capaz de sustentar una nueva fase de acumulación de capital o si, por el contrario, estamos en vísperas de una nueva revolución tecnológica. La verdad es que entre la realidad de la telefonía celular y las promesas demagógicas de los fanáticos de las nanotecnologías hay una gran distancia. No es evidente que viene en camino una nueva serie de tecnologías parecidas a la máquina de vapor o el automóvil. Estas innovaciones con justicia reciben el nombre de innovaciones básicas, por haber transformado todo el sistema económico. No sólo cambiaron la matriz de relaciones inter-industriales de manera radical, sino redefinieron la construcción de obras de infraestructura y reorganizaron el espacio público. Pero no se puede transformar el sistema económico cada cinco años, y por ello muchos piensan que nada comparable existe en el horizonte tecnológico actual. De acuerdo con esa visión el capitalismo estaría condenado a sufrir un ritmo de expansión mediocre con innovaciones derivadas de tecnologías introducidas hace décadas.
Para muchos otros analistas el estancamiento secular sería
sólo una consecuencia de la crisis financiera. Por ejemplo, Kenneth Rogoff y
Carmen Reinhart piensan que el festín de endeudamiento duró demasiado como para
pensar que las cicatrices podrían borrarse rápido y sin dolor. Pero estos dos
autores creen ingenuamente que antes de 2007 las principales economías
capitalistas gozaban en lo esencial de buena salud. Para ellos, más allá de los
abusos en el sector financiero, todo marchaba más o menos bien.
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