João Guimarães Rosa ✆ Baptistão |
La literatura brasileña del siglo XIX la domina un gigante,
Joaquim Maria Machado de Assis, un gigante que, al mismo tiempo, es una isla.
En el siglo XX, esa isla deviene archipiélago, se le unen seis gigantes
más: Euclides da Cunha, Graciliano Ramos, Nelson Rodrígues, Carlos Drummond de
Andrade, Jorge Amado y João Guimarães Rosa. Y aparece también un islote
exuberante, producto de una erupción volcánico-creadora, avizorado por el
intrépido explorador de territorios vírgenes Mário de Andrade, que lo llamó Macunaíma.
Un inciso: No faltarán entre ustedes los conocedores de la
literatura brasileña que se estén preguntando si no me olvido de Clarice
Lispector. No la olvido, pero a mí me parece –muy a contrapelo del
consenso casi unánime, para el cual Clarice es una escritora cuyos cuentos
pueden equipararse a los de Guimarães Rosa– que en el panorama de los siete
gigantes de que hablo, ella no tiene sitio. Con toda seguridad es bastante
posible que me equivoque, pero creo que está sobrevalorada literariamente en
función de criterios extraliterarios. No obstante, quede constancia de la existencia
de ese consenso y de mi modesta opinión en contra. Y con ello cierro el inciso.
Todos y cada uno de los siete gigantes de que hablé merecen
una atención que con frecuencia le ninguneamos al Brasil, sin que jamás haya
logrado querer (porque poder sí puedo) entender el por qué. Si aquí me
concentro en Guimarães Rosa se debe a la ocasión de rememorarlo que nos ofrece
el centenario de su nacimiento. Pero no olvidemos a los otros: sus tallas
ciclópeas configuran en el mapa de la literatura latinoamericana una especie de
Isla de Pascua, y en rigor les deberíamos dedicar un par de minutos de esta
charla.