- Uno querría a veces entrarle a martillazos al cristalino domo de su ego y reducirlo a lo que habría de ser el manojo de nervios más mágicamente atormentados de nuestro tiempo. Hasta que eso suceda, está condenado a ser un escritor menor
Juan Forn | Eran
jovencitos los dos cuando se conocieron en París, en 1956, en un departamento
abarrotado de gente, y los demás invitados les dieron espacio y se arracimaron
alrededor esperando el gran enfrentamiento. Ninguno de los dos superaba el
metro sesenta, pero uno era blanco y morrudo como un Kohinoor y el otro era un
negro puro ojo, flaquito como una nena. Eran las dos mentes más brillantes y
afiladas de su generación, y los dos lo sabían. Norman Mailer miró a James
Baldwin y le preguntó si ser negro, pobre y puto era una ventaja o una
desventaja como escritor. Baldwin le contestó con su famosa voz envolvente
(Langston Hughes dijo una vez que Baldwin