Revelaciones recientes en los medios de información sobre
abusos de los proveedores de Apple han reavivado el debate público sobre China
y los costes humanos de la globalización. Entretanto, el Presidente
Obama, preocupado por el empleo en un año electoral, ha pedido que China juegue
limpio en el comercio internacional y mejore su comportamiento en derechos
humanos.
China ha sido un vehículo para la creación de una
globalización basada en bajos salarios y bajas normas de trabajo que ha costado
muchos puestos de trabajo a Estados Unidos.
En años recientes, sin embargo, China se ha esforzado en dar al “made in China” un nuevo significado y rechazar la imagen negativa del país como centro de un capitalismo abusivo propio del siglo XIX en la era de la globalización.
En años recientes, sin embargo, China se ha esforzado en dar al “made in China” un nuevo significado y rechazar la imagen negativa del país como centro de un capitalismo abusivo propio del siglo XIX en la era de la globalización.
China está abandonando gradualmente sus anteriores
prácticas laborales a medida que se dirige hacia la creación de un
mercado nacional y de una sociedad de clase media. Dado el tamaño de la fuerza
de trabajo china y la importancia del país en la economía mundial, cualquier
mejora de las relaciones laborales tendrá un efecto substancial sobre los
salarios y las normas laborales del resto del mundo. China y la economía
mundial se encuentran en una encrucijada histórica.
El gobierno chino ha venido apoyando de forma sostenida la
mejora de salarios y normas laborales. En la ciudad de Shenzhen, sede de
Foxconn, el principal proveedor local de Apple, el salario mínimo establecido
por el gobierno se multiplicó por más de tres desde 70$ mensuales en 2005 hasta
240$ en 2012. Los aumentos de salarios han sobrepasado la tasa de inflación y
han continuado haciéndolo incluso después de la crisis del 2008.
Beijing también ha hecho esfuerzos concretos para mejorar
las prácticas laborales en el lugar de trabajo. En abril del 2006, el gobierno
sacó a debate público el primer proyecto de Ley de contrato de trabajo. El
proyecto de ley fue un paso importante para la protección de los derechos de
los trabajadores y para establecer reglas básicas de juego limpio, tal como
deseaba el Presidente Obama.
El proyecto de ley restringía el uso del trabajo temporal,
limitaba la potestad de los empresarios para despedir arbitrariamente a sus
trabajadores y concedía a los trabajadores el derecho a la negociación
colectiva respecto a salarios y beneficios. Obligaba a todos los
empresarios a dar a sus trabajadores un contrato de trabajo.
La Cámara de Comercio americana en Shanghai (AmCham) y el
Consejo de Negocios U.S.-China presionaron contra el proyecto en beneficio de
muchas grandes corporaciones norteamericanas a las que representaban.
Criticaban el proyecto porque reducía la flexibilidad del mercado de trabajo y
aumentaba los costes de producción. En un comunicado público, el Consejo de
Negocios U.S.-China se oponía al proyecto de ley por reducir las oportunidades
de empleo de los trabajadores chinos y por tener efectos negativos para la
competitividad de la China y su atractivo como destino de la inversión
extranjera.
En las décadas de los 80 y 90 las multinacionales norteamericanas
utilizaron la amenaza de relocalización hacia China como un recurso en la
negociación sobre salarios y beneficios con sus trabajadores de Estados Unidos.
Años más tarde utilizaron la amenaza de India, Vietnam y otros contra los
trabajadores chinos. La amenaza fue efectiva en parte. Después de meses de
presiones y de negociaciones una versión más débil del proyecto se convirtió en
ley en Abril del 2007.
China ha recorrido un gran trecho desde las tremendamente
abusivas prácticas laborales del pasado. El camino hacia una transformación más
profunda de las relaciones laborales y la aplicación de los derechos laborales
al uso en las democracias occidentales será difícil y tortuoso. Sin embargo, el
viaje ya ha comenzado. Es imperativo que las multinacionales norteamericanas no
debiliten esta tendencia. El Presidente Obama y la legislación norteamericana
pueden jugar un papel constructivo.
La política económica de Estados Unidos respecto a China
está en gran parte configurada a través del prisma del comercio internacional.
Sin embargo, el comercio de los Estados Unidos con la China ha experimentado
cambios estructurales profundos en los últimos años. Una parte creciente del
aumento de las importaciones y la consiguiente pérdida de trabajos norteamericanos
son debidas actualmente a la inversión y producción global de las
grandes firmas norteamericanas. Para escapar a la normativa laboral progresista
nacional, las corporaciones norteamericanas han ido estableciendo complejas
cadenas de suministro globales con diferentes grados de abusos respecto a los
derechos laborales. La política comercial convencional es inadecuada para el
tratamiento de las pérdidas de trabajo y el comercio generados por la
globalización.
Al permitir importaciones con prácticas laborales por debajo
de la norma, el libre comercio penaliza a quienes cumplen las normas y premia a
los otros. Sin embargo, la política proteccionista tradicional penaliza tanto a
los violadores como a los no violadores de los derechos laborales. El Presidente
Obama puede salvar trabajos norteamericanos y ayudar a la creación de una
globalización más justa apoyando la política comercial que se centra en las
prácticas del lugar de trabajo de las grandes firmas norteamericanas y
de sus proveedores en China y en otras partes.
La nueva política será específica para el empleador ya que
se centrará en cómo se producen las importaciones. Se impondrán tasas
de importación sobre las marcas que violen, en algún punto de la cadena de
suministros, las leyes laborales nacionales existentes o los estándares mínimos
establecidos por un comité de la OIT. Los Estados Unidos presentarán la nueva
política para ser debatida y promulgada por la OIT.
Se trata de una política en la que todos ganan, que ayudará
a la China a avanzar hacia normas de una mayor aceptación internacional, a
reducir la capacidad de las grandes corporaciones para mercadear a través del
mundo bajos salarios y normas laborales y a salvar empleos
norteamericanos que se perderían a causa de prácticas laborales inaceptables en
otras partes del mundo.
Behzad
Yaghmaian es profesor de economía política en el Ramapo College
de New Jersey, y es el autor de Embracing
the Infidel: Stories of Muslim Migrants on the Journey West (Aceptar
al infiel: historias de inmigrantes musulmanes viajando al Oeste) y el
próximo The
Accidental Capitalist: A People’s Story of the New China (El
capitalista accidental: una historia popular de la nueva China) (Marzo 2012).
Traducción para www.sinpermiso.info por Anna Maria Garriga |