“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

27/3/12

Lingüística y ética

Enrique Bernárdez

El lingüista brasileño Kanavillil Rajagopalan, originario del sur de la India y catedrático en la Universidad Estatal de Campinas (São Paulo), publicó en 2003 (Parábola Editorial, São Paulo) un librito que recoge varios artículos suyos bajo el título general […] Por una lingüística crítica. Lenguaje, identidad y la cuestión ética. Aunque pueda parecer extraño, la ética suele estar, en la inmensa mayoría de los casos, ausente de los trabajos lingüísticos. Como si esta disciplina, a diferencia de, probablemente, todas las demás, estuviera libre de cualquier preocupación ética. Como vamos a ver […] las cosas no son así, de ningún modo. Pero Kanavillil Rajagopalan es uno de los primeros que ponen el dedo en la llaga con conocimiento de causa. Tras un breve repaso de algunas ideas corrientes entre los lingüistas, llega a esta conclusión/resumen:
Lo que sustenta la visión esbozada más arriba es la creencia de que el saber en sí está por encima de cualquier consideración ética, lo que nos lleva de nuevo a la cuestión con la que iniciamos toda esta discusión, a saber, la de que no se discute la dimensión ética de los hechos de la naturaleza porque la misma es sencillamente inexistente. En el fondo, lo que impide que el teórico del lenguaje tenga conciencia del aspecto ético de su actividad es justamente relegar toda la ética a la esfera de la práctica.
Esto se veía muy claro, desde hace años, en un lingüista y pensador tan importante en ambos terrenos como Noam Chomsky: en un libro de 1985/1986 sobre el lenguaje en general, trataba como fenómenos científicos los correspondientes a su forma de ver el lenguaje, con total independencia del uso que la gente pueda dar a sus idiomas, al lenguaje. Añadía un estudio que consideraba cuestiones que, como la de la manipulación lingüística, implicaban necesariamente una postura ética. Pero esta segunda parte no era considerada científica por el autor.

Como dice Rajagopalan, la opción teórica, el estudio «científico» del lenguaje estaría libre de planteamientos éticos. Solo cuando la teoría científica se ensucia los pies con la práctica deja de ser aséptica y la ética aparece por todas partes. Es lo que pasaba con la gramática de Chomsky, que vivía en un mundo platónico sin contacto con la realidad del uso, hasta el punto de que, para él, las lenguas «reales» (como el español, el turco, el quechua o el inglés) carecían de interés científico, y el uso concreto del lenguaje no hacía más que desfigurarlo, de ahí que en vez de acudir a él para estudiar la auténtica esencia del mismo, hubiera que tomar una postura antiempirista, centrada en la intuición limpia, pulida y perfecta del lingüista. Chomsky, pues, veía una teoría del lenguaje libre de preocupaciones éticas o de cualquier otra clase no estrictamente científica (para su concepto de lo que es científico, que corresponde más o menos al pensamiento de mediados de los años sesenta del siglo pasado). Hoy día, la mayoría de los lingüistas no ven ya la realidad del uso como una especie de agresión al límpido lenguaje abstracto, pero el estudio del lenguaje incluyendo el uso, la práctica, ha heredado la falta de compromiso ético. George Lakoff, por citar un lingüista opuesto a Chomsky, no hace planteamientos éticos en sus libros científicos, pero adopta una clara postura ética e incluso política, por ejemplo al comprobar cómo el discurso oficial del presidente Bush (padre) en la guerra contra Irak por la liberación de Kuwait no obedecía a ninguna realidad, sino a una mera ficción; el discurso se organizaba sobre una gran metáfora: esta guerra es igual que un cuento de hadas, con la pobre e indefensa princesa (Kuwait) apresada por el monstruoso dragón (Saddam Hussein) que es salvada por el intrépido guerrero (el ejército de los EE UU) ayudado por sus amigos (los países que integraron la coalición). […]
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