“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

20/6/12

La sociedad perfecta

Alfredo Portillo

Especial para La Página
Una sociedad perfecta sería  aquella en la que las personas que la conforman disfrutan de una buena calidad de vida, como resultado de la existencia de elevados índices en materia de salud, educación, empleo, seguridad, vivienda, recreación, etc. Es decir, una sociedad que, en sentido general,  no tiene problemas, ya que éstos han sido solucionados gracias a la buena gestión de sus gobernantes.

En este tipo de sociedad perfecta no hemos tenido la oportunidad de vivir, ya que la nuestra (la venezolana), en particular, es una sociedad caracterizada por una serie de problemas que conspiran contra la posibilidad de que la mayoría (o la totalidad) de sus habitantes pueda alcanzar un buen nivel de calidad de vida. En general se le achaca la culpa de esta situación a los gobernantes que hemos tenido, cuyos rasgos más destacados, según la opinión generalizada, han sido su ineficiencia, su deshonestidad y su demagogia.

Lo contradictorio de este asunto es que, cada cierto tiempo, en las ocasiones en que se han realizado procesos electorales para elegir a nuestros gobernantes, durante algunos meses sí hemos tenido la oportunidad de imaginar a la sociedad perfecta, visualizada a través de los discursos utilizados por los diferentes aspirantes a ser presidente de la nación, gobernadores, alcaldes, etc. Estos aspirantes, cada vez que han intervenido ante sus potenciales votantes para referirse a los diferentes problemas que aquejan a la sociedad,  con el mayor desparpajo posible han prometido solucionarlos y dar paso a la construcción de la sociedad perfecta. Para ello se han valido de un discurso persuasivo, adaptado a las circunstancias del momento, sin importar las reales posibilidades que tenían de, efectivamente, solucionar los problemas. El resultado de todo ello ha sido lo que tenemos: una sociedad con muchos problemas, uno de ellos, por cierto, es su elevada capacidad para ilusionarse.