Milton Friedman ✆ Donkey Hotey |
Especial para La Página |
Los economistas empiezan a estudiar psicología y los
psicólogos empiezan a estudiar economía. Es difícil determinar si el dinero
produce locos o si la locura hace que el dinero se diluya. El mundo parece
estar en caos. En todos los periódicos especializados y en todas las revistas
de economía abundan los malos comentarios y las acusaciones.
Gerentes que deciden mal, presidentes que practican la
corrupción sistemáticamente, inversores que fallan más que los pronósticos del
tiempo y profesionales que trabajan duro para irse de su país, hacen del mundo
un pandemonio.
Lo que hay que hacer es parar, respirar y observar. Vamos
demasiado rápido y nuestro automóvil no cuenta con los frenos necesarios ni con
los sistemas de localización suficientes para evitar un accidente.
Escuchemos con atención al viejo filósofo José Ortega y
Gasset: "He perdido toda ilusión que
consista en esperar, salvo excepciones, de españoles y argentinos que entiendan
por leer u oír otra cosa que resbalar del significado espontáneo o impresionista
de una palabra al de otra".
Esta triste lección fue pronunciaba por Ortega hace muchos
años, pero no lo escuchamos. Hasta el modernísimo Paul Krugman, desde su blog
en el New York Times, se queja porque no aprendemos del pasado.
No sabemos leer, pero sí saborear gráficas de barras, de
pasteles y demás delicias. Es típico que nos pidan lo siguiente: "…por favor, haz el reporte breve y con
muchas gráficas, pues los dueños no tienen tiempo para estar leyendo todos tus
argumentos". Bueno, pues gracias a las prisas el mundo de la economía
se está derrumbando.
Todo el mundo apostó mucho por Facebook, pero la empresa no
resultó ser lo que parecía, y ni las mediciones VaR (Valor en Riesgo) pudieron
pronosticar qué pasaría con su comportamiento en la Bolsa. Los inversionistas
se "resbalaron" en los números de la empresa. Facebook tiene 800
millones de usuarios y podría llegar con facilidad a los 2000 millones. Y en un
planeta en el que hay 2200 millones de internautas esto parece ser muy atractivo.
Jorge Suárez Vélez, analista económico de CNN, ha explicado
que aunque Facebook tenga tales o cuales millones de usuarios, no tiene la
estructura necesaria para hacer que la publicidad que oferta sea efectiva. Y
vaya, aquí el problema está en que las compañías dedicadas a la tecnología
viven, sobre todo, de la publicidad.
Las ciencias primitivas sólo cuentan lo que se pueden
contar, lo que está a la vista, es decir, lo que está "encima",
encima como cáscara. Tener muchos amigos no significa que tenemos los mejores
amigos. Esta verdad la sabe hasta la más popular y hueca de la escuela, pero no
la saben los empresarios, que todo lo quieren contar con ábaco y regla. Estamos
en un mundo cada vez más estandarizado, y lo que se estandariza mucho se
paraliza y se hace difícil de medir y de mejorar.
Imaginemos que los hombres son peces. Imaginemos, ahora, que
se están terminando las aguas especiales para cada tipo de pez. En estos días
todos los peces viven en un mismo tipo de agua, llamada
"globalización". Y como la globalización estandariza, hemos llegado a
un punto en el que hacer pronósticos es exageradamente complicado, pues ya no
hay patrones culturales, estéticos, éticos o lógicos de los cuales asirnos.
El sociólogo Lipovetsky tuvo hace poco tiempo un debate con
Vargas Llosa, uno acerca del "tema de nuestro tiempo". Llosa defendió
a la vieja alta cultura y Lipovetsky defendió a la nueva globalización.
Lipovetsky sostuvo que la televisión ha hecho que todo el
mundo tenga muchos "referentes" o "asuntos en común".
Llosa, a su vez, dijo que estos "referentes" son fríos, inhumanos.
Según Lipovetsky la alta cultura no evitó la quema de libros de Berlín fraguada
por el Holocausto, y según Llosa fue por nuestra alta cultura por lo que nos
indignamos ante hecho tan cruel.
No nos importa mucho quién ganó el debate, pero sí nos
importan las formas en las que los fenómenos sociales afectan nuestras
decisiones financieras y estratégicas. No podemos decidir sólo con números en
la mano. Entendámoslo, entendamos que es el momento idóneo para escindir los
datos duros de los datos suaves, que son flexibles y que nos ayudan a
"demostrar la discrepancia parcial que hay entre la consistencia del
número y la de los conceptos, por tanto, la imposibilidad de una matemática
lógica o formalista".
¿Qué significa la anterior cita de Ortega y Gasset?
Significa algo muy sencillo: que dos más dos hacen un cuatro, que dos más dos
no hacen un Volvo. Por cierto, Volvo está en problemas y busca socio en América
para construir con él coches pequeños. ¿Alguien se anima? ¿Por qué Volvo se ha
metido en tales líos? Porque no ha querido leer la realidad, pero sí la pura
numerología. El economista J. Stiglitz enseñaba que la riqueza no está en donde
hay Prada o Mercedes Benz, sino en donde hay consciencia a la hora de gastar.
Remitámonos ahora al economista icónico de Chicago, el señor
Milton Friedman. Con la siguiente cita entenderemos mejor lo que dijo Ortega.
Oigamos a Friedman sin "resbalar": "Los hombres no adaptan sus
gastos de efectivo en el consumo a sus recibos de efectivo". Al decir
"recibos de efectivo" queremos decir "al corto plazo".
Esta gran cita puede ser encontrada en el libro A Theory of
the Consumption Function. Lo que Friedman nos quiere decir es que cuando la
gente gana más dinero no necesariamente tenemos que esperar que ésta gaste más.
O en pocas palabras: el consumo de una familia está determinado más por el
"ingreso permanente" que por el "ingreso actual".
Que usted gane en diciembre diez veces más de lo que gana en
el año no significa que usted se comprará un coche diez veces más caro que la
garnacha motorizada que yace en su cochera, uno como un Volvo ultraequipado.
Que Facebook tenga 800 millones de usuarios tampoco significa gran cosa, y lo
han corroborado los inversores. Las compañías "punto.com" todavía no
generan un ritmo o un patrón de conducta representativo, lo que significa que
todavía están construyendo su confiabilidad.
En cambio, la sociedad que usa las Redes Sociales sí tiene
una historia que podemos estudiar. Y para hacerlo tenemos que ayudarnos con las
ciencias sociales, como la psicología de masas o el pragmatismo. Pongamos un
ejemplo. Mi "súper-yo" está frente a mí día a día, ora en el
televisor, ora en la prensa. Este opresivo y exigente "súper-yo",
dijo Freud, vigila a mi "yo", que quiere ser libre.
Esta lucha diaria produce "culpabilidad", produce
acusaciones, produce "mala consciencia", como diría Nietzsche. Y la
culpabilidad hace que el miedo a la muerte incremente en mí. ¿Moriré sin llegar
a ser un hombre fantástico? Tal vez, y lo haré bastante endeudado.
La idea de la muerte es una creencia perenne y siempre
operante en nuestra racionalidad, diría William James. Así, preguntémonos:
¿para qué compra la gente? Compra para transferir su culpabilidad en los
objetos que adquiere.
Cuando compro un Volvo o cuando digo mentiras en Facebook
estoy haciendo lo que me exige mi vigilante "súper-yo". Y
complaciendo a mi vigilante puedo obtener un poco de libertad. En fin, que
proponemos análisis más profundos en vez de análisis numéricos resbaladizos.