Las manifestaciones contra las malas condiciones del
transporte (así como de los servicios públicos en general) y la corrupción se
suceden en las grandes ciudades. Las ocupaciones de las asambleas legislativas
y de los ayuntamientos se han convertido en moneda corriente. El movimiento que
denuncia la violencia del estado contra los pobres y contra los
que protestan continúa potente y la reivindicación de la desmilitarización de la policía militar ha ganado fuerza.
que protestan continúa potente y la reivindicación de la desmilitarización de la policía militar ha ganado fuerza.
También otras cuestiones movilizan a la gente. Por ejemplo,
en Fortaleza (capital del Estado de Ceará), fue ocupado el parque de Cocó, zona
de protección medioambiental, para impedir las obras que lo iban a destruir
para favorecer la especulación inmobiliaria. El 8 de agosto, el gobierno del
estado y el ayuntamiento (gobernado por el PSB, Partido Socialista Brasileño,
apoyado por el Partido de los trabajadores, PT) decretaron un verdadero estado
de excepción para poner fin a la ocupación. Los ocupantes se enfrentaron a la
policía antidisturbios mientras la policía municipal disparaba botes
lacrimógenos en medio del tráfico (los conductores estaban aterrorizados). Se
ha conseguido una victoria provisional al ordenar la justicia la suspensión de
las obras. Las protestan continúan.
Un nuevo clima
político y social
La proliferación de manifestaciones se une a la de múltiples
reuniones de diferentes colectivos que discuten de política, definen sus
objetivos y preparan sus actividades. El nivel de movilización , sobre todo en
la juventud, ha aumentado. Con la nueva situación creada en junio, la represión
de los manifestantes se hizo más difícil; sigue, pero ahora es más impopular y
no se puede hacer con el nivel de violencia que era costumbre.
El desgaste de todos los gobiernos e instituciones observado
desde el mes de junio, continúa. El apoyo al gobierno federal, que había
descendido mucho, parece que se ha recuperado un poco, sin que las encuestas
sean muy fiables. El clima social y político que reinaba anteriormente, cuando
la mayoría de la gente creía que el país había “encontrado su camino”, cambió
completamente. Hoy predomina la crítica a los diferentes gobiernos. En este
contexto, las contradicciones entre el gobierno federal y su base parlamentaria
han aumentado.
De la misma manera, las movilizaciones de junio han
modificado la situación de las organizaciones tradicionales del movimiento
social brasileño que, en su gran mayoría, apoyaban los gobiernos del PT: las centrales
sindicales, la UNE (Unión nacional de estudiantes), incluso el MST(Movimiento
de los trabajadores sin tierra). Estas organizaciones, tras permanecer casi
ausentes de las grandes manifestaciones, intentaron mostrar que ellas también
pueden movilizarse. Convocaron una “jornada de lucha” para el 11 de julio,
cuyos resultados fueron mediocres y anuncian hoy una movilización del mismo
tipo para el 30 de agosto. Todo esto refleja un cambio significativo en la
correlación de fuerzas entre las clases sociales. Sin duda, la burguesía sigue
mandando pero no puede hacerlo como antes. El pueblo aunque dominado, ha
empezado a reivindicar con fuerza la ampliación de sus derechos y la mejora de
sus condiciones de vida.
Pero un elemento clave de estos últimos años no ha cambiado:
no hay alternativa de gobierno creíble a la izquierda del PT que pueda dar
expresión política a las movilizaciones. Las condiciones para la construcción
de esta alternativa son más favorables pero no será fácil. Los efectos de la
adhesión del PT al orden burgués fueron profundos.
Algunas características del movimiento de junio también
contribuyen a esta dificultad. Ha nacido una nueva generación política, y del
mismo modo que se produce en numerosos países, siente una gran desconfianza no
solo hacía los partidos institucionales sino también respecto a las
organizaciones tradicionales de los movimientos sociales en general, por
ejemplo, los sindicatos. El MST conserva más crédito pero habiendo elegido su
dirección apoyar al gobierno federal, actuando en común con organizaciones
desacreditadas como las centrales sindicales o los partidos considerados
aliados al enemigo como el PT o el PC do B ( Partido comunista de Brasil, de
origen maoísta), no puede contribuir a la construcción de una alternativa que
vaya en el sentido de las movilizaciones.
Por otro lado, los movimientos organizados en los que se
reconoce la nueva generación -como el movimiento por el transporte gratuito
(MPL , Movimiento pase libre) de São Paulo y de otras capitales-, se centran en
temas concretos (en este caso, el transporte urbano) y no plantean un proyecto
político global.
Los problemas y
desafíos de PSOL
A pesar de la desconfianza que existe hacia los partidos
políticos, todo nos hace pensar que la creación de una alternativa de gobierno
de izquierda pasará por el PSOL (Partido Socialismo y Libertad) y no solo
porque todavía no se ha inventado la manera de librar de esta tarea a los
partidos políticos. El PSOL es el partido más identificado con las principales
reivindicaciones de las manifestaciones y mantiene estrechas relaciones con
varios de los movimientos que los han impulsado- como en el caso de São Paulo,
el MPL y el MTST (Movimiento de los Trabajadores Sin Techo). Grupos de jóvenes
o de militantes del PSOL son participantes activos y reconocidos en las
movilizaciones. Además, aunque esté lejos de constituir una alternativa
electoral a nivel nacional, el PSOL demostró -en las elecciones de 2012- que ya
tiene una credibilidad electoral importante en varios municipios.
Sin embargo, el PSOL sufre grandes problemas que pueden
amenazar su futuro. Hoy es un partido profundamente dividido en dos proyectos
antagónicos. Aunque se creó como una alternativa a la izquierda del PT, nunca
ha hecho un balance profundo de las razones por las que este partido renunció a
sus objetivos iniciales y se adaptó al orden burgués. Una parte de sus electos
y sus militantes que ha sufrido la influencia decisiva de sus años pasados en
el PT, hoy no tiene una visión programática fundamentalmente diferente a la del
campo político constituido por del PT y sus aliados.
Estos problemas no son nuevos pero se manifestaron de forma
explosiva durante las elecciones de 2012. Una pequeña mayoría de la dirección
nacional del PSOL aprobó una táctica electoral que incluía una política de
alianzas que llegaba hasta los partidos de derechas, desde la primera vuelta -o
sea más “amplias” que las formadas por el propio PT en 2002- incluso cuando su
proceso de adaptación al orden establecido estaba ya bastante avanzado. Peor
todavía, en dos capitales regionales en las que el PSOL podía ganar, las
alianzas de la segunda vuelta han pasado, en contra de la línea oficial
adoptada por la dirección nacional, en un caso -Macapa, capital del estado poco
poblado de Amapá- con los partidos más a la derecha del país, y en otro caso
-Belem, capital del Estado de Pará- directamente con el gobierno federal. El
candidato del PSOL en Belem centró su campaña en su “amistad” con Lula y Dilma
Rousseff (que hicieron campaña por él). Perdió, pero el candidato del PSOL ganó
en Macapá y hoy hace una gestión municipal en la que la mayoría de los
militantes del partido no se reconocen.
A comienzos de 2013 una parte del sector más derechista del
PSOL dejó el partido para unirse a un proyecto de partido “ni de izquierdas ni
de derechas” impulsado por la antigua ministra y antigua candidata a la
presidencia, Marina Silva. Es un partido que jurídicamente está todavía en
proceso de constitución y podría no estar registrado a tiempo para participar
en las elecciones de octubre de 2014. Pero tiene buenas perspectivas
electorales. Marina Silva es, en efecto, la candidata presidencial que más se
ha reforzado con las movilizaciones de junio. Aparece como no ligada al sistema
político y su partido se presenta como un “no partido”; su nombre es “Red de
sostenibilidad” y sus miembros se refieren a él como la “Red”.
La salida del sector que se pasó a la “Red” (en febrero) ha
hecho que el sector de la izquierda del PSOL se reencuentre con una clara
mayoría entre los militantes del partido. Además, los sectores de izquierda se
han fortalecido considerablemente con las movilizaciones de junio y continúan
haciéndolo en el momento actual. No obstante, esto no les asegura ganar el
congreso que el PSOL va a celebrar este año. El bloque más a la derecha
conserva una débil mayoría en el seno de la dirección nacional que utilizó para
promover afiliaciones en masa en algunas regiones (especialmente en Amapá,
donde hoy gobierna la ciudad) y esto les da un gran número de delegados en el
congreso. Además, las normas de funcionamiento del partido solo permiten votar
a quienes se han afiliado hasta el 30 de abril, así pues, antes de las
manifestaciones de junio y el cambio de situación. La fase final (nacional) del
congreso se celebrará del 29 de noviembre al 1 de diciembre. En cualquier caso,
lo más probable es que el bloque de izquierda gane el congreso. Si esto se
confirma, se habrá dado un gran paso para permitir al PSOL desempeñar un papel
central en la construcción de una alternativa de izquierdas a los gobiernos del
PT.
© L'Anticapitaliste | Traducción de © VientoSur