Para
exaltar los valores patrios se creó una asignatura específica, la Formación del
Espíritu Nacional (F.E.N.) Sin embargo,
al margen de ella, existía, aunque no se denominase así, la transversalidad
porque en asignaturas como historia, religión o filosofía se hablaba de la
raza, de la grandeza e indivisibilidad de la patria y de Dios. Por supuesto, la
Historia de España era una asignatura clave dentro del organigrama educativo. Se
trataba de un instrumento al servicio del nuevo régimen.
El
Frente de Juventudes auspició una revisión de la Historia de España, cuyos
puntales básicos serían tres: la raza, el imperio y Dios. Por supuesto, lo
primero que había que hacer era romper con la interpretación marxista de la
Historia que causaba furor entre muchos intelectuales de la misma Europa
Occidental. Y para ello adoptan la más rancia metodología historicista,
auspiciada por el ideario falangista. Esta metodología partía de dos premisas: la
primera, destacaba al individuo frente a la colectividad. Los protagonistas de
la Historia eran los grandes personajes o los grandes tiranos; eran ellos los
que movían los hilos de la evolución. Y la segunda, en oposición a la visión
materialista de la Historia, sostenían que lo espiritual ha sido y es el
resorte decisivo en la vida de los hombres y de los pueblos. Según la
historiografía oficial del Régimen, la infraestructura no estaba formada por
los aspectos económicos, como diría Karl Marx, sino por los aspectos
espirituales. El Frente de Juventudes y las Cátedras de Historia asumen esta
idea:
Lo espiritual ha sido y es el resorte decisivo en la vida de los hombres y de los pueblos (Mendoza Guinea, 1957: V, 49).
Y
dentro de lo espiritual –decían-, lo religioso ha jugado un papel de primer
orden. Ningún hombre –explicaban- puede dejar de formularse las eternas
preguntas sobre la vida y la muerte, sobre la creación y el más allá. A esas
interrogantes no se puede contestar con evasivas, sino con la afirmación o con
la negación. España contestó siempre con la afirmación católica. La
interpretación católica de la vida es, en primer lugar, la verdadera, pero es
además, históricamente, la española. Por su sentido de catolicidad, de universalidad,
ganó España al mar y a la barbarie continentes desconocidos. Los ganó para
incorporar a quienes los habitaban a una empresa universal de salvación.
Al
Frente de Juventudes le pareció urgente reelaborar una historia de España en la
que se destacase la contribución de los españoles a la humanidad. Según la
visión falangista, existía una historia sagrada e intocable la Historia de
España. Ésta estaba marcada por grandes hitos y por grandes prohombres como
Viriato, el Cid Campeador, Pelayo, Hernán Cortés, y como no, José Antonio Primo
de Rivera y Francisco Franco. Por ejemplo, en 1966, Manuel Medina Barea,
director de las Escuelas del Ave María, proponía para los cursos de 3º y 4º una
unidad titulada España en la que se debía tratar lo siguiente:
Observación
del mapa de España e interpretación de señalizaciones. Ídem de los símbolos y
fotografía del Jefe del estado. Audición del Himno Nacional e himnos del
Movimiento. Investigación de datos en el libro de consulta del alumno.
Conversación y discusión sobre las observaciones realizadas y datos obtenidos.
No
menos claro, se mostraba el jesuita Gabino Márquez, en su libro Deberes
Patrióticos (Madrid, 1940) para alumnos de 1ª y 2ª Enseñanza, que sintetizaba
toda la historia patria con las siguientes palabras:
Es imposible leer la gloriosa historia de nuestra Patria y no sentirse conmovido y noblemente entusiasmado por España. No puede menos de encender nuestro espíritu patriótico el heroísmo sublime de Sagunto y Numancia, el entusiasmo bélico de Pelayo, la caballerosidad guerrera y el noble patriotismo del Cid, la valentía y el amor santo de San Fernando a la Religión y a la Patria, el valor guerrero de Carlos V, la prudencia de Felipe II, el heroísmo sublime de los conquistadores, Hernán Cortés, Pizarro, Vasco Núñez de Balboa, etc, etc, y en nuestros tiempos la Guerra de la Independencia y esta guerra contra el marxismo salido del infierno... Por eso desea el gobierno de la nueva España que a los niños se les enseñe la Historia de nuestra patria, pues nuestra hermosísima historia, nuestra tradición excelsa, proyectadas en el futuro, han de formar el espíritu de los niños españoles.
Este
mismo autor afirma más adelante que la patria española debe ser Una, Grande,
Libre, Imperial y Cristiana. Una, porque no es racional que se divida en una
colección de repúblicas de Andorra y a merced de cualquier Estado ambicioso.
Grande, trabajando pero sin dejar la religión para que Dios nos ayude desde lo
alto. Libre, pero no liberal; eso de ningún modo, pues el liberalismo es un
error condenado por la Iglesia que ha causado la ruina de la Patria. Imperial,
porque España tiene derecho a la expansión colonial con tal de no faltar a la
justicia. Y, finalmente, Cristiana o mejor dicho católica porque todos lo somos
y en ello ciframos nuestra mayor gloria. Textos como éste y otros muchos son
muy claros sobre la intención educativa del nuevo gobierno surgido tras la
victoria de los golpistas en 1939.
La
historia la manipulan en base a grandes mitos, el primero de ellos es el casi
legendario Viriato, al que se considera esencia de lo más profundo de los
valores ibéricos. Le sigue Recadero de quien se decía lo siguiente:
Recadero es el gran monarca unificador de nuestra Historia: consiguió la unidad de las tierras y de los hombres bajo el signo de la cruz; consiguió la unidad espiritual de vencedores y vencidos, aproximando a las dos razas –dominante y dominada-, a la nobleza y al pueblo (Mendoza Guinea, 1957: I, 15).
El
siguiente héroe de la patria no podía ser otro que el casi legendario Pelayo y
la gloriosa batalla de Covadonga (718),
allí en los desfiladeros del monte Auseva, protegidos por la Virgen
María, que se les había aparecido en la gruta de Covadonga. Allí dio comienzo
la gloriosa Reconquista y la búsqueda de España de su unidad de destino en lo
Universal (Ibídem: 16). También, de este período se cita la reconquista de
Toledo por Alfonso VI, que tuvo una gran importancia no solo militar sino
también cultural por la fundación en ella de la Escuela de Traductores, que
puso en contacto las culturas cristiana y árabe. La Batalla de las Navas de
Tolosa (1212) donde Alfonso VIII derrotó a los almohades abriendo el camino
para la reconquista de Andalucía. Y finalmente, la capitulación de Granada en
1492, porque puso fin a varios siglos de dominación mahometana de la Península
y sentó las bases de la posterior expansión ultramarina.
Como
no podía ser de otra forma, dentro de esa Historia Sagrada ocupó un puesto de
honor la Conquista de América. Durante el franquismo se interpretó como una
etapa sagrada e intocable, uno de los signos de identidad de la patria hispana.
Y por sorprendente que parezca, esta leyenda apologética y legitimadora ha
prevalecido prácticamente hasta el siglo XXI. Ésta entendía la conquista como
una gesta de guerreros, héroes y santos que ensancharon los dominios de la
civilización y de la cristiandad. En 1944, Antonio Floriano destacaba la
importancia de una ley que protegía a los indígenas y que recaía con toda su
fuerza sobre aquellos que les daban malos tratos:
España siempre trató al indio como a un hijo menor; que ya la Reina Católica se negó a que fueran reducidos a la esclavitud; que cuando se conocían malos tratos, crueldades o rapacidades, estos se castigaban con rigor (1944: 145)
Nada
más falso, pues ni se trató al indio como a un hijo menor ni por supuesto
fueron condenados los españoles por sus actos de crueldad, por sus robos, por
las matanzas de indios y por las violaciones de indias. En 1947 en un libro
sobre Hernán Cortés, Manuel Trillo escribía, emulando a López de Gómara,
destacando la Conquista como la mayor obra realizada en el mundo, después de la
venida de Jesús al mundo:
Conviene recordar la calumniosa exageración en que, sobre todo a propósito de nuestra Obra en América, se ha incurrido por extranjeros malignos y hasta por españoles ofuscados, pintando a España como opresora madrastra de aquellos países… Precisamente nuestra Obra allá, nuestro divino obrón de redenciones, nuestro desdoblamiento abnegado y hasta la locura, es la página mayor, ¿qué digo de los anales de España?, de los anales del mundo, después del advenimiento del Redentor (Trillo, 1947: 2).
A
mediados de, siglo XX se expresaba [el venezolano] Rufino Blanco-Fombona elogiaba hasta
extremos insospechados a los conquistadores y descubridores españoles:
Los descubridores y conquistadores españoles de América –hoy podemos juzgarlos sin prevenciones y con exacta noción de su obra- fueron hombres maravillosos, muy de España y muy del siglo XVI (1956: 175)
Lo
cierto es que durante el franquismo se sostuvo que la conquista de América fue
muy beneficiosa tanto para los europeos como para los indios. Para muchos la
América Precolombina era un mundo salvaje, subdesarrollado y desaprovechado.
A
la Conquista de América, le seguía la gloriosa batalla de Lepanto, librada en el
golfo de Corinto, en 1571, por una alianza comandada por don Juan de Austria.
El Papa San Pío V, en reconocimiento por sus méritos, le aplicó las palabras
del Evangelio:
La paz de Westfalia (1648) y de los Pirineos (1659) se destaca tristemente porque supuso la derrota de los ideales que España había defendido en Europa (Mendoza Guinea, 1957: V, 5). Este acontecimiento histórico fue el inicio de una época oscura de la historia de España, en la que solo sobresalieron los carlistas en su intento por reconducir a España por la senda de su destino en lo universal. Todos los manuales de historia franquistas ensalzan a los carlistas por sus hermosas virtudes de fidelidad a la tradición y porque decidieron plantar cara a unas ideas liberales que traicionaban la mejor Historia de España (Ibídem: 7). El tradicionalismo es una doctrina política o, mejor aún, una posición cultural caracterizada por la fidelidad a la tradición cultural y política de España. Los requetés carlistas y los falangistas fueron las principales fuerzas que se sumaron a la Guerra Civil heroicamente.Hubo un hombre enviado por Dios, cuyo nombre era Juan, ordenando que en la letanía del Santo Rosario se rezara, de entones en adelante, el Auxilium Christianorum (Ibídem: 18).
El
alzamiento del 2 de mayo de 1808 contra las tropas invasoras de Napoleón, se
considera el siguiente hito en la historia de España. Combatieron en Madrid y
en el parque de Monteleón, dirigidos por Daoíz y Velarde. La gloriosa batalla
de Bailén (1808), ganada por las tropas del general Castaño, fue la primera
derrota en campo de batalla del ejército francés. Una resistencia heroica que
finalizó con la expulsión de los franceses tras las contiendas de Vitoria y San
Marcial, logradas los años de 1812 y 1813. Todo ello es adobado por palabras
grandilocuentes sobre el valor y el casticismo hispano, pues, como escribió
Mendoza Guinea, el pueblo español había sabido sufrir, luchar y vencer (1957:
V, 19).
De
la Guerra de la Independencia se salta directamente, a la última gran hazaña
del pueblo español, es decir, al golpe militar de 1936. Nada de lo sucedido
entre 1814 y 1935 tiene interés para el ideario falangista, porque España
estuvo contaminada por el perjudicial y depravador liberalismo.
Uno
de los temas que con más reincidencia se tratan en los manuales de la F.E.N. es
el del Alzamiento de 1936 y la subsiguiente Guerra Civil. Al nuevo régimen le
pareció imprescindible explicar a las nuevas generaciones lo que a todas luces
parecía inexplicable. Por ello, convirtieron un burdo golpe de Estado en un Glorioso
Alzamiento popular y la sangrienta y fratricida Guerra Civil en una sagrada
cruzada en la que se devolvieron a la Iglesia sus legítimos derechos, siguiendo
el deseo –decían- de la inmensa mayoría de los ciudadanos. El golpe de Estado
del general Franco se alaba como una de las grandes hazañas de la Historia de
España. Gabino Márquez señaló concretamente seis hitos, a saber: la defensa de
Covadonga en los orígenes de la Reconquista, la reconquista de Granada, el
descubrimiento de América, la conquista de los imperios azteca e inca, la
Guerra de la Independencia y, cómo no, la guerra de independencia contra los
rojos (1940: 27). De esos seis hitos, obviamente, el último se destacaba por
los escritores de la F.E.N., como el más decisivo, heroico y glorioso. Una
ruptura con el mal, protagonizada por el ejército, la falange, la Comunión
Tradicionalista y el pueblo, bajo el mando del Generalísimo Francisco Franco
Bahamonde. La citada cruzada comenzó el 18 de julio de 1936 y se prolongó hasta
el 1 de abril de 1939. Lo que no dicen es que tanto la derecha republicana como
los falangistas y algunos monárquicos habían incitado al alzamiento al menos
desde 1934. El propio José Antonio, consiguió enviar desde la Cárcel Modelo una
carta clandestina, fechada el 4 de mayo de 1936 en la que incitaba a sus
compañeros de partido y al ejército a levantarse contra el orden establecido:
Si permanecéis pasivos puede ser que cuando os deis cuenta España haya desaparecido (II, 989).
Sea
como fuere, lo cierto es que los escritores de la F.E.N. se esforzaron en
presentar el Alzamiento como un acontecimiento gozoso, clave para la
recuperación de España para su destino universal. Mendoza Guinea escribió en
este sentido que desde el glorioso Alzamiento, la Historia de España vuelve a
transcurrir por cauces que nos han de llevar hacia el cumplimiento del destino
histórico nacional (1957: I, 20). Todos los libros de la F.E.N. insisten una y
otra vez que el Alzamiento fue necesario para salvar a España de la destrucción
a que la llevaba el gobierno del Frente Popular:
Con su triunfo España consiguió la Unidad de sus tierras y sus hombres, al desaparecer los separatismos y la lucha de clases, y la Religión Católica amparada y protegida por el Estado; ha vuelto el Crucifijo a las Escuelas; se permite el culto externo, y es obligatoria la enseñanza religiosa en todos los centros docentes (Ibídem: I, 110).
Ni
que decir tiene que esa escalada revolucionaria que se le atribuye al Frente
Popular no fue más que otra leyenda creada a posteriori por el régimen de
Franco. En realidad, lo que hubo fue un intentó del nuevo gobierno de coalición
de izquierda proseguir con la reforma agraria, trayendo la esperanza a decenas
de miles de braceros desheredados. Unas esperanzas que el golpe militar y la
subsiguiente represión se encargaron de apagar. Las depuraciones de
republicanos, izquierdistas y campesinos tuvieron un carácter masivo.
Pero
Mendoza Guinea, en el manual de 5º de Bachillerato volvía al tema del
Alzamiento. Curiosamente, sostenía que no fue un golpe de Estado, ni un
pronunciamiento militar sino una sublevación del pueblo en armas contra un
gobierno que traicionaba el ser de España y hacía imposible la convivencia
entre los españoles… (V, 20). En esta misma línea, Antonio Castro Villacañas
afirmaba que el golpe de estado del 36 no lo protagonizó el ejército sino que
fue la reacción del pueblo español en un esfuerzo sobrehumano por acabar con
una República que lejos de solucionar los problemas los creaba (1955: 102). Más
sorprendente es que otros prestigiosos historiadores, como Antonio Rumeu de
Armas, presentasen también el Alzamiento como fruto de un clamor popular para
atajar el deslizamiento de la nación hacia el comunismo (1969: II, 221).
Por
tanto, la versión de los historiadores franquistas era que el Alzamiento no fue
otra cosa que un glorioso movimiento de liberación llevado a cabo por la
población civil para salvarnos del comunismo y del separatismo. Algunos autores
de la F.E.N., como Castro Villacañas, sospechando que su argumentación del
levantamiento popular podía no ser demasiado convincente, le pareció oportuno
reforzar su argumento con una serie de horrores de lo que él denominaba la República
roja:
-Las Checas mataron sólo en Madrid a más de 250.000 personas
-Entregaron el oro del Banco de España a Rusia.
-Y permitieron la fragmentación de España.
Manuel
Fraga Iribarne, en los años 60, elogiaba la figura del general Franco, quien
había dado una estabilidad a España, cuyos precedentes sólo se encuentran en la
Historia Moderna (1969: 52). Según este político gallego, con Franco y su Glorioso
Alzamiento confluyó el ideario tradicionalista, tan arraigado en España, con el
programa falangista que impulsaba la ansiada justicia social. En este mismo
sentido, Marino Díaz Guerra, colaborador del Frente de Juventudes, escribió ¡en
1971! que el Alzamiento supuso el fin de un largo período de inestabilidad en
la Historia de España, iniciado en las Cortes de Cádiz. Por ello, desde el
triunfo de lo que él llama Revolución se inició la etapa más seria de su
historia contemporánea para resolver el llamado problema de España (Díaz
Guerra, 1971: 28-29).
Queda
claro que durante varias décadas, uno de los grandes objetivos de la F.E.N. fue
reinterpretar el golpe de Estado de 1936. Lo intentó presentar como un fenómeno
inevitable que no partió de una cúpula militar golpista sino de una revolución
popular. De esta forma, intencionadamente establecían grandes paralelismos
entre la insurrección de mayo de 1808 y la protagonizada con Franco en 1936.
¡Increíble!, ¿ha habido en la Historia algún alzamiento militar protagonizado
por el pueblo? Obviamente no. Pero, ¿alguien se creería esa patraña del alzamiento
popular?, Por sorprendente que parezca, creo que sí; 36 años machando lo mismo
a los niños desde su más corta infancia pueden hacer creíble lo más increíble.
Y es que como dijo aquel, una mentira repetida mil veces se convierte en una
verdad.