Sin embargo, el “Imperio del medio” sigue siendo un Estado
‘emergente’, con gigantescas bolsas de pobreza en diversas zonas del interior y
con un Producto Interior Bruto por habitante (PIB/per capita, en 2013) de apenas 6.800 dólares, semejante al de, por
ejemplo, Namibia, República Dominicana o Perú; muy inferior al de, por ejemplo,
España (30.000 dólares), Francia (42.000) o Estados Unidos (53.000). Pero su
masa demográfica es tan enorme (casi mil quinientos millones de habitantes) que
su peso económico global está alcanzando niveles inauditos. De hecho, desde
diciembre de 2014, en términos de poder adquisitivo global de su población,
China es ya la primera potencia económica del planeta. Su economía representa
el 16,5% de la economía mundial, frente al 16,3% de Estados Unidos que ocupaba
ese puesto de “primera potencia económica” desde 1872.
Poco a poco, y a pesar de sus considerables flaquezas, Pekín
[Beijing] va configurándose efectivamente como la única potencia capaz de
establecer, a medio plazo, una verdadera ‘rivalidad estratégica’ con
Washington. El presidente Barack Obama no se equivoca cuando identifica a China
como el país que podría disputarle a Estados Unidos –en la segunda mitad del
siglo XXI–, su hegemonía planetaria.
En esa perspectiva, decidida a rivalizar con Estados Unidos
en un sector en el que éstos aparecían como intocables, China acaba de abrir un
nuevo frente, esta vez contra el poderío financiero norteamericano. Con la
reciente creación del Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIB, por
sus siglas en inglés) –al que España se adhirió el pasado 14 de abril–, Pekín
aporta una nueva prueba de sus ambiciones.
Este Banco quiere rivalizar nada menos que con el Fondo
Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, o sea las dos principales
instituciones financieras planetarias creadas bajo los auspicios de Washington
al final de la Segunda Guerra Mundial en el marco de los Acuerdos de Bretton
Woods (1) y controladas desde entonces por Estados Unidos y el campo
occidental. El AIIB competirá además con el Banco Asiático de Desarrollo (BASD,
por sus siglas en inglés), creado en 1966, y muy controlado por Japón. Por eso,
ni Tokio, ni Washington se han adherido –por ahora– al AIIB aunque han
fracasado rotundamente en su intento por disuadir a sus principales aliados de
hacerlo como algunos de los principales socios de Estados Unidos como Alemania,
Reino Unido, Francia, Italia, Países Bajos, Australia, Corea del Sur, Israel,
etc. Lo cual constituye una enorme victoria diplomática de Pekín y un paso más
en la vía para imponerse como potencia financiera internacional. El plazo impuesto por
Pekín para ser “miembro fundador” del AIIB se terminaba el pasado 31 de marzo.
Y a esa fecha ya se habían adherido unos 57 países, entre ellos los BRICS
(Brasil, Rusia, la India y Sudáfrica).
La creación del AIIB es asimismo la consecuencia de las
críticas constantes contra el FMI, y que este organismo no ha sabido corregir.
En particular en lo que concierne al voto. Como se sabe, para adoptar una
decisión importante en el seno del FMI es necesario el 85% de los derechos de
voto. Lo cual significa que Estados Unidos (que dispone del 16,74% de los
votos) posee en realidad un derecho de veto. La Unión Europea también, si todos
sus miembros (que disponen, juntos, de más del 30% de los votos) se unen.
Mientras que, por ejemplo, China sólo tiene el 3,81% de los votos, la India el
2,81% y Brasil el 2,50%...
Este sistema tan inequitativo de votación permite que el FMI
sea, desde 1945, un ‘agente objetivo’ del capitalismo en su versión
ultraliberal, partidario a ultranza de las privatizaciones, de los ‘ajustes
estructurales’ (como el que se le impuso a América Latina y África en los años
1980 y 1990, y que se le impone hoy a Grecia), de la desregulación financiera y
de la desregulación del trabajo.
Además, bajo el pretexto de “lucha contra la corrupción” y
“de promoción de la moralidad financiera”, el Banco Mundial y el FMI (cuyos dos
precedentes Directores gerentes fueron Rodrigo Rato y Dominique
Strauss-Kahn...) se niegan a favorecer las inversiones para el desarrollo de
las infraestructuras de muchos países emergentes.
En el nuevo Banco Asiático de Inversión en Infraestructura
(AIIB) ningún Estado, ni siquiera China, tendrá derecho de veto. Por vez
primera, en un proyecto financiero de esta envergadura, las grandes potencias
occidentales sólo dispondrán de un papel secundario. Mientras que el papel de
los actores regionales será determinante.
El AIIB surge también, en el marco de una arquitectura
financiera mundial alternativa, como una pieza que se añade al Banco de
Desarrollo de China (creado por Pekín en 1994) y que le acaba de prestar 3.500
millones de dólares a la empresa estatal brasileña Petrobras, muy afectada por
la caída de los precios del petróleo y por un enorme escándalo de corrupción
(2). Y al Nuevo Banco de Desarrollo BRICS (New Development Bank BRICS, NDB
BRICS) (3), creado el 15 de julio de 2014 con ocasión de la VI cumbre de los
BRICS (Brasil, Rusia, la India, China, Sudáfrica) que tuvo lugar en Fortaleza
(Brasil). La sede del NDB BRICS está –no podía ser de otra manera– en Shanghái
(China) y su capital inicial es de 100.000 millones de dólares. Sus principales
objetivos son: favorecer una mayor cooperación financiera y fomentar un mejor
desarrollo de los Estados emergentes. O sea, los objetivos del Banco Mundial...
Otro de sus propósitos, reivindicado por Pekín, es reducir la dependencia de
estos Estados con respecto a los bancos crediticios occidentales y al dólar.
La batalla de la moneda es otro aspecto de la ofensiva china por la hegemonía mundial. De tal modo que, por ejemplo, todos los financiamientos realizados por el Banco AIIB este año, unos 50.000 millones de dólares, lo son en yuans chinos. Las reservas de Pekín en divisas extranjeras ascienden a 3,7 billones de dólares... Pero las fluctuaciones del ‘billete verde’ estadounidense y las flaquezas del euro hacen que China desee disponer de su propia divisa, y quiera imponerla como divisa internacional. Más de un millar de bancos en unos 85 países utilizan ya el yuan en sus transferencias. En África, el yuan es, desde hace tiempo, un instrumento fundamental de la política china de inversiones. Nigeria, Ghana, Zimbabue y Sudáfrica, por ejemplo, son algunos de los países que han adoptado el “billete rojo” como moneda de pago internacional y de reserva. El volumen de los intercambios comerciales de Pekín con los países africanos alcanzó, en 2014, unos 200.000 millones de dólares, o sea más del doble de los intercambios de África con Estados Unidos (4).
La batalla de la moneda es otro aspecto de la ofensiva china por la hegemonía mundial. De tal modo que, por ejemplo, todos los financiamientos realizados por el Banco AIIB este año, unos 50.000 millones de dólares, lo son en yuans chinos. Las reservas de Pekín en divisas extranjeras ascienden a 3,7 billones de dólares... Pero las fluctuaciones del ‘billete verde’ estadounidense y las flaquezas del euro hacen que China desee disponer de su propia divisa, y quiera imponerla como divisa internacional. Más de un millar de bancos en unos 85 países utilizan ya el yuan en sus transferencias. En África, el yuan es, desde hace tiempo, un instrumento fundamental de la política china de inversiones. Nigeria, Ghana, Zimbabue y Sudáfrica, por ejemplo, son algunos de los países que han adoptado el “billete rojo” como moneda de pago internacional y de reserva. El volumen de los intercambios comerciales de Pekín con los países africanos alcanzó, en 2014, unos 200.000 millones de dólares, o sea más del doble de los intercambios de África con Estados Unidos (4).
Xi Jinping, en enero pasado en Pekín, durante el primer Foro
Ministerial entre China y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños
(CELAC). Con América
Latina también se han incrementado de manera espectacular los intercambios
comerciales (entre 2000 y 2013, se multiplicaron por 22). En 2013, el volumen
comercial total China-América Latina alcanzó los 275.000 millones de dólares. Y
se estima que esta cifra se duplicará al finalizar esta década. En los próximos
diez años, China invertirá 250.000 millones de dólares en América Latina,
anunció el presidente
Las cifras de los créditos chinos a América Latina son menos
destacadas, pero también reflejan la inaudita expansión de la potencia
financiera asiática y sus intereses prioritarios en petróleo, minerales y
productos agrícolas. De 2005 a 2014, esos créditos sumaron 119.000 millones de
dólares. Y de ese total, casi la mitad (56 300 millones de dólares) se concedió
a Venezuela, que posee las mayores reservas de hidrocarburos del mundo. Le
siguen Brasil y Argentina, grandes exportadores de soja, con 22 000 y 19 000
millones de dólares, respectivamente (5).
Desde el inicio del siglo XXI, China viene aumentando sus
inversiones directas en el exterior, alcanzando una media de 200.000 millones
de dólares al año. Su potencia de fuego inversionista sigue siendo menor que la
de Estados Unidos (367.000 millones de dólares en 2012), pero ya le está
empezando a morder los talones. Con cierto “pánico estratégico”, Washington ve
acercarse la hora en que China se impondrá también como megapotencia
financiera.
Notas
(1) Los Acuerdos de Bretton Woods se firmaron al final de
una Conferencia internacional que reunía a los cuarenta y cuatro países aliados
y que tuvo lugar en esa ciudad estadounidense de New Hampshire del 1 al 22 de
julio de 1944. Ampliamente inspirados por el economista británico John Maynard
Keynes, los Acuerdos dibujaron las grandes líneas de lo que sería el Sistema
financiero internacional después de la guerra, organizado en torno al dólar; y
crearon dos influyentes organismos: el FMI y el Banco Mundial.
(2) Cf. L’Agefi, París, 22 de abril de 2015.
(3) Les Echos, París, 14 de julio de 2014.
(4) Le Monde, París, 15 de abril de 2015. (5) Léase,
Mario Osava: “China penetra en América Latina con créditos a países en
penurias”, IPS, Roma, abril de 2015.
http://www.monde-diplomatique.es/ |