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La “maldición de la abundancia” es una expresión utilizada
para caracterizar los riesgos que corren los países pobres donde se descubren
recursos naturales objeto de la codicia internacional. La promesa de la
abundancia, derivada del inmenso valor comercial de los recursos y las
inversiones necesarias a realizar, resulta tan convincente que pasa a
condicionar el patrón de desarrollo económico, social, político y cultural.
Los riesgos de este condicionamiento son, entre otros:
crecimiento del PIB en lugar de desarrollo social; corrupción generalizada de
la clase política que, para defender sus intereses privados, se vuelve cada vez
más autoritaria con el fin de mantenerse en el poder, visto como una fuente de
acumulación primitiva de capital; aumento en vez de reducción de la pobreza;
polarización social creciente entre una pequeña minoría superrica y una inmensa
mayoría de indigentes; destrucción ambiental e imposición de innumerables
sacrificios a las poblaciones donde se encuentran los recursos en nombre de un
“progreso” que nunca conocerán; creación de una cultura consumista practicada
por una pequeña minoría urbana pero impuesta como ideología a toda la sociedad;
supresión del pensamiento y las prácticas disidentes de la sociedad civil bajo
el pretexto de ser obstáculos al desarrollo y profetas de la desgracia. En
resumen, el riesgo es que, al final del ciclo de la orgía de los recursos, el
país esté más empobrecido económica, social, política y culturalmente que al
principio. En esto consiste la maldición de la abundancia.