Especial para La Página |
El sistema político español está padeciendo una crisis de
enorme envergadura que se manifiesta en múltiples y muy variadas formas, si
bien la mayoría de ellas se pueden sintetizar en la creciente y acelerada
desafección sobre los representantes y las instituciones políticas. Este
particular sentimiento antipolítico pareciera haberse instalado de forma sólida
en nuestra forma de pensar colectiva.
No obstante, los trabajadores españoles, junto con todos
aquellos que desean serlo y no pueden, revelan a través de sus opiniones y
acciones que están hartos de un problema estructural más que de uno puntual. El
movimiento 15M ya puso con claridad esta cuestión encima de la mesa: no se
reclamaban demandas concretas en una determinada coyuntura sino que la acción
era sencillamente elevar un grito de frustración en relación al contexto
socioeconómico en su conjunto. El objetivo era refundar el mundo reuniéndose en
las plazas donde se construirían los mapas y las guías con las que lograrlo. Se
trataba de un bello estallido espontáneo, emocional e incontenible que ponía en
cuestión todo el orden establecido.