El social-liberalismo está deslumbrado con la globalización. Considera que el incremento registrado en la internacionalización de la economía constituye el dato más auspicioso de la realidad actual. Cardoso, Castañeda y Sebreli sólo difieren en los argumentos de esa reivindicación.
Justificaciones más sorprendentes aportan otros dos autores del mismo perfil. Por un lado, el argentino Fernando Iglesias intenta combinar ciertas tesis de la izquierda liberal con posturas definidamente derechistas. Por otra parte, el inglés Nigel Harris ha sustituido viejos planteos de la izquierda radical por sofisticadas defensas del cosmopolitismo burgués.
Fantasías
globalistas
Cardoso considera que la globalización abre
las compuertas del progreso. Estima que este cambio permite gestar una sociedad
representativa de la vitalidad histórica del capitalismo[1] Pero esta evaluación no condice con la
envergadura de la crisis reciente. La convulsión del 2008 no sólo puso en
entredicho la supervivencia de los bancos. También reveló un grado de
inestabilidad sistémica incompatible con las ilusiones de solidez que transmite
Cardoso. Su apología también ignora los aterradores desequilibrios ecológicos
actuales. Este deterioro del medio ambiente ha dado lugar a numerosos estudios
que advierten contra una potencial regresión a la era de los glaciares.