Claudio Katz [1]
Diversos
exponentes del pensamiento radical han formulado en los últimos años críticas
contundentes al desarrollismo. Estos cuestionamientos objetan el extractivismo y los modelos de crecimiento a cualquier
precio. Destacan especialmente los efectos devastadores de la agro-exportación y la minería a cielo
abierto que impera en América Latina. Ambas actividades constituyen el pilar de
un curso económico regresivo implantado a mitad de los 80[2].Ese patrón de acumulación refuerza la condición dependiente de la región y su inserción periférica (o semiperiférica) en la división internacional del trabajo. Consolida la desposesión de las mayorías populares, refuerza el desempleo y favorece a las empresas que lucran con la precarización del empleo.
La depredación del medio ambiente suscita incontables conflictos sociales. Los adversarios del desarrollismo participan activamente en la resistencia popular contra el saqueo del subsuelo, la desertificación, la extinción de las selvas y la desaparición de los bosques. Aportan detalladas denuncias de las consecuencias de esa demolición. Las movilizaciones para preservar los recursos naturales originaron gran parte de las movilizaciones populares del último quinquenio. Un tercio de estas acciones estuvieron relacionadas con esa problemática y sólo en el 2012 se computaron 184 confrontaciones de ese tipo en la región. Cinco protestas alcanzaron dimensiones transfronterizas (Svampa 2013; Bruckmann, 2012).