Pese a que en la agenda temática previamente acordada no se
contemplaba discutir la propuesta del ALCA, Estados Unidos -con la ayuda de su
socio/peón, Canadá- trató de imponer el tema y lograr un voto positivo en la
Cumbre que
abriese de par en par las puertas al proyecto imperialista. Este proponía instaurar la más irrestricta liberalización comercial bajo la forma de un tratado global de libre comercio –un TLC para las Américas- que, como enseña la experiencia práctica de países como México (la economía con mayor período de vigencia del TLC), Colombia, Perú y Chile sólo profundizaría los lazos de dependencia, la vulnerabilidad externa, la extranjerización de las economías, la pobreza y la polarización social y el saqueo de los bienes comunes de la región. No es casual que sean precisamente los países “beneficiados” por los TLCs aquellos en donde más se agitan las protestas populares del continente. Como lo recordara Eduardo Galeano, el libre cambio cristaliza la división internacional del trabajo en la cual algunas economías se especializan en ganar y otras en perder. De eso se trataba el ALCA, y eso es lo que fue derrotado en Mar del Plata.
abriese de par en par las puertas al proyecto imperialista. Este proponía instaurar la más irrestricta liberalización comercial bajo la forma de un tratado global de libre comercio –un TLC para las Américas- que, como enseña la experiencia práctica de países como México (la economía con mayor período de vigencia del TLC), Colombia, Perú y Chile sólo profundizaría los lazos de dependencia, la vulnerabilidad externa, la extranjerización de las economías, la pobreza y la polarización social y el saqueo de los bienes comunes de la región. No es casual que sean precisamente los países “beneficiados” por los TLCs aquellos en donde más se agitan las protestas populares del continente. Como lo recordara Eduardo Galeano, el libre cambio cristaliza la división internacional del trabajo en la cual algunas economías se especializan en ganar y otras en perder. De eso se trataba el ALCA, y eso es lo que fue derrotado en Mar del Plata.
Al pronunciar el discurso de apertura de las sesiones de la
Cumbre, Néstor Kirchner se pronunció en contra de la pretensión de incorporar
el tratamiento del ALCA en las deliberaciones, lo que provocó la insistencia de
Canadá acompañado por los gobiernos conservadores de México (presidido por
Vicente Fox); el de Panamá (presidido para su eterna deshonra por Martín
Torrijos, que traicionó el legado de su padre, Omar Torrijos, quien recuperó el
Canal de Panamá de manos yankees) y, sibilinamente, por el presidente de Chile,
Ricardo Lagos. Pero las intervenciones posteriores de Luiz Inacio “Lula” da
Silva, Tabaré Vázquez y, sobre todo, de Hugo Chávez, liquidaron definitivamente
ese proyecto y en la Declaración Final quedó claro, en negro sobre blanco, que
no había acuerdo sobre el tema y que, por lo tanto, quedaba postergado
indefinidamente. Fue, dicho en términos diplomáticos, el certificado de
defunción del ALCA.
La de Mar del Plata fue una batalla de extraordinaria
importancia y que algunos sectores atrasados de la izquierda y el “progresismo”
no aprecian en su justo término porque subestiman el papel de la lucha
antiimperialista para la construcción de una alternativa socialista en nuestros
países. El estratega de ese combate fue Fidel, y el gran mariscal de campo fue
Chávez, contando con la importantísima colaboración de Néstor Kirchner y Lula.
Muy difícil para estos, por diferentes razones. Para Kirchner, porque era el
anfitrión de la Cumbre y tenía que desairar a Bush en su propia cara, y lo
hizo; y para Lula, porque dentro de su gobierno había sectores -¡que todavía
los hay en el gobierno de Dilma!- que favorecían al proyecto y que creen que
Brasil nada tiene que hacer con América Latina. La batalla que estos tres
libraron dentro de la Cumbre fue impulsada y facilitada por la extraordinaria
movilización popular que se dio cita en Mar del Plata, producto de la eficacia
de la larga campaña continental de “No al ALCA” y del generalizado repudio que
suscitaba la figura de George W. Bush, verdugo de Irak y Afganistán y, tal como
lo denunciara Noam Chomsky, uno de los más sanguinarios criminales de guerra de
los últimos tiempos. La “Contracumbre” de los movimientos fue un factor de
enorme gravitación para frenar, desde afuera del recinto donde se reunían los
presidentes, la iniciativa norteamericana y para persuadir a los gobernantes
dubitativos o inclinados a aceptar las órdenes del imperio que aprobar el ALCA
significaría poco menos que provocar un incendio en sus propios países. Poco
después Evo Morales accedería a la presidencia de Bolivia y al año siguiente
haría lo propio Rafael Correa en Ecuador, alterando significativamente el mapa
sociopolítico de América Latina y ratificando el retroceso del imperialismo en
la región.
Para concluir: hay muchas razones para celebrar un nuevo
aniversario de esa gran victoria de nuestros pueblos. ¡No permitamos que tamaña
proeza popular caiga en el olvido!
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