Foto de Lenin en 1915 |
La primera guerra mundial había estallado hacía un mes
cuando Lenin llegó a Suiza tras haber sido encarcelado por un breve período en
Austria-Hungría bajo la sospecha de ser un "espía ruso". Se instaló
en un pequeño apartamento en la, según su propia expresión,
"durmiente" Berna, donde se juntó con un grupo de bolcheviques
exilados que compartió sus tesis sobre Las tareas de la social-democracia
revolucionaria en la guerra europea. En ellas denuncia el voto de los créditos de
guerra por parte de los jefes del socialismo alemán y la incorporación de sus
homólogos franceses y belgas a ministerios burgueses. Sin capacidad para
impedir la guerra imperialista, pero rechazando aprobarla, al menos habrían
podido estar en posición de animar a las revueltas populares a luchar contra el
poder de su propia burguesía, para derrocarla
La derrota prepara la revolución
Ese texto anunció ya las principales orientaciones de Lenin
durante la guerra: propaganda, en el ejército y en el campo de batalla, a favor
de la revolución socialista y de "dirigir las armas… contra los gobiernos
y los partidos reaccionarios y burgueses de todos los países"; llamamiento
a la "conciencia revolucionaria de las masas" contra "los
cabecillas de la Internacional que han traicionado el socialismo"; lucha
contra "el chovinismo ruso, paneslavo" de la autocracia zarista
y a favor de la "liberación de los pueblos oprimidos", entre ellos,
el polaco, pero también el ucraniano. En Suiza, el socialista Robert Grimm se
negó a imprimir aunque sólo fueran extractos de este texto incendiario en el
periódico de su Partido.
Llegadas a Rusia clandestinamente, estas tesis fueron
debatidas por una dirección bolchevique diezmada por la represión. En la
Internacional, Lenin presentó sus planteamientos en la conferencia socialista
suizo-italiana del 27 de septiembre de 1914, que se celebró en Lugano. Al día
siguiente, explicó su idea fundamental: "En una guerra revolucionaria, la
clase revolucionaria no puede desear mas que la derrota de su propio gobierno;
no puede dejar de ver la relación entre el fracaso militar de éste y lo beneficioso
que resulta esta fracaso para derrocarlo"; añadiendo que esta revolución
es indispensable "para evitar la triste eventualidad que amenaza al género
humano (…) de conocer una segunda guerra imperialista si la revolución no
emerge de la guerra actual"/1. Para él, la guerra ponía al orden del día
la revolución socialista para la que había que prepararse de forma activa. El 1
de noviembre declaró muerta la II Internacional y llamó a la creación de la III
Internacional.
Para Lenin la guerra imperialista anunciaba un período
histórico en el que los revolucionarios pueden, muy rápidamente, ganar una
audiencia inmensa, a condición de defender objetivos que respondan a los
intereses de las masas trabajadoras, partiendo de su nivel de consciencia y
permitiéndoles hacer la experiencia de la necesidad de romper con el
capitalismo y el orden político burgués. De ahí su rechazo a la "palabrería
revolucionaria" y su búsqueda permanente de mediaciones –en términos de
consignas, de reivindicaciones transitorias, de propuestas de unidad de acción–
entre la conciencia de las y los explotados y oprimidos y el programa de la
revolución socialista/2.
Berna, cuna de la Internacional Comunista
En la primavera de 1915, Berna acoge, una detrás de otra, la
Conferencia socialista internacional de mujeres (26-28 de marzo) y la
Conferencia internacional de la juventud socialista (4-6 de abril) en las que
las posiciones de Lenin son defendidas por la bolchevique Inés Armand, sin
conseguir obtener la mayoría. Inmediatamente después, a partir de mayo de 1915,
a iniciativa del Partido socialista italiano, el suizo Robert Grimm prepara el
encuentro de Zimmerwald que acogerá a los socialdemócratas opuestos a la guerra
y de cara a la cual Lenin edita un folleto titulado La bancarrota de la II
Internacional. En el mismo defiende, especialmente, la idea de que las
direcciones sindicales y políticas del movimiento obrero de Europa occidental
están corrompidas por una aristocracia obrera privilegiada que ha
renunciado al socialismo porque se acomoda a las migajas que caen del festín de
la burguesía imperialista.
El Hotel & Pensión Beau-Sejour,
donde se celebró la Conferencia de Zimmerwald, Suiza |
En el borrador del texto, Lenin incluso llama a las y a los
proletarios a luchar a favor de la creación de una nueva Internacional contra
la guerra y el capitalismo. Pero su posición fue puesta en minoría, sobre todo
por los alemanes, los italianos y los franceses. En esas circunstancias fue
Trotsky, más conciliador, quien se encargó de redactar un manifiesto de
síntesis que finalmente fue adoptado por unanimidad y en el que se denuncia al
imperialismo como una máquina de guerra, pero también a los líderes
socialdemócratas comprometidos en la Unión sagrada. Se hace hincapié en la
lucha a favor de "la paz sin anexiones ni indemnizaciones", aunque
resulta ambiguo en lo que respecta a la línea de trabajo a seguir y no llama a
la creación de una nueva internacional. No obstante, la izquierda de Zimmerwald
lo apoyó como un primer paso, aunque criticando públicamente sus límites.
"Nos comprometemos y después vemos…"
Al inicio de la guerra, el movimiento obrero ruso, que
conoció una progresión espectacular de 1912 a 1914 se encontró brutalmente aislado,
atomizado y expuesto a la represión. En el exilio, Lenin, cuyos contactos con
los círculos bolcheviques del Imperio son difíciles, atraviesa fases de duda y
amargura. Sin embargo, en el curso de esos años, despliega una actividad
teórica sin precedentes: vuelta a los fundamentos filosóficos del marxismo a
partir, fundamentalmente, de la Ciencia de la lógica de Hegel, que él
anota y comenta; investigación profunda sobre el imperialismo, que lo ve como
un nuevo estadio del capitalismo y reflexiones sobre la cuestión nacional y el
derecho de los pueblos a la libre autodeterminación, que defiende contra Rosa
Luxemburgo y Bujarin.
Estos tres elementos clave marcan una verdadera inflexión en
su trayectoria intelectual, que se hace más flexible y viva, "polyscópica",
para retomar su propio calificativo/3. ¿Cómo articula él el pensamiento y la
acción? Poniendo el acento sobre las fuerzas motrices y los instrumentos
políticos de la revolución: clases explotadas, pueblos oprimidos, alianzas,
partidos revolucionarios, programas, estrategias, tácticas, consignas, etc.
En uno de sus últimos escritos, cita a Napoleón: "On s’engage et puis on voit…" ("Nos
comprometemos, y después vemos…") (en francés en el texto)/4. Ahora
bien, este aparente pragmatismo expresa su comprensión de la relación
dialéctica entre, por una parte, la teoría, el análisis de una formación
social, la definición de un proyecto estratégico y, de otra, la capacidad para
intervenir en la política con la mayor flexibilidad táctica. El 28 de abril de
1918, resumió de ese modo esta perspectiva: "No basta con ser
revolucionario y partidario del socialismo o comunista en general. Es necesario
saber encontrar, en cada momento el eslabón particular al cual hay que
aferrarse con todas las fuerzas para sujetar toda la cadena y preparar
sólidamente el paso al eslabón siguiente. El orden de los eslabones, su forma
de engarce, la diferencia entre unos y otros no son ni tan simples ni tan
burdos en la cadena histórica de los acontecimientos como en una cadena
corriente forjada por el herrero"/5.
"Una perspectiva concreta dirigida hacia la acción transformadora” /6
La referencia a sus estudios filosóficos de Berna en el
otoño de 1914 es evidente hasta en la elección de los términos, señalando a
continuación: "en Hegel la práctica sirve como eslabón en el análisis del
proceso del conocimiento (…) La conciencia del hombre no solo refleja el mundo
objetivo sino que lo crea (subrayado mío)"/7. Es por eso que el
filósofo húngaro, Georg Lukács verá en la actividad intelectual de Lenin un
ejemplo de "pensamiento concreto anti-esquemático, anti-mecanicista y
dirigido directamente hacia la acción transformadora"/8; por su parte,
Antonio Gramsci lo percibe como el más importante "teórico moderno de
la filosofía de la praxis"/9. Por esa razón, tras la revolución, el
dirigente de Octubre expresará sus dudas sobre la oportunidad de hacer un
compendio de sus escritos como una guía para la acción: hará observar que las
situaciones con las que "nos hemos encontrado" jamás se
reproducirán de la misma manera y los revolucionarios no podrán ahorrarse el
trabajo de considerar las especificidades de las situaciones a las que se verán
confrontados para definir sus tareas. Lo que no impedirá a sus epígonos
inventar el "leninismo" de la misma manera que embalsamaron su
cuerpo.
Es verdad que para Lenin una base teórica sólida, un
horizonte estratégico claro y una organización revolucionaria aguerrida
constituyen las condiciones necesarias para una acción consciente y eficaz.
Pero eso no es suficiente: la intervención en las luchas, el análisis de su
impacto en el tiempo real y la información que nos suministra, sólo nos ofrecen
un conocimiento bastante preciso del terreno para intentar modificar su
configuración. Por ello, en determinadas circunstancias, la política concreta
puede, aparentemente, tomarse libertades en relación a un programa o una
estrategia a largo plazo, sólo a condición de evitar hacer de la necesidad
virtud y, sobre todo, de no alimentar ilusiones sobre la posibilidad de
engañarnos de forma duradera sobre las limitaciones de la realidad objetiva.
Notas
1/ Citado por Jean-Jacques Marie, Lénine. La révolution permanente, Paris,
Payot, 2011, p. 154.
2/ Por esta razón, la editorial Demopolis reeditó en
2011 La Maladie infantile du
communisme (le «gauchisme») (1920), bajo el título más explícito
de Petit manuel pour rompre avec le
capitalisme.
3/ Henri Lefebvre, La Somme et le reste, 2 vol., Paris, La Nef de Paris éditions,
1959, vol. 1, p. 85.
4/ Ibid., p. 493.
5/ Lenin, Las
tareas inmediatas del poder soviético (1918), en: Obras escogidas, t.
2, p. 374.
6/ En torno a este punto ver mi postfacio a la biografía
intelectual de Lenin aparecida en francés el mes pasado en la Editorial Les Prairies ordinaires, Paris.
7/ Lenin, Cuadernos
filosóficos, Editorial Ayuso, 1974,p. 198.
8/ Lukacs, Georg, La pensée de Lénine, Paris, Denoël/Gonthier, 1972, p.
128.
9/ Gramsci, Antonio, Cahiers de prison. Cahiers 10, 11, 12 y 13, Paris, Gallimard.
1978, p. 41.
http://vientosur.info/ |