
Como hijas putativas que son del capitalismo, las
estructuras criminales existen en función del lucro. Usan la violencia solo
para imponer su voluntad. Su hábitat es la corrupción y la economía
informal, entendida esta como una actividad ilegal soterrada, en la cual
coexisten con el contrabando la trata de personas, el tráfico de armas,
el narcotráfico, la extorsión, el secuestro, el sicariato, el blanqueo de
capitales y el terrorismo. En este mundo sórdido, los actores llegan a
especializarse pero sus actividades se entremezclan en el tejido social e
institucional. Se nutren de los despojos de la maquinaría capitalista. De la
lumpenburguesía y del lumpenproletariado. Estas nunca podrán derrotarse
mientras sea relevante esa economía ilícita y se carezca de una economía
productiva alternativa hacia la superación del modelo capitalista rentístico-importador.