Lectores ✆ Marie Mahler |
Especial para La Página |
Todos los guionistas sabemos trucos probados y aprobados por
el público. Contar historias es fácil. Lo difícil es contarlas bien. Después de
casi nueve años como guionista, el primer consejo que puedo darle a un escritor
recién nacido, es decir, a uno que ha escrito menos de un millón de palabras,
es el siguiente: olvida tu afán de originalidad. El poeta Goethe sostenía que
sólo los tontos creen que han tenido ideas que nadie, nunca, había pensado.
Todo ha sido pensado ya (nada se crea "ex
nihilo"). Lo único que podemos hacer es combinar y recombinar las ideas de
los otros. Mis argumentos han sido corroborados por científicos, literatos,
pintores y meditadores profesionales, llamados "filósofos". La
inteligencia, o mejor dicho, la capacidad para ordenar, jerarquizar, recordar e
interpretar datos es una habilidad rarísima en los hombres. El "qué"
es importante, pero es más importante el "cómo", o al menos lo es
para los estetas (Kafka, al que citaremos, sólo quería imitar a Dickens).
Cualquier guionista sabe que para atraer la atención de las
masas es necesario provocar problemas morales y sociales. Un hombre rico que
pierde su fortuna por amar a una mujer pobre, un rey que pierde su imperio para
salvar a su hijo, una mujer que muere para que su bebé cumpla su destino o un
banquero que apuesta toda su fortuna para salvaguardar su fama de aventurero,
son puntos de partida o vórtices que pueden constituir grandes historias.