
Ya sé que hoy es día de lamentar el daño a la pluralidad
informativa, la pérdida de una voz crítica, la orfandad de tantos lectores o el
hueco que queda en el lado izquierdo del kiosco cuando más falta hace tenerlo
cubierto, en tiempos de ofensiva reaccionaria. Pero me permitirán que no gaste
mi última columna en repetir tópicos, pues ninguno de ellos ha salvado el
periódico, ni tampoco han sido esos lugares comunes y afectados los que han
hecho posible que el diario esté en la calle cuatro años y medio.