Hay consenso entre los historiadores de la lingüística en
considerar que el nacimiento de la lingüística “científica” en el mundo
occidental tuvo lugar a principios del siglo XIX. En efecto, a lo largo de ese
siglo los hechos del lenguaje se empezaron a analizar de manera cuidadosa y
objetiva, y se comenzaron a ser explicados a partir de hipótesis inductivas (es
decir, hipótesis que derivaban de esos hechos).
La gramática especulativa de los escolásticos y de sus
sucesores de Port Royal puede considerarse “científica” de acuerdo a cómo se
entendía en ese tiempo el “conocimiento seguro”: sus demostraciones causales de
por qué las lenguas eran como eran estaban basadas en principios que se
suponían universalmente válidos. Este modo de pensar, sin embargo, entró en
crisis a finales del siglo XVIII, cuando se produjo una insatisfacción general
respecto de las explicaciones a priori y las llamadas explicaciones lógicas, y
comenzó entonces a surgir una preferencia por el razonamiento de tipo
histórico. Este cambio de “mirada” no se restringió al estudio del lenguaje
sino que se extendió al estudio de todas las instituciones humanas, bajo la
evidencia de que todas ellas se hallaban sujetas a evolución y cambio.














