Especial
para La Página
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Si hay un negocio que tiene el futuro
garantizado, no es otro que el de la alimentación. Se puede prescindir de todos
los objetos que nos rodean y que supuestamente nos hacen la vida mejor, sin
embargo, llenar el estómago siempre será una obligación. Así lo han entendido
esas pocas multinacionales que controlan el comercio de alimentos y los
inversionistas que han volcado su dinero en los mercados agrícolas.
España |
Sea como sea, algunos cálculos ya
establecen que en África se han tramitado proyectos por una extensión total de 67
millones de hectáreas (la superficie conjunta de Italia y Alemania).[1] Los atropellos
se han sucedido sin parar y aquellos maravillosos beneficios que gozarían los
pueblos que se amoldarían a la nueva inversión agrícola, se han quedado en
papel mojado. De esta forma, las personas desalojadas de sus tierras se cuentan
por decenas de miles. Además se han reportado expulsiones violentas, encarcelamientos,
procesos judiciales contra campesinos, precariedad laboral en los nuevos
proyectos agrícolas, acaparamiento de otros recursos naturales como el agua,
deforestación de bosques, alteración de cauces en ríos, etc.
Los muchos discursos de la FAO
La FAO,[2] como buena
hija de Naciones Unidas, acoge todo tipo de ideas por muy contradictorias que
puedan ser entre ellas. Por ejemplo, ante la reciente crisis alimentaria en
Sudán del Sur, el responsable de este organismo en el país africano manifestaba
que “Hay que lograr que las familias tengan en primer lugar acceso rápido a
alimentos inocuos y nutritivos, así como a otras necesidades básicas (…)
Podemos hacerlo ayudando a la gente a retomar las actividades agrícolas,
ganaderas y de otro tipo en las que basan sus medios de subsistencia”.[3]
La realidad es que si se quiere ayudar a
la gente a retomar sus actividades agrícolas, habrá que garantizar las tierras,
las aguas y los recursos económicos. Por eso este escenario propuesto por el
responsable de la FAO en Sudán del Sur, choca de frente con el masivo acaparamiento
de tierras en el continente, que está ayudando a la gente a abandonar las
actividades agrícolas, ganaderas y de otro tipo en las que basan sus medios de
subsistencia.
Sin embargo y a pesar de la gravedad de
los hechos, la FAO también apoya sin titubeos el acaparamiento de tierras.
Junto al Banco Mundial o el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola, trabaja
en los “Principios para una inversión agrícola responsable”. Como se desprende
del propio título, para estos organismos el acaparamiento de tierras es una
inversión que para las naciones empobrecidas deparará, supuestamente, ciertos
beneficios como puestos de trabajo, transferencia tecnológica, infraestructuras
rurales, seguridad alimentaria, etc. En general, el brazo filantrópico y
propagandístico de la nueva inversión agrícola, no ofrece nada que no se haya
escuchado mil veces para justificar la inversión extranjera en general, y nada
que no se escuchará por ejemplo hace un siglo, cuando ciertas transnacionales
fruteras transformaron estados independientes centroamericanos en “repúblicas
bananeras”. A día de hoy y como se decía antes, los atropellos y las
expulsiones se imponen a las benevolencias.
Y hablando de benevolencias, dejen que
les cuente un caso. En 2009, la empresa suiza Addax Bioenergy arrendó 20.000 hectáreas
en Sierra Leona para cultivar caña de azúcar y generar bioetanol.[4] Se ha
denunciado que las comunidades no fueron consultadas para ver si accedían a
arrendar sus tierras y el acuerdo fue secreto entre la compañía y el consejo de
la aldea. Las cosechas de algunos campesinos fueron destruidas y la
indemnización recibida fue tres veces inferior al precio real. Los agricultores
han revelado que ahora tienen que recorrer varios kilómetros hasta llegar a las
nuevas tierras que les asignaron y se ha constatado que la empresa no está
cumpliendo sus compromisos sociales (empleo, mejora agricultura local, etc.). Estos
datos fueron recabados por miembros del Consejo de Iglesias de Sierra Leona y
por un activista de derechos humanos, que además estuvieron acompañados en el
terreno por una ONG local. El Observatorio del Derecho a la Alimentación y la
Nutrición tomó estas reseñas y las incluyó en un informe sobre acaparamiento de
tierras que publicó en 2010.[5]
Se explica esto porque en marzo, la FAO
hizo públicas una serie de noticias sobre el “Proyecto sobre la bioenergía y
criterios e indicadores para la seguridad alimentaria” (BEFSCI, por sus siglas
en inglés). Este proyecto es financiado por el Ministerio Federal Alemán de
Alimentación, Agricultura y Protección del Consumidor, y según la información
contenida en la web de la FAO, pretende desarrollar “… una serie de criterios,
indicadores, buenas prácticas y opciones políticas sobre el desarrollo de la
bioenergía moderna que promueve el desarrollo rural y la seguridad alimentaria…”.[6]
Huelga decir que este proyecto es un espaldarazo
claro al desarrollo de los agrocombustibles y al acaparamiento de tierras.
Demagógicamente relaciona el cultivo energético con la seguridad alimentaria,
obviando la tragedia de un continente, África, que debe importar decenas de
millones de toneladas de alimentos básicos. Sin ir más lejos Sierra Leona, el
país donde desarrolla sus actividades Addax Bioenergy, ha llegado a destinar el
24% de su PIB para importar comida.[7]
La cuestión es que en uno de los
materiales de BEFSCI, titulado “Buenas prácticas socio-económicas en la
producción moderna de bioenergía”, se menciona el caso de Addax Bioenergy como
un ejemplo de nitidez, participación ciudadana, solidaridad, etc. Las
benevolencias de la compañía suiza que se mencionan en este manual fueron
aportadas por productores locales, aunque sin ser contrastadas por la FAO. No
hay duda de que algunos lugareños se han podido beneficiar de los proyectos de Addax
Bioenergy, pero no se entiende que una organización de Naciones Unidas se
olvide de la otra cara de la moneda, de los otros testimonios y de las
injusticias. No se entiende que un proyecto de la FAO utilice este
controvertido ejemplo como un modelo a seguir, sin comprobar los hechos. Incluso
llegó a utilizar en sus informes una fotografía que aparece en la web de Addax
Bioenergy, en la que se ve a acaparados y acaparadores dándose la mano
amigablemente.[8] Este hecho no
tendría la menor importancia si se hubiera indicado el origen de la
instantánea. Pero no hacerlo y además reconocer que no se contrastó la
información, permite pensar que los datos fueron recopilados de una sola
fuente, sin valorar las graves irregularidades que algunas organizaciones han desvelado.
Las directrices voluntarias sobre la
gobernanza responsable de la tierra
El Comité de Seguridad Alimentaria
Mundial de la FAO (CSA) fue reformado en 2009 para proporcionarle más
versatilidad, peso específico y capacidad de decisión para la creación de
políticas relacionadas con la seguridad alimentaria. El logro más importante de
esta reforma fue el espacio de participación que se proporcionó a las partes
interesadas, especialmente a las que se ven más afectadas por la inseguridad
alimentaria.
Desde hace tres años, se vienen
discutiendo y consensuando en el seno del nuevo CSA, las directrices
voluntarias sobre la gobernanza responsable de la tierra. Estas directrices
pretenden salvaguardar el acceso a la tierra y a otros recursos naturales para
los sectores de la sociedad más vulnerables, y ayudarán a que los estados que
se ven afectados por el acaparamiento de tierras puedan legislar para
garantizar estos derechos.
El pasado 11 de mayo y tras muchas
reuniones, las directrices fueron aprobadas por los estados, el sector privado
y los colectivos sociales que habían participado en su elaboración dentro del
CSA. Las primeras reacciones de las organizaciones sociales involucradas -que
representaban en algunos casos a millones de campesinos y agricultores- han
sido positivas porque por una parte se han aprobado unas pautas que pueden
ayudar a frenar la impunidad reinante hasta el momento, y por otra, consolida
el CSA reformado como un espacio de participación y toma de decisiones.
No obstante, algunos colectivos sociales también
han manifestado que las directrices se quedan cortas en muchos aspectos, siguen
legitimando el acaparamiento de tierras y pueden entenderse de manera desigual
dependiendo de los actores. Todo, porque la acción de ciertos estados y sobre
todo del sector privado, obligó a consensuar ciertas posiciones ambiguas y muy
generales, y por eso al final, tuvieron el mismo peso los intereses de aquellos
que se juegan el poder comer y trabajar, que los intereses de aquellos que si
no invierten en agrocombustibles en África lo harán en factorías chinas de
alpargatas y bolígrafos. Muy democrático sí, pero muy asimétrico también.
Notas
1-INTERMON OXFAM: “Intermón Oxfam
advierte de que la actual compra masiva de tierra está sumiendo a miles de
personas en la pobreza”, 22 de septiembre de 2011.
2-Organización de las Naciones Unidas
para la Alimentación y la Agricultura.
3-FAO: “Elevada inseguridad alimentaria
en Sudán del Sur”, Juba/Roma, 8 de febrero de 2012.
5-“Hambre y acaparamiento de tierra en
Sierra Leona”, en el informe “El acaparamiento de tierras y la nutrición,
desafíos para la gobernanza mundial”, Observatorio del Derecho a la
Alimentación y la Nutrición, 2010.
7-MARTÍN, M.A.: La agricultura
africana, Los libros de la Catarata y Casa África, Madrid, España, 2012, pag.
83.
8-BEALL, E. y ROSSI, A.: “Buenas
prácticas socioeconómicas en la producción moderna de bioenergía”, FAO,
Roma, Italia, año 2011, pag. 3.http://www.fao.org/docrep/015/i2507s/i2507s00.pdf
Vicent Boix es investigador asociado de la Cátedra “Tierra Ciudadana - Fondation Charles Léopold Mayer”, de la Universitat Politècnica de València. Autor del libro El parque de las hamacas.