
Juan Forn
Se puede decir que entré en la literatura por un ascensor.
Me explico: cuando tenía quince, un vecino de mi edificio nos oyó hablar a mis
amigos y a mí en un viaje en ascensor, y nos invitó a su departamento en el
noveno piso. A partir de ese día empezó a pasarnos libros, recomendarnos
películas y ponernos discos, y poco a poco, en aquel living a media luz en
plena dictadura, nos hizo entrar a un mundo en el que James Dean le leía a
Marilyn el Ulises de Joyce, Dylan Thomas volvía de su última curda al Chelsea
Hotel, Coltrane intentaba llegar con su saxo hasta donde Charlie Parker había
comenzado su caída libre, Fitzgerald aconsejaba con su último aliento a
Faulkner que huyera de Hollywood, Pollock tiraba pintura como napalm en toda
tela que le pusieran delante, Sylvia Plath despertaba de su primer electroshock
y Burroughs le daba un balazo en la frente a su esposa jugando a Guillermo Tell
en una pensión mexicana.