Por supuesto. Nada nuevo soy capaz de señalar sobre el gran estallido, sobre las infernales tempestades de acero de las que nos habló Ernst Jünger, uno de los primeros en alistarse en la contienda con apenas 18 años, a una criminal guerra de la que nos hablaría con apasionamiento, años después, a sus 25 años, alabándola como “experiencia interior”. El carácter belicista-militarista y de derecha extrema antidemocrática del pensamiento de Jünger, “un viejecito encantador” en su día, objeto incomprensible de devoción en nuestro país de países hace unos años, es más que conocido.
Algunos puntos conocidos del estallido (sigo el libro del
helenista italiano: 1914, Barcelona, El Viejo Topo, 2014, unos 20
capítulos breves, 10 páginas). El gobierno ruso había ordenado a finales de julio de 1914
una movilización parcial que, en principio, no comprometía la situación de
forma inexorable aunque, ciertamente, daba a entender que el gobierno del zar
se ponía en el peor escenario deseable: la guerra era probable.