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György Lukács |
◆ El pasado 25 de enero, el ayuntamiento de Budapest
decidió retirar la estatura de Georg Lukács de un parque del distrito 13 de la
ciudad. El filósofo G. M. Tamás comenta el significado de esta decisión
Gáspár Miklós Tamás
Antes
de 1914, las obras tempranas de Lukács fueron recibidas con gran antipatía por
el mundillo literario húngaro; las consideraban “demasiado alemanas”, es decir,
excesivamente filosóficas, no suficientemente impresionistas y positivistas.
Esto no fue más que el comienzo, por supuesto; a partir de entonces, Lukács
sería atacado sin cesar desde la derecha, durante toda su vida. Lukács tampoco
recibió una acogida mucho mejor en círculos de izquierda. Cuando se publicó su
libro más importante, Historia y conciencia de clase (1923), fue atacado con
fiereza tanto por la Segunda como por la Tercera Internacional. El libro no
volvió a publicarse hasta la década de 1960. A Lukács le dieron un ultimátum:
si quería seguir siendo miembro del Partido, tenía que repudiar el libro y
someterse a autocrítica, que es lo que finalmente hizo.
En la
Unión Soviética fue duramente criticado en la década de 1930. Poco después de
trasladarse de Viena a Moscú, Lukács fue deportado a Tashkent y reducido al
silencio. Sin embargo, en 1945 el Partido lo necesitaba –o mejor dicho, su
fama– en Hungría. Aceptó volver allí a regañadientes; Alemania Oriental también
era una posibilidad. Una vez establecida y consolidada la dictadura en Hungría
en 1947-1948, el “debate en torno a Lukács” se relanzó con toda crudeza: lo
tacharon de “desviacionista”, de “burgués”, dijeron que era un hombre que no
estimaba el “realismo socialista” soviético (dicha sea la verdad: era
efectivamente todo eso). De nuevo lo condenaron al silencio, le prohibieron
enseñar o publicar en húngaro, aunque parte de su obra pudo cruzar la frontera
clandestinamente para ser publicada en Alemania Occidental.