@ Francesca Cosanti |
Especial para La Página |
La “humanización” del “desarrollo” ha sido una estrategia
para amenizar los contratiempos generados por el segundo proceso en todos los
países miembros de las Naciones Unidas. No es por casualidad que el adjetivo
“humano” ha sido empleado como sinónimo de virtud, como si todo lo que es
“humano” fuera el fin último de todo desarrollo.
“Humano” sin embargo es una categoría tan polisémica que
envuelve desde la acción consoladora hasta el apetito de guerra. No todo lo que
es “humano” en consecuencia es deseable. A pesar de las vicisitudes
conceptuales, las instituciones renuevan sus prácticas con el rótulo de
“humano”. Algunas instrumentalizan este término tan engañosamente que nos
permiten avalar y comparar datos de “desarrollo humano” para finalidades constructivas.