- “Muchos hombres ven en ellos la razón de la caída de su imperio y se lo hacen pagar a las mujeres. Muchas de ellas sienten la tentación de dar una respuesta mediante la instauración de un nuevo orden moral que supone el restablecimiento de las fronteras. Es la trampa en la que no hay que caer, bajo pena de perder allí nuestra libertad, de frenar la marcha hacia la igualdad y de retornar al separatismo.” | Élisabeth Badinter
Jorge Vicente
Paladines | Para algun@s lector@s, el presente artículo
forma parte del conjunto de irreverencias, indolencias e incomprensiones a las
actuales militancias feministas –sobre todo de Ecuador y América Latina–, muy
próximo de ser tachado como machista, androcéntrico, misógino o patriarcal.
Confieso que no es mi intención hacer una generalización ni abrir una guerra
–más– al denotado activismo que ha coronado en la agenda feminista el discurso
del castigo, sino, poner en cuestión el por qué su lenguaje social se redujo a
un lenguaje penal, haciendo que el debate público hoy en día sea simplemente
monotemático, es decir, ubicando exclusivamente en la agenda