“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

24/2/09

¡Vamos a caerle a palos a José Vicente Rangel!



Por reformista, capitulador, pequeño burgués, tiende-puentes, dialogador, etc.

“No creo que seamos parientes muy cercanos, pero si usted es capaz de temblar de indignación cada vez que se comete una injusticia en el mundo, somos compañeros, que es más importante.”

Che Guevara

 

Si de algo me ha valido vivir esta vida, si de algo puedo complacerme, es la de haber  aprendido a conocer a las personas. Vulgarmente, entre el pueblo llano (los argentinos dicen que es una expresión propia del lunfardo) se acostumbra a decir sin muchas solemnidades, pero con cuánta carga de verdad que “el pájaro se conoce por la cagada”. En la época de los 60, cuando precisamente conocí a José Vicente, pululaban los “revolucionarios” que siempre estaban dispuestos a señalar con su dedo despiadado a los “enemigos” de la revolución. No pasaron muchos años para verlos, no sólo en la acera del frente, sino que se convertían hasta en torturadores o delatores de la peor ralea al servicio de los cuerpos represivos del régimen puntofijista. Uno de mis hermanos fue detenido en Coro, estado Falcón, y quienes le interrogaban y torturaban eran sus mismos “compañeros de armas” en la guerrilla.

Yo nunca quise irme a las guerrillas, nunca tuve gran fervor por la lucha armada, aunque apoyé a los camaradas que tomaron esa decisión. No voy a referirme en este momento a las razones, sólo diré que en aquellos momentos no le veía futuro a ese tipo de lucha. Pero nunca renegué de la revolución, yo prefería ser, como se decía entonces “un hombre de masas”. Muchos me censuraban, me atacaban y me lanzaban epítetos de toda naturaleza, entre ellos el de reformista. Recordando eso, hasta me complací cuando alguien por ahí escribió: “Tradicionalmente, los sectores reformistas en los movimientos revolucionarios por sus posiciones conciliadoras con los enemigos de clase de los trabajadores –la burguesía- han logrado detener el desarrollo de las revoluciones sociales. En el proceso revolucionario venezolano tenemos un representante del reformismo: José Vicente Rangel. Este sujeto con una retórica engañosa quiere utilizar los resultados del referendo del 15-F con la intención de llevar a este joven proceso a la capitulación.”

Esta andanada viene al caso, porque José Vicente Rangel, ha formulado algunos planteamientos, nada fuera de lo común de su posición como revolucionario consecuente, y que según mi parecer, no están nada descontextualizados de la realidad que se traduce de la situación política de nuestro país.

Esta bien, estamos de acuerdo con que José Vicente es un reformista. Pero ¡es que ni siquiera saben lo que es eso, ni con qué se come! Seguramente porque ven a José Vicente tan ecuánime y ponderado, piensan que debería ser un gritón deslenguado para ganar “credibilidad” como revolucionario. Si la intención de José Vicente Rangel hubiera sido la de llevar a “a este joven proceso a la capitulación”, creo que no hubiera dudado ni un solo segundo hacerlo el 11 de abril de 2002 en el Palacio de Miraflores, cuando recomendó al presidente Chávez que había que resistir y no “capitular” ante el enemigo. El presidente optó por una salida, a mi parecer más inteligente, que a la postre resultó exitosa.

Hay quienes se esconden en la filosofía y la historia, recurren a los libros y a las experiencias ya pasadas para atacar por mampuesto a una persona, se atrincheran en una posición y lanzan sus proyectiles más letales, con la seguridad de que la explosión no les alcanzará. Si no entienden lo que quiero decir, vean esta opinión: “Pienso que José Vicente Rangel al hacer esta apreciación revela claramente cuál es su concepción de los fines del socialismo y los medios para alcanzarlos, la cual no es más que una posición pequeño burguesa. Esto me permite afirmar, que desde la perspectiva del socialismo científico, José Vicente Rangel ta’ pelao.”

Vale decir entonces que científicamente está comprobado que José Vicente Rangel es un pequeño burgués. Posiblemente haya compatriotas que no sepan el verdadero significado connotativo que acompaña al concepto de “pequeño burgués”, pero les aseguro que no es nada bueno. A los pequeño-burgueses se les tienen reservados los peores papeles dentro de una revolución y cada vez que se localiza a alguno, hay que ponerlo en remojo. Un pequeño burgués sería siempre un traidor en potencia, porque a la larga se pondría al lado de los intereses de su clase. Esas expresiones, “mutatis mutandi”, correspondían a sapientes marxistas, científicos y muy revolucionarios que defendían a los trabajadores como Teodoro Petkoff, Américo Martín y Pompeyo Márquez, que dejaron el pelero en el camino y que sin remilgos la usaban para ponerlas como un hierro incandescente en la humanidad de muchos revolucionarios que obedeciendo sus órdenes se morían en los campos de Venezuela, mientras ellos lanzaban sus encendidas críticas contra otros. ¿Cómo explicar que José Vicente esté aquí y ahora?

 ¿Qué tiene de malo dialogar? En la Segunda Guerra Mundial, las partes beligerantes mantuvieron un fluido intercambio. Hubo intentos fallidos de negociar, de dialogar. Lo importante no es que hayan sido positivos o negativos, sino que los hubo. Nadie en su sano juicio y con conocimiento del asunto, acusaría a Stalin de traidor por haber firmado en Moscú el pacto de “no agresión” germano-soviético del 23 de agosto de 1939, negociado por el propio Stalin, y en el que participaron Molotov, Ribentrop, Schulemburg y Hilger. Hitler lo aprobó personalmente mediante instrucciones telefónicas. Los cortos de pensamiento, sin que ni siquiera esté planteado algo ni remotamente parecido claman: “En medio de ese escenario aparece la figura de José Vicente Rangel haciendo llamados al diálogo. Metafóricamente se ha usado la expresión “tender puentes”. Debo decir que esa actitud del ex-Vicepresidente no es nada nueva [según él] el oposicionismo no tiene un proyecto político diferente al del socialismo, que no busca derrocar a Chávez y tomar el poder. Apreciación totalmente errada, porque es exactamente todo lo contrario. El oposicionismo tiene como principal objetivo salir de Chávez […] ¿Es eso los qué vamos a negociar? ¿Qué es lo que José Vicente tiene en mente para negociar con el oposicionismo? ¿Vamos a negociar la construcción del Socialismo del Siglo XXI?”

Exageraciones, simples exageraciones, pero dañinas y/o perversas. La victoria en la guerra de Vietnam fue posible, además de las acciones militares que fueron muy exitosas, por acciones eminentemente políticas que derivaron en intensas negociaciones y diálogos entre las partes. Anecdóticamente se puede decir que pasaron meses para ponerse de acuerdo en París sobre la forma de la mesa de diálogo. No tengo noticias de que los herederos de Ho Chi Minh hayan sido condenados con los calificativos que se le endilgan a José Vicente Rangel, por la actitud que entonces acordaron seguir.

No es mi intención salir lanza en ristre a defender a José Vicente Rangel, porque le estaría privando de algo que ya está acostumbrado a hacer, y ¡vaya en qué momentos! Cuando en este país nadie tenía noción de lo que eran los Derechos Humanos, porque en la práctica no existían, nos dio clases de valentía y se enfrentó, casi solo, al demonio de las represión, de la tortura. Por José Vicente supimos que en este país había desaparecidos, uno de los grandes “inventos” del gobierno de Raúl Leoni y que se “exportó”, desgraciadamente con resultados imposibles de imaginar y cuantificar, a las dictaduras del Cono Sur.

No se quién le diría a cierto señor que “… en las circunstancias actuales en las cuales Venezuela ha derrotado todas las estrategias guerreristas de los enemigos internos y externos […] no podemos pedirles a ese pueblo que se siente a dialogar con quien lo atacado para destruirlo de por vida…”  Nada que se le parezca lo ha dicho José Vicente, y sin embargo estos calumniadores infecundos se permiten la bajeza de repetir estas vilezas, asumiendo con cobardía el papel que cotidianamente le corresponde al terro-canal de TV Globovisión.

Algo estará pasando en este país que José Vicente esté hablando así. En vez de tener 4 millones de “oligarcas”, ahora tenemos 5. ¿Será eso verdad? Sólo los miopes no ven lo que está a la vista. Hablar con nuestros compatriotas no significa claudicar y que tengamos que mandar cualquier iniciativa “ad calendas graecas”. Para negociar, para dialogar, para simplemente hablar debemos tener presente hacerlo bajo posiciones de fuerza. Ahora es el momento, porque en los dos últimos procesos electorales hemos salido relativamente fortalecidos y el país, pensamos algunos, reclama iniciativas que nos permitan salir indemnes de este callejón, aparentemente sin salida, de la confrontación continua. Gabriel García Márquez en una de sus obras nos dejó esta frase: “La peor forma de extrañar a alguien es estar sentado a su lado y saber que nunca lo podrás tener." Si el presidente Chávez puede dialogar con el presidente Obama, ¿por qué no podemos hacerlo con cierta oposición en nuestro propio país?

Nadie en este país ha hablado de negociar, ni de claudicar, ni de entregarse al enemigo, ni nada que se le parezca. Pero si fuera posible llegar a ese punto, ¿por qué no hacerlo?  “Empecemos, pues, de nuevo, recordando en ambas partes que la civilidad no es indicio de debilidad, y que la sinceridad puede siempre ponerse a prueba. No negociemos nunca por temor, pero no tengamos nunca temor a negociar”. Esas palabras corresponden al presidente Kennedy, en su discurso de toma de posesión, el 21 de enero de 1961. Sólo tomo las palabras, no el autor, ni el momento, ni la circunstancia. Pero es una gran verdad.

Por su parte los antiguos romanos tenían una expresión muy adecuada para este momento: “Ad impossibilia nemo tenetur” (Nadie está obligado a realizar lo imposible), bella frase que puede justificar la inacción, pero el Che la hizo trizas cuando dijo: “Seamos realistas, hagamos lo imposible”.

Nota: Algunas citas son textuales de opiniones vertidas en diversos medios. No indico los autores porque lo estimo innecesario, superfluo.