“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

20/4/07

Bolívar en Choroní: De la humillación a la grandeza




Diez días que Bolívar nunca olvidaría


Una flotilla con El Libertador a bordo desembarcó en Ocumare de la Costa el 6 de julio de 1.816, en una acción que había sido tomada en última instancia, con la intención de tomar a Caracas con rapidez y así sorprender al enemigo. La idea preconcebida era realizar una campaña por el Oriente del país y llegar hasta el Orinoco, pero el Libertador cambió de planes y se decidió por este punto del país. El general Carlos Soublette había desembarcado también en Ocumare y ese mismo día emprendió la marcha hacia los Valles de Aragua con el encargo de Bolívar de apoderarse de ese territorio, reclutar tropas y buscar provisiones. Pero ante el acoso de enemigo tuvo que retroceder.

Soublette se vio obligado a replegarse hacia un lugar conocido como Los Aguacates y allí el día 13 enfrentó al general Francisco Tomás Morales, consiguiendo una victoria parcial, pues los españoles se vieron rechazados. Morales, quien años después, en 1.824 lo encontraremos nuevamente en la Batalla Naval del Lago de Maracaibo al frente de la derrotada flota española, no se amilanó y repitió el ataque y esta vez los patriotas llevaron la peor parte. El Libertador trató de ayudar a Soublette, pero llegó demasiado tarde. Esta debacle motivó que las tropas expedicionarias se replegaran a su base de operaciones en Ocumare de la Costa, a donde llegaron dentro del más grande estado de confusión.

El Libertador, cayó en un estado de depresión inusual y ante la inminente presencia de Morales, viendo que todo estaba perdido, pensó inclusive en suicidarse, y si no es por la presencia de Juan Bautista Bideou, quien evitó tal acción, otros hubieran sido los resultados de esta campaña. Este oficial Bideou aprovechó la única nave disponible y lo condujo hasta la isla de Bonaire. Bolívar estaba, una vez más, solo. La flota, a la orden de Brión, había partido hacia Curazao con los barcos cargados de frutos.

No bien hubo llegado Bolívar a Bonaire, se repuso anímicamente y de inmediato regresó a Ocumare de la Costa y se encontró con un espectáculo de horrible, con la ciudad y el puerto desiertos. En la playa estaba abandonado el parque de los patriotas: 1.000 cañones, 6.000 fusiles, miles de balas y demás pertrechos militares, es decir, todo lo que Pétion había entregado a Bolívar para la expedición que había partido de Los Cayos.

El Libertador entonces pasó a Choroní a buscar a sus compañeros, comandados por el general Gregor McGregor. Un Consejo de Guerra que se reunió de emergencia en el propio Choroní acordó salvar lo poco que quedaba. Tomaron nota que los tres pequeños barcos que acompañaban a Bolívar no tenían la capacidad necesaria para embarcar a todo el ejército, que se había ya reducido a 600 hombres. Los oficiales habían decidido no zarpar, no querían abandonar a sus hombres. Sin embargo, tampoco querían que Bolívar enfrentara la posibilidad de un repliegue terrestre por las amenazas que pendían sobre él, pensaron que lo más importante era que Bolívar se salvase y con él las esperanzas de la República. Acordaron, contra la opinión del Libertador, que bajo las órdenes del general McGregor, se iniciara una retirada por tierra, subiendo la montaña que separa a Choroní de Maracay, pasar por Cagua y así emprender, por la ruta de los llanos, el regreso a Oriente donde tendrían la ocasión de encontrarse con los grupos de guerrilleros que se habían establecido en la zona.

¿Qué era Choroní en 1.816?

Choroní era en aquella época además de puerto pesquero, tenía un pequeño muelle que estaba habilitado para la exportación, de allí su nombre de “El Portete”. De allí salían barcos cargados de cacao, café y otros productos agrícolas. El cacao de Choroní competía con el de Chuao, y según lo apunta Mario Briceño Iragorry en su obra “Casa León y su Tiempo”, las familias caraqueñas lo tenían en la más alta estima por su agradable sabor y delicioso aroma. Choroní, y hoy lo podemos ver en la arquitectura, era un pueblo de mantuanos, hacendados ricos que vivían en casas amplias y confortables; y de trabajadores agrícolas y pescadores que habitaban en lo que hoy se llama Puerto Colombia, a la orilla del mar. Barbarita Nieves, que 4 años más tarde se encontraría con José Antonio Páez, es un digno ejemplo de la vida que transcurría en Choroní. Estaba dotada de una la educación refinada y de cultura general envidiable. Barbarita tocaba muy bien el piano, contaba con voz de soprano, le gustaba y disfrutaba del teatro. Posiblemente, aunque no es seguro, Barbarita conoció en Choroní al general Carlos Soublette, con quien le toco compartir 11 años después, la interpretación de “Otelo” en Valencia.

Entre los oficiales que se encontraban allí en Choroní, además de El Libertador y el general Gregor McGregor, se contaban como hemos señalado al general Carlos Soublette, quien más tarde sería presidente de la República. También, los oficiales Manuel Carlos Piar, quien sería ejecutado dos años después, Santiago Mariño; José Antonio Anzoátegui y Ambrosio Plaza, héroes de Boyacá; Bartolomé Salom, héroe de El Callao y Diego Bautista Urbaneja. Tampoco es de extrañar que Bolívar se hubiera encontrado con el presbítero José Félix Sosa, firmante del Acta de la Independencia de Venezuela y quien tenía su casa en Choroní.

Finalmente Bolívar accedió a las súplicas de sus oficiales, y luego de una muy accidentada travesía por el Caribe, digna de un guión cinematográfico, llegó a Güiria procedente de Choroní, un mes después, el día 16 de agosto de 1.816. Fue tan lamentable el desembarco que el día 22 de agosto su autoridad fue desconocida por parte de los generales Santiago Mariño y José Francisco Bermúdez. Bolívar, enfrentó la conspiración de sus propios hombres, no flaqueó y logró por fin embarcar nuevamente hacia Haití, donde encontró al presidente Pétion dispuesto ayudarlo en una nueva expedición, esta vez con resultados positivos, tal como lo registra la historia.

“La Retirada de los Seiscientos”

Mientras tanto, MacGregor toma la conducción de los restos de la expedición. Como se había acordado, desde Choroní se retira al interior de Venezuela, por Maracay, Cagua y Villa de Cura. El día 18 derrota al coronel Juan Nepomuceno Quero. Siguiendo la ruta diseñada, se interna en los llanos venezolanos, rumbo a Oriente. El día 2 de agosto, en un lugar llamado Quebrada Honda derrota de nuevo al coronel Quero. El 6 de septiembre se libra la Batalla de Los Alacranes derrotando al coronel Rafael López. Finalmente llega a Barcelona, donde encarga al general Manuel Carlos Piarde el mando de las tropas. El 27 de septiembre, más de 2 meses después de la retirada de Choroní, ambos generales se enfrentaron nuevamente a Francisco Tomás Morales en la batalla de El Juncal, cerca de Barcelona y derrotaron al causante de tantos sufrimientos.

“La Retirada de los Seiscientos”, una travesía de centenares de kilómetros desde Choroní hasta Barcelona enfrentando al enemigo, casi sin armas ni provisiones, convirtió la derrota en una hazaña militar. Los patriotas recuperaron así la confianza que necesitaban, se reorganizaron y pudieron apartar a los que se habían opuesto a Bolívar. Los oficiales que no habían conspirado contra Bolívar pronto se dieron cuenta de la situación y no reconocieron sino su jefatura. En el mes de octubre de 1.816 los patriotas acordaron pedirle a Bolívar que regresara nuevamente y designaron a Francisco Antonio Zea para que se trasladara a Haití y le diera a El Libertador las buenas nuevas. Es así como el 21 de diciembre de 1.816 salió de Haití, con un rumbo fijo, regresar a Venezuela y librar a nuestra Patria del yugo del Imperio español.

La frase con la que abro esta crónica como antetítulo, “El arte de la victoria sólo se aprende por medio de la derrota”, justificó una vez más a nuestro Libertador. Nunca como entonces tuvo tanta razón.