“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

27/8/14

Julio Cortázar, tres paradas (y un sótano)

Julio Cortázar ✆ Ricardo Heredia
Higinio Polo
1. París. Hace ahora un siglo que nació Julio Cortázar, y cincuenta años de la publicación de Rayuela. Su primer libro fue para la poesía, sonetos que ilustraron sus poco más de veinte años, y, hoy, cuando se cumplen cien años de Cortázar, no puede evitarse sentir la injusticia del destino, que parece enterrarle un poco más, aunque se organicen seminarios, y aparezcan artículos, y se celebren sesiones, como la que se hizo con Aurora Bernárdez, su primera mujer, que cedió a la Fundación Juan March la biblioteca del escritor que guardaba en su casa de la rue Martel. Cortázar vivió en París durante muchos años, hasta su muerte, viajando también por otros países, aunque nunca se olvidó de Buenos Aires. Se había establecido en la capital francesa en 1951; consiguió trabajo como traductor de la UNESCO, y allí fue pasando estrechez, y llegaron los éxitos, mientras iba construyendo puertas para pasar al otro lado, husmeando los bulevares parisinos y los pasajes por dónde pasaban sombras, desventuras y soledades, sabiendo que París destruye despacio.