“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

9/7/07

¿Sabrán los gringos lo que les espera si se atreven a invadir a Venezuela?


Omar Montilla
Definitivamente el poblamiento del territorio de la actual Venezuela resulta un hecho inédito y glorioso que a través de siglos ha ido conformando nuestra idiosincrasia. Mientras que los imperios azteca e incaico fueron conquistados a sangre y fuego, no es menos cierto que esa conquista resultó relativamente fácil y poco costosa. El emperador Moctezuma cedió sumisamente ante todas las solicitudes de Hernán Cortés ya que fue incapaz de reunir un ejército lo bastante grande como para derrotarlo, a pesar de contar con fuerzas suficientes para hacerlo. Mientras más regalos o presentes recibían estos bárbaros conquistadores de Moctezuma, más codiciosos se tornaban. La tragedia final vergonzosa, tuvo lugar una vez que el emperador aceptó ser bautizado y declarado súbdito de España.

En el Perú, las luchas internas entre Huáscar y Atahualpa le abrieron el camino a los españoles, quienes no dudaron en propiciar una carnicería que aún hoy es motivo de horror. Cuando fue capturado, Atahualpa ofreció a Pizarro a cambio de su libertad, llenar con oro un cuarto hasta donde alcanzara su mano y dos cuartos con plata. Atahualpa dio orden que de todas partes del imperio se llevara el oro a Cajamarca -donde había sido capturado- y empezaron a llegar objetos, consistentes en vasijas, platos, ídolos: todos de oro. Los españoles decidieron repartir el botín antes de que se llenara el cuarto, para lo cual fundieron todos los objetos y los redujeron a barras. De esa forma desaparecieron piezas valiosísimos. A pesar de la sumisión de Atahualpa, de la entrega del rescate y de su precipitada conversión al cristianismo, fue ejecutado. Todo en nombre de Cristo y de la religión católica.

Mientras en esos extensos y a la vez poblados territorios se superpuso una nuevo poblamiento urbano sobre el de los indígenas, con un desarrollo y una evolución por separados, en las islas de Cuba, La Española (Haití y Santo Domingo) y Puerto Rico la población indígena fue totalmente exterminada, al punto que actualmente no queda ni siquiera un “ejemplar” para ser objeto de estudio. Como hecho curioso y anecdótico, en España, todavía subsisten los descendientes del emperador Moctezuma, los llamados conde Miravalle. En esas islas, ni siquiera tuvieron la oportunidad de conocer la doctrina cristiana.

En Venezuela, los conquistadores fueron avanzando en nuestro territorio muy lentamente desde la costa hacia el interior. Las ciudades fundadas dan fe de ello. El Tocuyo, segunda capital de Venezuela y llamada “Ciudad Madre”, fue fundada y establecida sólo después que los españoles se aseguraron el control de Coro, previa la derrota y el exterminio casi definitivo del pueblo caquetío. El Tocuyo sirvió de cuartel general militar y de allí salieron las expediciones que permitieron la fundación de Trujillo, Barquisimeto, Valencia, Borburata, Caraballeda y Caracas, entre otras. Diego de Losada, el fundador de Caracas murió en el pueblo de Cubiro, en unas tierras de “su propiedad”, muy cerca de El Tocuyo.

En Venezuela no quedaron ni las cenizas de nuestros jefes aborígenes, razón por la cual el sarcófago donde deberían reposar los restos de Guaicaipuro en el Panteón Nacional, sólo contiene un puñado de tierra del lugar, llamado Suruapo, donde presumiblemente fue asesinado.

Nuestros aborígenes resistieron, lucharon, en muchos casos fueron derrotados y masacrados, pero aún subsisten orgullosos e insumisos aquellos descendientes de los que se replegaron a las selvas y lugares de difícil acceso. Por eso los resultados de nuestra integración territorial han sido muy lentos y penosos, inclusive hasta el día de hoy.

La conquista resultó muy trabajosa para los españoles y por esta lucha de resistencia indígena se convino en la constitución de algunos “pueblos de indios”, como se les denominaba, por parte de los misioneros. Esta situación hizo posible que una parte de nuestros aborígenes coexistieran con los españoles, con los criollos y con los negros. Esta coexistencia, sin embargo, no siempre fue incruenta, tal como se evidencia en las crónicas de la época. Aún al final de la colonia subsistían estas poblaciones indígenas en ciertas zonas del occidente, centro y oriente. Ni hablar del mestizaje amplio y fecundo que se fue produciendo entre estos grupos étnicos

La integración territorial de Venezuela como nación quedó inconclusa. Por eso se explica que lo que actualmente se considera como territorio fronterizo esté despoblado y subdesarrollado, salvo la frontera colombo-venezolana del Táchira. Trescientos años después, hasta poco antes de declararse la independencia de Venezuela los españoles planeaban nuevas conquistas territoriales en Venezuela.

Nuestra patria puede estar orgullosa de esta gesta, que antecedió en mucho a la de nuestra independencia: son lecciones que se deben extraer, no sólo para nosotros los venezolanos, sino para aquellos que tienen pretensiones inconfesables.

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