“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

5/7/13

Las hermanas de Shakespeare / Reflexiones sobre el arte y la opresión

Micaela Guas & Laura Champeau

Adeline Virginia Stephen, la posterior autora de novelas como Las olas y La señora Galloway y ensayos como Un cuarto propio y Tres guineas, partirá en 1905 de su ciudad natal junto a su hermana Vanesa, luego de la muerte de su padre Sir Leslie Stephen. Más tarde se unirán con un destacado grupo de artistas, para formar lo que se llamaría el “Bloomsbury Set”.[1] Frente a un mundo totalmente convulsionado por la decadencia de los valores burgueses y la descomposición social cristalizada en el estallido de la primera guerra mundial y por el esperanzador levantamiento de las masas que enfrentaban y derribaban regímenes autoritarios como en la Revolución Rusa de 1917, los artistas e intelectuales de la época supieron que ya no podrían reflejar con las mismas palabras un mundo que cambiaba constantemente.

La valentía es Hannah Arendt

Maite Larrauri  |  La película de Margarethe von Trotta sobre Hannah Arendt no sólo se ajusta totalmente a los hechos sino, lo que es mucho más difícil, a las ideas. Ha sabido filmar la emoción con la que una verdad se presenta al pensamiento, y nos ha sabido hacer partícipes de la valentía que se requiere para sostenerla. Se podría decir que es una película arendtiana sobre Hannah Arendt.

En el centro mismo de la película se encuentra una de las preguntas filosóficas sobre las que Arendt se interrogó a lo largo de su vida. No es otra que la misma que preocupó a su maestro –también amante- Heidegger: “¿Qué significa pensar?”. La primera respuesta la formuló Heidegger: pensar es ir a lo más profundo, y para ello hay que separarse de los demás, aislarse. Arendt se inspiró en la respuesta del maestro y la redondeó: pensar es entrar en diálogo con uno mismo, desdoblarse en dos, es un dos-en-uno, entre uno mismo y su conciencia, y por ello la retirada del mundo es esencial; no se puede pensar en medio de los demás y si lo hacemos, producimos la sensación de estar ajenos a lo que pasa, entre el ensimismamiento y la distracción.