“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

21/4/07

La Oposición quedó como el hijo de Eugenio Mendoza


Una crónica para aquellos que se encuentran en el estado de mayor abyección

Hasta hace algunos años, hablar de Eugenio Mendoza (13-11-1906 / 17-10-1979) era hablar de dinero, era hablar de negocios, era hablar de poder, de un hombre que no quiso terminar su bachillerato y sin embargo se encumbró sobre muchos otros de sus mismas ambiciones, a base de esfuerzo, mucho trabajo, buenas relaciones…. y picardías!

¿Qué hacer pues en aquella Venezuela que gemía bajo el gomecismo? ¿Qué negocios hacer que no estuvieran monopolizados por quienes desde dos décadas atrás gobernaban a Venezuela entregando con impudicia nuestro petróleo al imperio? Pues bien, aprovechó que un señor de nombre Moisés Miranda tenía una empresa mercantil dedicada a la venta de materiales de construcción llamada “Moisés Miranda & Cia.”, y entró como socio minoritario y al cabo de unos años vemos a Eugenio Mendoza al frente de este pujante negocio, pues se valió de ciertas habilidades y le compró las acciones de una empresa que ni siquiera tenía su nombre, que era como se estilaba en aquellos tiempos, cosa que más tarde remedió cambiando la denominación a “Eugenio Mendoza h. & Cia.”

Don Eugenio, como popularmente se le conocía fue amasando (¿así se dice?) una gran fortuna, pues al negocio inicial le cambió el nombre por “Materiales Mendoza” y se aprovechó de sus nexos con los generales Gómez, Medina y Pérez Jiménez. Pero no es menos cierto que administró ejemplarmente sus negocios y los vio prosperar y prosperar. Después vinieron otras empresas como Maquinarias Mendoza, Protinal y finalmente el Banco La Guaira, a la par que compraba y explotaba haciendas agrícolas en toda Venezuela. Y seguía prosperando y prosperando, ganando mucho, pero mucho dinero.

Don Eugenio miró a su alrededor y se dio cuenta que no podía seguir prosperando en un mar de miseria. Mejoró entonces las condiciones laborales de sus trabajadores y emprendió obras que todavía son recordadas como la Fundación para la Vivienda Popular que construía casas de bajo costo y por otra parte la Fundación Eugenio Mendoza que se encargó de otras cosas como por ejemplo el Hospital Ortopédico Infantil, escuelas, guarderías, etc.

Don Eugenio se ganó la simpatía de la población y era bien visto, y al caer Pérez Jiménez fue designado Ministro de Fomento y más tarde pasó a ser miembro de la Junta de Gobierno. Hay un episodio conocido en la vida de Eugenio Mendoza, cuando el general Jesús María Castro León, para entonces Ministro de la Defensa se alza en armas contra el gobierno de Wolfgang Larrazábal en 1.958, le ofrece la Presidencia de la República y don Eugenio rechazó la oferta, lo que le gana la fama de desinteresado demócrata. La realidad era que ese golpe no tenía probabilidades de triunfo y el sagaz don Eugenio se dio cuenta de ello.

En fin, don Eugenio siguió prosperando y generando riqueza, y a la par rabia y envidia entre sus competidores, uno de ellos Diego Cisneros, padre de Gustavo, quien heredó la misma antipatía por don Eugenio. Muere don Eugenio y lo hereda su hijo Eugenio Antonio quien no tenía --y lo demostró-- las habilidades, el tesón, el espíritu emprendedor y la calidad de administrador de empresas que tenía su padre. Bueno, era mucho pedir. Eugenito, como también se le conocía, desoyendo los consejos de don Eugenio se encompinchó con Gustavo Cisneros y las cosas comenzaron a ir de mal en peor y lo abandonaron cuando iba “cuesta abajo en la rodada”. Todo lo que le había costado a don Eugenio edificar en 50 años de trabajo, Eugenito lo dilapidó en menos de 10. A partir de entonces los infaltables mamadores de gallo comenzaron a llamar al pobre Eugenito sólo con el apodo de “Eu”, porque decían que el “genio” se le había escapado, se había ido muy lejos.

Algo parecido ha sucedido con la oposición. Después que alcanzaron el más grande “ratting” que jamás alguien se haya podido imaginar en el año 2002, gracias a la ayuda, asistencia, cooperación y asesoría del gobierno de Bush y al encompinchamiento con Gustavo Cisneros y demás empresarios mediáticos, llegaron al clímax de las ansiedades políticas. Cinco años después, esa oposición abandonada por Cisneros y gracias a la concreción (no concesión) de muy malos negocios políticos, está quebrada, en la ruina y para colmo asociada a un eterno rival de Gustavo Cisneros como es Marcel Granier, quien como Eugenito no tiene el guáramo para emprender las acciones que está planificando con ocasión del fin, ¡al fin!, de la vida de RCTV.

Estos comentarios los hago tratando de ser objetivo, pero creo que muchos lo dudarán. Pero a mi favor esgrimo --con el ánimo de convencer a los incrédulos-- el argumento viviente de la marcha que llevó a cabo toda la oposición este domingo 21. Nunca pensé y lo confieso ahora, que el resultado fuera de tal magrura (dije magrura, no amargura ni agriura), que francamente sentí lo que se llama pena ajena. Encendí el televisor y lo que vi me impactó.

No quiero seguir comentando, por una parte para no seguir machacando a Eugenito, del que no tengo mayores referencias personales ni resentimientos que cobrar, y por la otra para que no se me acuse de cobardía, al zarandear a alguien que está desvencijado, malherido, sangrante y con los signos vitales al mínimo.

Al fin, nuestros niños podrán ir al Cielo!




Después de 16 siglos de estudio profundo fue tomado el acuerdo

Una noticia vino a sacudir el tranquilo discurrir por la serena, placentera e inevitable ruta de mi tempranísima tercera edad. Esta noticia no tenía nada que ver con guerras, ni con el etanol, ni con las travesuras de Britney Spears, ni siquiera con las maluquezas --como aprendí a decir en Humocaro Alto-- que prepara Bush a Chávez, sino sobre un tema absolutamente inédito: La salvación de las “almitas” de nuestros niños.


En efecto, muy a la calladita y como quien no quiere la cosa, por fin se llegó a una esperada y sorprendente conclusión sobre un problema planteado por san Agustín, y descrito así:
“La idea del «limbo» fue esbozada en el siglo V, cuando San Agustín intentó responder al siguiente enigma: «Como el pecado original es eterno, si los bebés se mueren sin haber sido bautizados y, por tanto, sin haber sido redimidos de ese pecado, ¿a dónde van sus almas? No podrán entrar en el paraíso pero, como aún no han hecho nada malo, el infierno tampoco es un lugar apropiado para ellos».
Hay que reconocer sin embargo al papa Benedicto XVI la diligencia puesta en el asunto, porque desde 1.984, “…ya se había pronunciado a favor de la nueva teoría al declararse partidario, «a título personal», de abandonar la hipótesis de la existencia del limbo, que significa en latín límite o borde.” y por fin, los ilustres prelados de la Iglesia católica tras largas, penosas y eruditas discusiones, y acordaron:
«…después de meses de reflexión», que el «limbo» no existe y que las almas de los niños muertos sin bautizar van directamente al paraíso, con lo que ponen fin a una tradición secular que ha atormentado a generaciones de madres durante cientos de años.En este sentido, en un documento firmado por el papa Benedicto XVI, la Comisión Teológica Internacional del Vaticano concluyó que «hay bases teológicas y litúrgicas serias para creer que cuando mueren, los bebés no bautizados se salvan».
Gracias a Dios, ya no habrá motivo de preocupación por este asunto, porque si alguien se atreviera a hacer aunque sea un cálculo lejanamente aproximado de la cantidad de almas de niños que se encuentran esperando en la atestada sala de espera para entrar al cielo que se denomina “limbo”, la cifra resultaría verdaderamente asombrosa.


Da pena admitirlo, pero la verdad es que la Iglesia Católica fue instituida para preservar las enseñanzas de Jesucristo quien nos llamó a crecer y a multiplicarnos, que no a bautizarnos, que fue un invento de san Juan el Bautista. No dijo nunca, ni lo hubiera permitido, que las almas de nuestros niños hubieran tenido que pagar un peaje espantoso durante siglos en una sala de espera, quién sabe en qué condiciones de higiene y salubridad se encuentra, porque ya sabemos las condiciones “materiales” en las que se vive tanto en el infierno como en el cielo, pero no en el limbo. En descargo de la Iglesia Católica, diremos que ésta decisión, aunque tardía, se justifica porque se han dedicado primordialmente a cuestiones meramente terrenales que no espirituales, como la lucha por el territorio, el poder, la acumulación de riquezas, la inquisición, las cruzadas, etc., dejando de lado la verdadera esencia cristiana y su misión fundamental, que es la espiritual, y dentro de esta misión la tarea u objetivo central: la salvación de las almas. Y que cuando algunos curas que viven junto al pueblo se ocupan de las condiciones materiales de existencia de millones de pobres, poniendo en práctica la llamada Teología de la Liberación, se les llama comunistas, subversivos, etc., etc.


En el campo del Derecho, se ha impuesto el criterio de lo que se llama “interpretación progresiva”, que podría explicarse así: dado que el ámbito de la realidad en el cual fueron creadas y se han desarrollado las normas jurídicas es mutable, lógico es pensar que en la oportunidad en que sea factible la aplicación de tales normas, se tomen en cuenta pues, las circunstancias en las cuales están ubicadas en el espacio temporal, de modo tal que pueda ser apreciada en forma lata, que no restrictiva.


Aleluya!, demos gracias al Señor: el Derecho Canónico, aunque haya sido un pelín tarde al fin nos alivia: “Esta nueva «teoría» de la Iglesia Católica echa por tierra la arraigada creencia de la existencia del limbo, «lugar situado entre el infierno y el paraíso», al que estaban relegados los niños sin uso de razón que morían sin haber recibido el sacramento del bautismo.”
En http://www.aporrea.org/internacionales/n93603.html puedan ampliar el contenido de esta esperanzadora noticia que ¿llenará? de sosiego a millones de madres atormentadas amargamente durante tantos siglos; pero me queda otra angustia que tenía reprimida también pero que no había aflorado porque ésta que me ha quitado de encima el papa Ratzinger, la tenía contenida, represada, arrinconada, soslayada y que ahora por fin, puedo expresar con la esperanza de que sea resuelta para evitar males mayores: “Si los bebés se mueren sin haber sido bautizados”, como dice san Agustín, ¿qué pasa o pasará con aquellos que sobrevivan y se conviertan en adultos y que jamás serán bautizados porque en la religión que practican no está prevista tal ceremonia? ¿Irán directamente al infierno como Mahoma, Mahatma Gandhi, Buda, Confucio y demás acólitos, seguidores y afines?


Espero, papa Ratzinger que no se tarde otros 16 siglos en responder, y esto por razones eminentemente prácticas.