“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

29/7/14

La Primera Guerra Mundial | 28 de julio de 1914, una magnífica aproximación de Luciano Canfora

Salvador López Arnal  
Por supuesto. Nada nuevo soy capaz de señalar sobre el gran estallido, sobre las infernales tempestades de acero de las que nos habló Ernst Jünger, uno de los primeros en alistarse en la contienda con apenas 18 años, a una criminal guerra de la que nos hablaría con apasionamiento, años después, a sus 25 años, alabándola como “experiencia interior”. El carácter belicista-militarista y de derecha extrema antidemocrática del pensamiento de Jünger, “un viejecito encantador” en su día, objeto incomprensible de devoción en nuestro país de países hace unos años, es más que conocido.

Algunos puntos conocidos del estallido (sigo el libro del helenista italiano: 1914, Barcelona, El Viejo Topo, 2014, unos 20 capítulos breves, 10 páginas). El gobierno ruso había ordenado a finales de julio de 1914 una movilización parcial que, en principio, no comprometía la situación de forma inexorable aunque, ciertamente, daba a entender que el gobierno del zar se ponía en el peor escenario deseable: la guerra era probable.