
En su libro La estética de la resistencia, Peter Weiss establece una original relación entre las pinturas de Brueghel y las obras de Kafka. Ambos, escribe, “habían dibujado paisajes universales, finos, transparentes, aunque en tonos terrosos. Sus imágenes eran al mismo tiempo luminosas y oscuras; causaban la impresión de ser macizas, pesadas en su conjunto, pero llenas de fuego y con nítida claridad en los detalles. Su realismo se había depositado en los lugares y regiones que eran reconocibles de modo inmediato, pero que al mismo tiempo se sustraían a todo lo visto hasta ahora. Todo estaba lleno de huellas, de gestos, de movimientos, de acciones cotidianas; todo resultaba típico y nos mostraba cosas importantes, centrales, pero sólo para, en el mismo momento, producir un efecto extraño, chocante”.