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Venía de la Colonia Tovar, una pequeña aldea construida por
emigrantes alemanes en el corazón de las montañas venezolanas. Allí los duros
teutones sembraron frutos del bosque y cultivaron la esperanza. Hoy son una
comunidad próspera de venezolanos de ojos azules y pelo rubio, que vive del
turismo y del clima frío y poético de los altos de Aragua. Toda una clase
práctica de la ética protestante maxwebberiana y su aparente capacidad para
producir riqueza. Llegué al barrio 23 de enero al caer la tarde. Allá arriba, en las
cumbres del “tercer Estado”, está el Cuartel de la Montaña, el camposanto donde
descansa Hugo Chávez (1954-2013), presidente de Venezuela durante catorce años,
gestor de la llamada Revolución Bolivariana, el último de los grandes caudillos
latinoamericanos del siglo XX.