“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

24/6/14

En ‘Casa de Hablas’ con Ana Enriqueta Terán

Foto: Ana Enriqueta Terán
Julio Rafael Silva Sánchez  |  Aquella fresca tarde estival nos reuniríamos en la casa de hablas, amable aposento de la poetisa Ana Enriqueta Terán Madrid (Trujillo, 4 de mayo de 1918), lugar de encuentros, de solaz espiritual, ámbito de la solidaridad y el afecto… territorio en el cual nos encontramos una vez más con la presencia de esta voz nueva, única, llena de aspiraciones, búsquedas, decepciones, abriéndose al despertar de la conciencia, al trascender esa barrera sutil y enigmática de las palabras y las imágenes, imbuida del coraje y la determinación necesarias para conquistar su espacio poético, como lo observamos en este cuarteto de su primer libro, Al Norte de la Sangre (publicado en Caracas, en 1946): “Aquella lumbre que necesitaba / y que en mi propia sangre relucía, / en este día la he sabido mía / cuando mi sangre ya no la esperaba.”

En esa ocasión la Universidad Latinoamericana y del Caribe le rendía un merecido y significativo homenaje a la poetisa, al conferirle el Doctorado Honoris Causa, como un justo reconocimiento a la obra, la vida y los sueños de la distinguida dama que esa tarde celebramos: “...hermosa poeta, en la flor de los años, dotada de un sentido íntimo y refrenado de la poesía, con una gracia espontánea, muy femenina…”, como la percibe Fernando Paz Castillo, en su primer encuentro (hace ya algunos años).