José Pablo Feinmann | ¿Por
qué re-visitar Pink Floyd? Esa banda de muchachos ingleses injertó la filosofía
en el rock de un modo imperecedero. No vamos a hacer su historia, que es
conocida. Nos vamos a detener reflexivamente sobre algunas de sus canciones, en
lo posible aquellas que forman el corpus del film
The Wall, el punto más alto al que llegaron y acaso el más alto al
que también llegó el rock como música, poesía y arte de la rebelión. Esas
canciones, desde otra década, desde otro siglo, nos siguen interpelando, nos
siguen llamando a las dos actitudes existenciales definitivas ante la realidad
(ese muro infranqueable): la mansa aceptación o la rebeldía.
¿Qué quieres ser, mi amigo? ¿Un sujeto autónomo, un ser
libre o apenas otro ladrillo en la pared? Te educaron para que fueras lo otro
de la libertad. Para que fueras parte de la pared. Un ladrillo, apenas uno más.
Para eso te gritaron, te pegaron, te humillaron. En algún momento te rebelaste
y tu rebelión se expresó con fuerza, a viva voz, poéticamente: “No necesitamos la no educación/ No
necesitamos el control mental/ ¡Hey, profesores, dejen a los niños en paz!”.
(All in all you are just another brick in the wall.) “Al fin de cuentas, sólo
eres otro ladrillo (brick) en la pared.”